Obliged for a pleasant stay

Parece ser que aquel año tendría pájaros hasta en la sopa.

Como si no tuviera suficiente con una tropa de cuervos ocupando su tejado, lo de aquel día fue el colmo de lo absurdo. Uno ya no podía estar tranquilo en su casa preparando algo bueno que llevarse a la boca sin que una bestia de pico afilado se colase por tu ventana, inocentemente abierta para respirar aire fresco, con la intención de devorar con gula tu ansiado tentempié mientras lo destroza todo a su paso (o mejor dicho, vuelo) entre nerviosos aleteos y estridentes chillidos. Tantas horas de ardua limpieza en vano.

Para más inri, él mismo tuvo que encargarse de llevar a esa deplorable criatura a la lechucería (a base de forcejeos con el animal) y, peor aún, se vio obligado a ejercer el papel de recadero, ya que aquel bicho no se encontraba en las condiciones físicas ni mentales adecuadas para desempeñar el ÚNICO trabajo que tenía asignado: carta para Michael Triggs, profesor del centro.

Pfff, qué ilusión.

Según le habían indicado, por aquellas horas el profesor se encontraba en la biblioteca. Eugen había llegado hasta allí a grandes zancadas, sonoros pasos, patadas al aire y maldiciones por lo bajo. Esperaba que ese "Triggs" estuviese allí de verdad, porque su cabreo era demasiado monumental como para soportar ahora una odisea por el castillo en busca de alguien que no podía recoger por sí mismo su puñetera correspondencia. No le quedó otra más que buscar con el ceño fruncido al dueño de la carta que se arrugaba en su puño cerrado, entre caminos de estanterías a rebosar de libros.

Había ido hasta la biblioteca con la intención de consultar algunos libros para su próxima clase, pero entre una cosa y otra, había acabado enfrascado en la lectura de un antiguo volumen sobre artefactos Oscuros. Tal vez podría serle útil para algunas clases de séptimo...

-¿Profesor Triggs?
- ...
- ¿Profesor-Michael-TRIGGS?

El manotazo sobre la mesa le obligó a despegar la mirada del libro, encontrándose con una carta, arrugada en el puño del hombre de pie frente a él, que no parecía demasiado contento por estar allí en ese momento.

- Sí, soy el profesor Triggs, discúlpeme.- se apresuró a decir el albino en voz baja. - ¿Ocurre algo?
- Su correspondencia. - respondió Eugen, evidentemente molesto por tener que desempeñar aquella tarea.
- ¿Mi correspondencia...? - volvió a mirar la carta que le tendía, dirigida a su nombre. - ¿Qué ha pasado con la lechuza?

Estrechó los ojos al mirar directamente al rostro de Michael. Aquel rostro le pareció lo mas odioso que había visto en toda su vida, aunque el pobre hombre no tuviese culpa de lo sucedido. Es más, no sabía nada sobre lo sucedido.

-Tuvo un accidente. Con mi casa -Eugen se detuvo un instante con una mueca en su boca mientras escrutaba la cara del profesor. Su semblante de incomprensión lo empujó a puntualizar un poquito más, sólo un poquito-. Se coló por mi ventana y armó un buen revuelo. El animal se hizo daño y... Uh... No podía volar así, así que... Em... Aquí estoy -insistió en tender la carta.

Ahora que contaba sus peripecias con la lechuza se daba cuenta de lo grandiosamente ridícula que era la situación e irremediablemente se le subieron los colores por las mejillas. Con los colores y el ceño fruncido, parecía un niño con una rabieta.

El inglés tuvo que contener una risotada al ver el rostro enojado de su "cartero". No pretendía ofenderle, pero había visualizado por un momento la irrupción de la lechuza en la casa del guardabosques y la escena se le había figurado bastante cómica.

- Lamento mucho lo que ocurrió en su casa... - se disculpó Michael, recogiendo la carta. Ese pobre hombre debía de haberlo estado buscando por toda la escuela para entregársela. - ¿Hay algo que pueda hacer para agradecerle las molestias?

Guardó el correo en un bolsillo interno de la chaqueta, esperando la respuesta. No estaba entre sus tareas entregar la correspondencia de los profesores y menos lidiar con aves "intrusas", lo mínimo era que le devolviera el favor.

Oh, eso no se lo esperaba. Y la verdad es que, mirándolo detenidamente, no parecía mal tipo.

Ahora se sentía mal por haberlo juzgado tan rápido y además sin razón. Por tanto, era el momento perfecto para comenzar de nuevo con una postura radiante y positiva, la de alguien con iniciativa dispuesto a relacionarse con el profesorado y así contribuir a una convivencia agradable. El momento perfecto para desplegar sus espléndidas habilidades sociales y...

-Oh, no... Ehhh... No hace falta. No ha sido nada -respondió bastante cortado mientras se acariciaba la nuca.

...y demostrar que tenía las mismas habilidades sociales de un zapato. Tanto quejarse para eso, más tontos no los había.

La actitud del guardabosques había cambiado de un momento a otro. Había aparecido prácticamente hecho una furia por tener que hacer de "cartero" y en un segundo, todo eso se había esfumado. Casi parecía otra persona.

"Normal, cualquiera se habría molestado por tener una lechuza rabiosa en casa..."

- En tal caso, permítame al menos darle las gracias, no todos habrían ido personalmente a entregar una carta para un desconocido. - dijo el profesor, cayendo entonces en la cuenta de que tampoco conocía su nombre. - Oh, y no nos hemos presentados, aunque supongo que ya sabrá mi nombre, Michael Triggs. ¿Y usted se llama...?

-Ehm, Eugen. Eugen Kreiss -le tendió la mano al profesor como el protocolo de presentación declara y estrechó su mano, sólo que con un poquito de nerviosismo-. En-encantado.

Lo normal ahora sería sacar un tema de conversación interesante como hacen los adultos y profesionales, compañeros de trabajo. Pero como su profesionalidad era un poco cuestionable (y no hablemos de su imagen como adulto), no supo que decir. En blanco.

Un silencio incómodo, de esos muy incómodos.

-Siento si he... destrozado un poco la carta.

- Por favor, no se disculpe por algo así... - respondió Michael en seguida. - No es necesario...

Eugen Kreiss. Kreiss. Ese apellido le sonaba... ¿Acaso no era el del recién llegado? Si la memoria no le fallaba, le habían comentado que el chico se había trasladado junto con su hermano, que trabajaba como guardabosques.

- Usted es el hermano de Heller, ¿no es así?

Al menos así se quitarían ese silencio incómodo de encima.

Fue escuchar "Heller" y alzar la cabeza como un perrillo guardián que oye algo raro en los alrededores. Cualquier cosa relacionada con su querido hermanito podría sacarlo de un coma profundo si se diera el caso.

-Ehm, sí, eso es. Supongo que le da clases, ¿no? ¿Sabe si tiene problemas con las clases? -continuó sin dejar que el profesor respondiera- Si le cuesta adaptarse o... si se lleva mal con algún compañero...

Aunque con los gestos de las manos y sus balbuceos se le notara aún nervioso, estaba claro que se había centrado en el tema y que encima estaba preocupado. Se le veía en la cara la angustia de no saber como se encontraba su hermano y, claro, ¿a quién mejor preguntar si no a uno de sus tantos profesores?

- No tiene de qué preocuparse, Heller es un alumno excelente. - contestó Michael, tratando de tranquilizar al hermano mayor de su alumno.

Efectivamente, el más joven de los Kreiss se había adaptado rápidamente al programa, mostrando además un gran interés por la asignatura. Su incorporación tardía no parecía haber supuesto una dificultad para él, ya que se había puesto al día en poco tiempo.

- Y con sus compañeros, bueno... Obviamente, en los primeros días cuesta adaptarse a un nuevo ambiente, pero creo que Heller ha sabido integrarse.

-Oh, oh, vale, bien, me alegro -la buena noticia lo calmó al instante y una sonrisa boba se le estampó en la cara. Se le escapó un pequeño suspiro de alivio.

Aunque el alivio le duró más bien poco ya que había vuelto a quedarse sin tema de conversación. ¿Tío más desastre que él? Ninguno, fijo, nadie podia ser tan anormal.

Se toqueteaba unos padrastros aparentemente dolorosos mientras giraba la cabeza, buscando con la mirada algo de lo que hablar y no balbucear, como había hecho hasta ese momento. Pero claro, en una biblioteca no podría sacar muchas ideas si sólo veía libros y libros. Él no era mucho de leer, quedaría como la viva imagen de la subnormalidad: "No, no, yo sólo leo cosas sobre hombres con poderes embutidos en mallas de colores".

Sin embargo, entre tanta hoja y estantería, recordó algo peculiar, más que nada porque le pareció verlo rondando por ahí. Llevaba dándole vueltas desde que llegó y quizás pudiera tratarlo con alguien, si es que se podía. Esperaba que, con suerte, eso no fuese un descaro o nada parecido.

-Emmm, puedo preguntarle... -bajo la voz antes de continuar, como si hiciese mal, e incluso se agachó sin darse cuenta.- ¿Lleva mucho dando clase aquí?

El tono confidencial con el que le habló le guardabosques le sorprendió. ¿Por qué bajar la voz para preguntar algo aparentemente tan trivial?

- Oh, no, en absoluto. - se apresuró a contestar Michael, hablando con normalidad. - Para mí esta escuela es tan nueva como para usted. Me incorporé a principios de curso.

Tras pararse a pensar un momento, se dio cuenta que, probablemente, para Eugen Kreiss, aquel halo de misterio que rodeaba la figura del Director, idolatrada por todos, también debía de haberle parecido extraño, al ser también nuevo en la escuela.
Como si hubiesen leído sus pensamientos, aparecieron aquellas sombras en la pared. ¿O tal vez habían estado ahí desde el principio y no se había dado cuenta?

- Y... ¿por qué lo preguntaba?

Qué raro, tuvo la sensación de que todo estaba un poco más... ¿oscuro? No sabría como explicarlo, pero notaba el ambiente más apagado, los pocos sonidos de la biblioteca apenas se oían. A ello se le unía la extraña punzada que sentía en la nuca, aunque no se trataba de algo exactamente físico. Era sólo eso, una sensación, ¿cómo un presentimiento? Algo así.

Y no era muy agradable.

-Bueno, porque... querría... saber su opinión de, bueno, sobre como funcionan las cosas aquí y demás. Viendo que ambos somos nuevos me parece, uh..., interesante compartir... algo de esto -no entendía por qué tenía ese repentino malestar y por ello ni se atrevía a formular su pregunta directamente. Es como si hiciera algo malo aunque sólo se tratara de una cosa tan simple.

De todas formas, ya había lanzado la indirecta.

¿Cómo iba a contestar libremente si sentía observado de esa manera? Cualquier cosa que dijera sería escuchada atentamente por esa sombra en la pared, cuando precisamente lo que quería comentar era esa extraña vigilancia.

- La verdad es que nunca he enseñado antes en una escuela, así que en eso no puedo decir mucho... Me fueron aclaradas todas mis dudas sobre la peculiaridad de esta institución. - tragó saliva. - Y a pesar de ser extranjero, he tenido una buena acogida.

¿Qué más podía decir? Creía que no le habría sido difícil acostumbrarse, pero aquello empezaba a incomodarle.
En Hogwarts nunca habría tenido que temer por sus palabras.

-MMM. Oh. BUENO. Entonces supongo... Supongo que todo BIEN, ¿no? -puso una cara bastante cómica a pesar de la presión de la situación. Mejor dicho la picazón de la nuca le hizo poner esa cara. Ya no pudo resistir más y tuvo que rascarse-. Me preocupaba queee yo fuese el único novato aquí. Novato me refiero a nuevo en este centro, claro -risilla nerviosa-. Este centro tan bonito.

Miró de reojo a las paredes, a ver si así convencía a lo que fuese que estuviera ahí de que no iba de malas ni nada. Pero lo que fuese lo que estuviera ahí no parecía convencerse. Vaya luces que tuvo en pronunciar las palabras mágicas para invocar a esa cosa. Y ya no sabía que hacer para que se largaran esos millares de ojitos como agujitas que se le clavaban en la piel.

-Joder, tío, ¡qué sólo era una pregunta! -le espetó al techo sin recibir respuesta. Pensamiento en voz MUY alta. En una biblioteca-. Ups.

Ups. Ojalá que la cascarrabias de la bibliotecaría no apareciese por la esquina, varita en mano.

-Hostias. Perdón -no sabía si disculparse al mudo techo o al profesor por semejante alarido-. Perdón. -repitió en un susurro casi imperceptible.

- Tal vez no deberíamos seguir charlando aquí... Podríamos molestar a algún alumno. - añadió rápidamente el inglés, quien no se encontraba cómodo con aquella presencia vigilándolos. Tuvo que resistir la tentación de volver a mirar la sombra de la pared, dirigiendo su mirada a Eugen.

Aún así, ¿dónde se podría hablar con tranquilidad? Según le había dicho Boris, el Director estaba al tanto de todo lo que ocurría en todos los terrenos de la escuela. A menos que se internaran en el bosque, cosa que no tenía pensado hacer en absoluto, dudaba que hubiese algún sitio donde las conversaciones no fueran escuchadas.
¿Tendría que advertir a Damien de esa situación?

- Si quisiera seguir hablando de la adaptación de su hermano, podríamos pasar por mi despacho. - dijo Michael. - Siempre que sus ocupaciones lo permitan, claro está...

"Jaja, sí, claro. A un alumno vamos a molestar. A uno con plumas."

Total, allí no estaban más que poniendose en evidencia y arriesgandose a que esos bichos les sacaran los ojos. Aunque pensándolo bien, en cualquier lugar podrían sacarles los ojos.

Pero al menos no tendría que estar hablando en voz baja.

-Si tengo tiempo para que un pollo esquizofrénico se cuele en mi casa, supongo que también para hablar un poco sobre mi hermano -dijo para quitarle hierro a la situación-. Es importante... al fin y al cabo -añadió con una medio sonrisa simplona.

- Por supuesto. - respondió con una sonrisa. - Es bueno que se preocupe por su hermano.

Su mirada volvió al libro que había estado consultando hasta que Kreiss había aparecido con su carta. Había encontrado material muy interesante para sus clases en la biblioteca, incluídos volúmenes que nunca antes había visto, y quería incluirlo en la próxima lección.

- Si le parece bien, podría pasarse más tarde por mi despacho, está en la torre de Defensa, no hay pérdida. - añadió, señalando los libros. - Antes quería terminar con esto, si no le importa, claro.