Veo, veo...

-Ah, emmm... Claro, sin problemas... -dijo Heller, sintiendo como gradualmente se le encendían más las mejillas y no podía hacer nada al respecto-. Ahora mismo está todo muy esquematizado, así que a lo mejor es un poco difícil de leer...

"Mierda, qué vergüenza, tengo que parecer una farola con esta cara."

-Y no me des las gracias. Es más, gracias a ti por ayudarme -continuó, esbozando una sonrisa con inusitada naturalidad.

Sin sentirse amenazado, sin sentir ningún ataque.

-Supongo que sabrás de sobra que no se puede hablar de esto con mucha gente...

Annkki se revolvió algo incómodo en su asiento mientras desviaba la vista hacia algún lugar oscuro a la vera de su acompañante.

-Sí, bueno, depende de con quién. -Respondió agarrando con algo más de fuerza el asiento de su silla. -A muchos alumnos les interesa y me preguntan porque no saben bien cómo funcionan estas cosas. -Annkki elevó durante un momento su péndulo, sacándolo de su camisa, para luego volverlo a dejar pegado a su piel. -Y luego hay otros que les asusta todo lo que no pueden ver. Supongo que es normal, pero es que cuando algo no se ve a mí me entran más ganas de verlo... Ay, me explico muy mal.

El muchachó rió incomodamente.

-Pero nunca he tenido problemas, y eso que mis padres... -Acababa de decir la palabra prohibida. Tuvo la tentación de callarse, pero llegados a ese punto, hacerlo habría sido muy descortés. -...me decían a veces que podría darme problemas.

-Oh.

El tema parecía incomodar a su compañero y no era la intención de Heller indagar en los asuntos de alguien que le había tratado con semejante afabilidad. Aunque una retahíla de pensamientos no afectivos hacia la opinión de los padres de Ankki le fluyese por la cabeza, tuvo la discreción de responder con la cordialidad necesaria.

-¿Problemas? ¿Por qué? -preguntó amablemente y con cortesía, esperando y deseando que no estuviese inmiscuyéndose demasiado.

El finlandés pensó que debería haberse mordido la lengua, pero en su fuero interno sabía que aquello le quemaba bastante. Quizás comentárselo a ese chico le viniese bien ya que si él también tenía fijación con todo lo relacionado al ocultismo, entendería las sensaciones que le provocaba el rechazo de sus padres.

-Pues porque no está bien visto. A lo mejor aquí, en Polonia, no es tanto, pero donde antes vivíamos son muy desconfiados con los adivinos y esas cosas. Algunos tienen la idea de que esas cosas son fruto de la magia negra. -Annkki elevó una pierna y la abrazó contra su cuerpo con sus brazos, apoyando su afilada barbilla en la rodilla. -Si es por diversión está bien, por eso papá me enseñó a usar el péndulo... -El muchacho sonrió con ternura mientras rememoraba su tierna infancia jugando al escondite con su progenitor. -Pero no les gustó mucho que le dedicase tanto tiempo y siempre insistían en que la gente iba a mirarnos muy mal por eso. Y ya sabes, no quiero que se avergüencen de mí...

El muchacho guardó silencio unos segundos antes de volver a fijar su mirada en el rostro de Heller.

-¿Tu familia nunca te ha dicho nada por gustarte esto?

Como si hubiese dado un paso hacia atrás, Heller adoptó una expresión de circunstancia ensayada tras la impresión inicial. Era de esperar que se le devolviese la pregunta.

-No, la verdad es que no. En ese aspecto tengo algo de suerte...

"Porque no han tenido la oportunidad de opinar nada."

-...pero entiendo lo que quieres decir. Generalmente no está muy bien visto, sea por cosas de magia negra o porque nadie se lo toma en serio -continuó con una sonrisa amarga-. Y si además son tus padres los que opinan así... -se mordió el labio antes de responder y durante un instante su mirada se desvió nerviosa a otro punto-... la verdad es que una mala encerrona.

-Bueno, tampoco es para tanto. Algo de razón tienen... -Añadió el muchacho con un sonrisa. -No vayas a pensar que me hacían algo malo porque no es así. Como mucho, me decían que esas cosas no las hiciera con otras personas delante. Además, si que es cierto que no se puede comparar el prestigio de un ministro de magia que el de un adivino.

Annkki se fijó, por primera vez, que su acompañante parecía estar algo nervioso. A lo mejor le estaba molestando que hablaran tanto de él...

-¿Tienes más dudas para tu entrevista?

-Bueno, hay muchas cosas que querría saber... Pero creo que te estoy atosigando demasiado -sonrió más relajado, agradecido por el cambio de rumbo de la conversación-. Supongo que con lo que tengo puedo indagar un poco más por mi cuenta.

Durante un momento perdió la mirada entre las letras rojas de las hojas.

-Espero que no te moleste que te incordie en alguna otra ocasión.

-¡No me molestas! Además, me tienes que dejar leer tu trabajo, bueno, supongo que deberíamos llamarlo ensayo, ¿verdad? -Espetó el finlandés con amabilidad mientras daba pequeños toques con el pie en el suelo. -¿Quieres que la próxima vez que vayamos al pueblo miremos juntos en la tienda de las piedras? Así puedo aconsejarte sobre el tipo de péndulos.

-Ah, por supuesto, seguro que eres de gran ayuda -respondió Heller con su recuperado semblante coqueto y afable. Sintió un segundo pellizco de envidia. Al fin y al cabo, era de curso menor...-. Esperemos que pueda ser pronto, aunque todo apunta a lo contrario... A no ser que alguien se apiade de nosotros -añadió con una simpática risilla.

Annkki frunció el ceño en señal de clara molestia. Estaba tan cómodo hablando con su acompañante que incluso se había olvidado del castigo impuesto para toda la escuela.

-Ya... A ver si los pillan de una vez y nos dejan a los demás en paz. -El finlandés se retorció inconscientemente su escaso flequillo. -Creo que voy a dar una vuelta. Es que esto de no poder salir se hace un poco amargante... Cuando quieras hablar de lo que sea, ya sabes.

-¡Claro! Sin problemas -sonrió, agitando sus bonitas pestañas.

Las despedidas fueron breves, agradables. Observó a su compañero marcharse, despidiéndose con la mano. Permaneció sólo en la inmensidad de la sala, mirando de nuevo las letras rojas de las hojas.

"Todo esto es nuevo" se dijo.