You shook me

Stephan se encontraba en aquel momento solo en la habitación. Tristan había ido a los invernaderos a hacer lo que más le gustaba, así que se había quedado solo. Le faltó tiempo para sacar su reproductor de música convenientemente modificado y sus enormes auriculares, y ponerse a bailotear por la habitación descargando el peso acumulado en cada músculo con sus sinuosos y despreocupados movimientos mientras canturreaba lo que oía.

Descalzo y ágil y con la camisa medio desabrochada se encontraba en plena libertad en la habitación, ya que "aquellas cosas no se debían hacer delante de nadie". Aun se encontraba metido en su burbuja musical cuando percibió una sensación anormal proviniente de la puerta. La sangre se heló en sus venas cuando apareció en su campo de visión un chico que no había visto nunca antes. Tan inmerso en sí mismo estaba que había bajado la guardia, y aquello no le gustó lo más mínimo.

Se fijó en los rasgos afeminados del recién llegado, su cuerpo delgado como un junco, su cabello de corte original y caída perfecta, sus pestañas largas, facciones delicadas y porte prácticamente perfecto. Un nudo de fascinación y repulsa apretó su estómago obligándolo a tragar saliva. Le parecía tan encantador y hermoso que le empezaron a invadir unos sentimientos de asco y envidia que lo hicieron sentirse culpable al momento.

Cuando se fijó en la maleta y el baúl que estaban a su lado, sus sentidos volvieron a activarse, incitándolo a bajarse los auriculares hasta el cuello y a hacer notar su presencia de una vez.

-¿Quién eres tú? -Preguntó jadeando levemente por el anterior bailoteo y aireándose su cabello rosado.

Heller se quedó atónito.

“¿Pero qué coj-...?”

¿Un recibimiento con baile? ¿Qué clase de bienvenida era esa?

¿Quién eres tú?

La pregunta quedó sumida en el aire.

“Trágate los nervios, trágate los nervios...”

Ladeó levemente la cabeza y con una mirada curiosa examinó de pies a cabeza a aquel muchacho danzarín que había iniciado el protocolo de presentación de una manera que le pareció un tanto... brusca.

"Jadea. Descalzo. Cascos. Pelo ...¿rosa?"

En contra de sus expectativas, aquel físico tan peculiar lo tentaba, lo empujaba a acercarse y hacer preguntas, tan fisgón como era él. Sin embargo, estaba inquieto: no esperaba encontrar a nadie en las habitaciones a esas horas de la tarde y menos a un individuo como ese, lo que no ayudaba a mitigar los nervios que había ido acumulando a lo largo del día. Sabía que no debía bajar la guardia, pues se encontraba en “territorio desconocido”. No debía dejar que los nervios lo dominasen.

“¡Disimula!”

Se estampó una de sus mejores sonrisas, coqueta y natural, y recobró la compostura, dispuesto a romper el silencio que había impuesto entre ambos. Tenía que dar una buena imagen. Tenía que darla.

-Heller Kreiss. Soy nuevo aquí, llegué hace escasas horas -hablaba con voz cantarina, lo que contribuía favorablemente a la imagen deslumbrante por la que tanto se preocupaba-. Espero no haberme confundido de habitación... -dijo en un tono aparentemente distraído mientras paseaba, “inocente”, su mirada por el dormitorio, como si así pudiera corroborar que se hallaba en el lugar correcto. Su atención volvió a posarse sobre su interlocutor. Cambió su tono de voz por otro más inquisitivo, aunque sin perder en ningún instante su singular encanto-. ¿Tú eres...?

-Stephan Keehl. -Respondió Stephan mientras se cerraba la camisa sin llegar a abrochársela y alargaba la mano para agarrar la del otro chico brevemente en señal de saludo.

Aquella mano delgada le puso el vello de punta, pero no fue agradable. En absoluto. Sin embargo los ojos de aquel chico no eran ni sucios ni desagradables.

"Stephan, cada vez estás más paranoico. No es justo que mires así a este pobre niño."

-Pasa, pasa. -Sonrió el pelirrosa señalando el interior de la confortable habitación. -Lo siento, se me fue la cabeza y no recordaba que venías hoy. Ven por aquí. Si quieres, dame algo y te ayudo...

Heller recorrió la habitación con la mirada una y otra vez algo desconcertado, ya que se suponía que iba a ser su cuarto, pero allí faltaba algo.

-¿Solo hay dos camas?

-No, no, claro que no. Ven aquí que te la saco. A no ser que quieras compartir la cama, ¿te imaginas? -Una risilla para romper el hielo.

Stephan dio un golpecito en la pared y esta se descorrió, dejando salir una cama idéntica a las dos existentes que se situó en el hueco entre ellas. Otro golpecito del pelirrosa hizo que el cabecero se elevara y desplegasen las cortinas del dosel plegado.

-Puedes ir colocando tus cosas aquí. Te saco también la mesilla... Cuando quieras te pongo al día de cómo van las cosas aquí. -Hablaba casi por los codos movido por el interés, la curiosidad y por el nerviosismo del momento, adornando cada gesto con su pokerface y sonriendo sin tapujos al recién llegado.

Se sentó en su cama cruzando las piernas y clavó la vista en Heller. Aquella pose segura de sí misma y repleta de confianza eran su mejor baza para cuando se sentía intimidado, porque ¿cómo no sentirse así cuando, aun sin quererlo, ese chico le había invadido su intimidad?

"Stephan, estás temblando. Qué patético eres, ¿no? ... Sí, mira que ponerme así con el chico nuevo, que por cierto, es guapísimo, más que guapísimo es realmente precioso. A su lado me quedo en nada..."

Envidia.

-El dosel es muy útil por si te traes a alguien al cuarto, ¿sabes? -"Bien Stephan, acabas de superar las expectativas del patetismo."

No pudo reprimir un leve respingo, aquello fue un golpe totalmente inesperado. Se quedó en pie al lado de su cama, con la mirada clavada en el dosel de esta. Tuvo la suficiente cautela de que Stephan no viera la expresión de asco que cruzó su rostro. Sintió náuseas.

"Venga, sólo ha sido un comentario indefenso, sólo un comentario indefenso... Nada de qué preocuparse."

Heller acarició las cortinas con una de sus manitas mientras las observaba detenidamente, meditando sobre la asombrosa utilidad que su compañero les atribuía. Giró el rostro para dirigirse a Stephan. Este se había sentado, pero él seguía en pie. En pie, firme; desde aquella posición podía mirar a su compañero por encima del hombro, lo que lo hizo sentir más seguro. No iba a alterarse por una pequeñez como esa, claro que no.

-Por lo que veo el centro está bien... equipado -dijo acompañando su respuesta con una sonrisa picarona e infantil.

Era mejor seguirle el juego.

-Por cierto, Keehl...

Y luego cambiar de tema.

-¿Quién es el chico que falta?

El pelirrosa salió de aquel trance de autoflagelación interna para responder a las dudas del recién llegado. Descruzó las piernas convirtiendo su postura en una más relajada.

-Tristan. Se llama Tristan Rosenbauer. Es un chico adorable. Pero lo que sí... -Se levantó y se situó de pie junto a Heller que instintivamente dio un leve respingo hacia atrás, cosa que Stephan ignoró. Sin tapujos lo miró a los ojos, aquellos ojos verdes como brotes frescos de hojas nuevas, casi encarándolo y borrando momentáneamente su perenne sonrisa del rostro. - ... es que debes ser delicado con él. Es un chico muy tímido, yo diría que algo autista... Así que te lo ruego, no intimides a Tristan porque no te voy a dejar.

"Dios mío. ¿Qué me pasa? Yo nunca había hecho algo así..."

Inspiró. Sonrió de nuevo.

-Pero tú pareces ser un buen chico. No das el perfil de acosador capullo que va molestando niños por ahí.

El alemán se dio la vuelta y comenzó a desvestirse. Dejó caer el pantalón mostrando las medias negras que vestía bajo la ropa, cuyo ribeteado se hundía en sus afeminados muslos. Continuó hablando despreocupadamente únicamente ataviado con la camisa blanca que le cubría hasta las caderas, las medias y aquel extraño pantaloncito corto y bombacho de la ropa interior.

-Así que yo en ese aspecto tranquilo. No por mí sino por él, que bastante mal ya lo ha pasado el pobre... Bueno, ¿y tú? -Cogió ropa de su baúl y la colocó en la cama. -¿Cómo es que te pidieron el traslado empezado el curso?

En el instante en el que aquel pantalón tocó el suelo, las mejillas de Heller comenzaron a teñirse de un tono que rosado que, por cada instante que pasaba, era más difícil ocultar. Con un esfuerzo sobrehumano, evitó que su mirada se desviase a zonas que él consideraba indebidas observar y se concentró en la cabellera rosa de su compañero.

La pregunta de Stephan lo distrajo. Se le escapó una miradita fugaz.

-Problemas personales -una respuesta demasiado seca.

Tan rápido como dijo esto, apartó el dosel, se dirigió hacia su maleta y, quejándose por el esfuerzo que suponía levantar semejante bulto, la dejó caer sobre la cama con un ruido pesado y sordo. Tantos descuidos lo estaban dejando en evidencia, así que era mejor comenzar a colocar las cosas en su correcto lugar y dejarse de tonterías... si no fuera porque le temblaban las manos y no podía abrir la maleta.

"Te estás atacando por nada, joder, es un tío, tiene lo mismo que tú, ¿no?, ni que fuese nada raro. Total, será así todo el curso... Joder, todo el curso... ¿todo el curso pasando por esto? Cágate..."

Se había encargado de cerrarla tan bien que ahora se encontraba forcejeando con ella.

"...en la hostia, si fuese una tía sería más normal. Bueno, no sería normal compartir habitación con una tía en una escuela así, pero tendría unas "buenas razones" para estar de los nervios, no como con este tipo... Aunque no parece mal tipo, está siendo muy atent-... ¡Me cago en la puta maleta de los cojones que no se abre,...!

-¡...JODER! -junto a un sonoro puñetazo a la tapa del equipaje. Se tapó la boca con las manos al instante y sintió como el rubor le subía hasta las orejas, que por suerte se escondían bajo su cabello. Miró avergonzado a Stephan. Un hilillo de voz, casi un susurro-. Lo siento...

Stephan no pudo evitar una risotada. Dejó lo que estaba haciendo y se acercó a su nuevo compañero.

-¿Por qué te disculpas? Yo seguramente la hubiese liado más, fijo. -Lo agarró por los hombros durante un breve lapsus de tiempo suficiente como para que Heller se tensase desde la coronilla hasta los pies. El pelirrosa lo soltó enseguida y sin echar más cuentas, ya que parecía más un gesto de breve acercamiento que otra cosa más íntima.

-Te has encendido, ¿sabías? Qué gracioso estás... -Se sentó en la cama de Heller junto a la maleta con la intención de ayudarle. -Si quieres te ayudo a abrirla... Parece muy... -Stephan forcejeó de la misma manera que su compañero. -... qué coño, sí que está dura.

"Pega un tirón bueno, que te tiemblan las manos, Stephy..."

Stephan pegó tal tironazo que la maleta se abrió de golpe con un chasquido seco. La presión ejercida desequilibró al pelirrosa que cayó sobre el confuso recién llegado. Por si fuera poco, el contenido de la maleta se esparció por el aire y algunas prendas llovieron literalmente sobre ellos. En particular, una muda interior de Heller cayó sobre su cara, a escasos centímetros de la de Stephan.

"Stephy, la has liado parda. La has cagado a base de bien. A tomar por culo todo, a la mierda."

Quiso disculparse pero...

-Bonita ropa interior...

... fue lo único que le salió.

"Esto no puede estar pasando, no puede estar pasando..."

Durante unos momentos Heller se sintió tan confundido que sólo supo que algo le estaba tapando la cara y que un gran peso no le permitía levantarse. Apartó la prenda de su rostro con suma delicadeza -unos interiores blancos con dibujos adorables de conejitos morados, azules y rosas- como si su vida dependiera de ello, para toparse con la cara de Stephan a escasos centímetros de la suya.

"...no puede estar pasando, no puede estar pasando..."

Su llegada se había convertido en una auténtica catástrofe. Se había esforzado tanto en guardar las formas, alejar las inquietudes, en mantener una buena compostura ante cualquiera que mostraba interés por el "chico nuevo"... todo para que aquel chaval lo echase a perder y de la manera más absurda. Aquel chaval que tenía a un palmo de distancia.

Aunque mostró un talante muy servicial, Heller sintió, desde que puso un pie en aquella habitación, que ese chico lo estaba poniendo contra las cuerdas con tanta sonrisa y habladuría sin sentido. Y aquel comentario sobre sus paños menores fue la gota que colmó el vaso.

Heller se encendió más de lo que ya estaba, con una mezcla de vergüenza y rabia, y su expresión de estupefacción momentánea se transformó en un gesto de puro desprecio que no se molestó lo más mínimo en ocultar. A la mierda las buenas caras.

-¡¿Eso es lo único que se te ocurre?! ¡Quítate de encima AHORA MISMO!

Aunque sabía que eso era exactamente lo que iba a pasar, no pudo evitar sentir un nudo en el estómago de puro malestar. Durante un breve instante tuvo unas inmensas ganas de vomitar.

"Ya estamos..."

Con gesto teatral y sin apartarse aun del chico rubio, puso las manos en alto como si lo apuntasen con una pistola. Cerró la boca sin dejar de sonreír, sacando morritos debido a sus proporciones naturales. Aquel gesto parecía algo burlón.

-Perdoooona. -Respondió el pelirrosa arrastrando un tanto ciertas vocales con algo de sorna. Solo quería quitarle hierro al asunto, pero estaba visto que no hacía más que empeorar la situación.

Se apartó de Heller literalmente rodando con soltura y situándose al lado del chico de ojos verdes en el suelo. No tardó en recolocarse y pasarse los dedos por el cabello para que estuviese perfecto.

No le extrañó en lo más mínimo la reacción de su compañero (algo exagerada, sí, pero debía ser una cuestión de carácter, él no iba a juzgarlo por ello), pero sin embargo hubo algo que sí le dolió bastante.

"Esos ojos me miran con asco."

Sintiéndose despreciado.

"Me desprecia sin conocerme. Otra vez."

Sintiéndose juzgado.

"Míralo, con esa carita de no haber roto un plato en su vida. Seguro que es de esa clase de gentuza que mira por encima del hombro a los "raritos" pero con cara de condescendiente. Qué asco."

Sintiéndose intimidado.

"¿Pero qué coño dices, Stephy? Ese pobre niño no ha hecho nada malo. ¿Quién está juzgando a quién a la ligera?"

Miedo. Nausea. Peinarse con los dedos y arañar la moqueta y morderse el labio y hacer contracciones con el estómago. Comportamientos compulsivos con pokerface.

-De verdad... ehhh... Kreiss. Te aseguro que solo quería ayudarte. Siento si la he liado y demás... -"Arrástrate Stephy que es lo único que se te da bien." -... y que no quería molestarte y menos nada más llegar...

Heller siguió con la mirada todos y cada uno de los movimientos de Stephan sin moverse un centímetro del suelo: los morritos y las manos, como se apartaba y se atusaba el cabello, la sonrisita inicial y las disculpas posteriores. Ese "perdoooona". ¿Le estaría tomando el pelo?

Resopló. Sintió como se le bajaban los colores... y también los humos.

"Si quieres ayudarme, no te pegues tanto..."

Se reincorporó con aparente tranquilidad, recobrando la correcta imagen con la que había cruzado aquella puerta y que había perdido tras aquel pequeño incidente. Sin embargo, sustituyó la simpatía y alegría inicial por un porte más presuntuoso. Su orgullo se había visto perjudicado, por lo que era hora de pasar al plan B.

Permaneció sentado al lado del pelirrosa, aún observándolo con atención; quería que sintiese sus ojitos verdes clavados sobre él. Se fijó en los gestos, estudió sus disculpas. ¿Le estaría tomando el pelo? Impuso un nuevo silencio, quería que fuese incómodo. Lo analizó, no podía confiarse. No podía confiarse. Aunque...

"Se está disculpando..."

Reflexionó.

"Se está disculpando."

Una sonrisa pícara se le dibujó en los labios. Finalmente recuperó la calma.

-No tiene importaaancia... -dijo en un tono pacífico aunque con algún matiz de ironía, totalmente contrario a su vocerío anterior. Le dedicó a su compañero una bonita sonrisa cargada inconscientemente de toda la sorna que sus palabras no reflejaban. Recogió un par de prendas que estaban a su alcance (incluyendo sus adorables interiores) y se levantó de un salto, listo para poner orden al caos textil que se hubo desatado. Una última mirada al pelirrosa, por encima del hombro-. Un accidente lo tiene cualquiera.

El adolescente alemán sintió cómo el nudo de su estómago se acentuaba tanto que se sintió bloqueado por el peso. ¿Qué provocó que se convirtiese en "tanto"?: aquella mirada por encima del hombro. Aparte de explícita era implícita. Y aquella sonrisita no hacía más que acentuar el sentimiento.

Por primera vez desde que Heller llegase, Stephan guardó silencio y borró su sonrisa. Se aproximó a la cama y se despojó de sus ropas exceptuando su pantaloncito interior. Se bajó las medias con cuidado para sustituirlas por otras sin ninguna clase de ribeteado. Se colocó un precioso liguero verde oscuro para engancharse las medias y se puso la camisa limpia. Un pantalón largo, botas hasta las rodillas y un lazo para anudarse el cuello de la camisa.

Stephan se había vestido de forma automática, sin pararse ni a pensar ni a sentir nada, simplemente quería salir de aquella habitación para tomar un poco el aire... Pero claro, algo dentro suya le dictaba que debía quedarse. Una de sus mareantes discusiones internas.

"No puedo irme tan pronto, tengo que explicarle cosas."
"Que se las explique otro que lo aguante."
"Que se las explique otro que lo vaya a hacer mejor que tú, Stephy."
"Ese niñato cabrón me está despreciando."
"Estás paranoico Stephy."
"Eres patético Stephy."
"Estoy sacando las cosas de quicio."
"No, los está tocando a base de bien. Pasa de él, Stephy."
"Pártele la cara, Stephy."
"¡Basta ya de gilipolleces!"

"Estoy mareado..."

Se levantó y se aproximó hacia la ventana. La abrió lo suficiente como para asomarse pero no al completo para que no se fuera la temperatura de la estancia.

-He oído que contigo iba a venir un nuevo... ¿encargado de algo? ¿Puedo saber quién es?

El chico rubio recogía las prendas desperdigadas con cuidado y parsimonia mientras tarareaba una melodía improvisada y alegre, señal de que, tras tantos nervios y conflictos, había recobrado cierta confianza dada la nueva situación que se presentaba. La prometedora nueva situación.

Entre prenda y prenda, Heller miraba con disimulo al pelirrosa, con la suficiente atención para encontrar ahí una escena realmente gratificante. No se trataban de los muslos del muchacho, ni las medias o las ligas (aunque se le volvían a ir los ojos), ni siquiera de que se encontrara semi desnudo... Si no el todo, el conjunto: su físico, el mutismo mientras se vestía, la sonrisa que ya no estaba. Heller sonreía más y se mordió el labio de satisfacción, pues no esperaba que las cosas se tornasen a su favor y que su última jugada tuviera unos resultados tan interesantes.

"Bingo."

Cuando Heller alcanzó a recoger los últimos trapos, ensimismado en su victoria, la pregunta de Stephan le cayó encima como un cubo de agua fría. Su hermano. Una puñetera pregunta sobre su hermano. Los nervios amenazaban con volver a aflorar.

Cargando con las prendas que quedaban, se sentó sobre su cama en silencio, al lado del montón de ropa arrugada, y comenzó a doblar con gestos casi mecánicos los trapitos, dejándolos listos para guardar. Tenía que pensar rápido.

"No puedo cagarla ahora por una tontería como esta, ¿verdad?"

Calma.

Si quería que aquella situación continuara siendo favorable para él, tenía que jugar bien sus cartas y no tentar de nuevo a la suerte. Aunque el tema de su hermano era, sin duda, delicado.

"Hay que joderse."

-Ah, es el guardabosques... -una pequeña pausa. Continuaba doblando. Sabía que ahora se estaba arriesgando, pero no le quedaba mejor opción. Miró hacia la ventana, donde se encontraba Stephan-. ¿Sabes? Es mi hermano.

El pelirrosa abrió bastante los ojos sorprendido ante aquella declaración. Nunca había oído un caso así, por lo que su curiosidad se encendió de nuevo.

-Tu hermano... Vaya, qué... curioso. ¿Cómo consiguió el puesto? ¿De dónde venís? -Parecía que se acababa de animar de nuevo. Sus cambios repentinos de humor de siempre... -Ay, espera, espera...

Stephan, como acordándose de algo, correteó hacia su baúl y sacó un par de plumas azucaradas con sabor a manzana verde. Dio un primer lametón húmedo y juguetón a su dulce, y mientras sacaba los morritos para notar aquel regusto ácido que tanto le gustaba le tendió la otra a Heller.

Porque estaba tan convencido de que él lo estaba haciendo tan mal...
Quería demostrarle sin palabras que no era un mal chico.
No quería comprar su amistad. Tan solo que no lo juzgase tan deprisa.

"Como casi todos."

Aquel dulce le provocó unas cosquillas muy ligeras en la nariz al rubio, haciendo que el ácido y atrayente aroma le llegase hasta el fondo.

-¿Te gusta? No es un sabor muy popular en las plumas de azúcar...

Arrugó la naricilla al percibir el olor. La verdad es que no le parecía un sabor muy agradable, pero no tendría la mala educación de espetarle al pelirrosa "¡No, me da asco!". Prefirió sonreirle amablemente, puesto que aquel detallito lo complació más que un dulce.

-No mucho, si te soy sincero... Pero gracias de todas formas -interpuso un escaso silencio. Miró a Stephan directamente a los ojos-. Eres muy amable -agitó sus largas pestañas y su sonrisa se amplió. Un halago no vendría mal de cuando en cuando; esta era su forma de indicar que "todo estaba bien" y se daba por satisfecho.

Heller dejó a un lado la camisetilla que acababa de doblar y cogió otra prenda de la montaña, la cual se había visto considerablemente reducida en aquel corto periodo de tiempo. La ropa doblada se apilaba ordenadamente sobre la cama, clasificada según el tipo de prenda: interiores por un lado, camisas por otro, allá calcetines, etc. El chico trabajaba con suma eficacia.

Tras aquel breve lapsus, Heller se dispuso a responder las dudas de su interlocutor antes de que este insistiera y la tardía respuesta pudiera resultar sospechosa.

-Volviendo al tema... Mi hermano y yo venimos de Suiza, llevamos toda la vida viviendo allí... Y allí pasé los cuatro primeros cursos, claro -quizás estuviese aportando más datos de lo que el pelirrosa requería pero ¿qué mas daba? No eran más que trivialidades y él sólo pretendía parecer natural-. Y mi hermano... -tuvo que escoger sus palabras con cuidado-. Bueno... Siempre se ha esforzado mucho, llegó hasta aquí a base de sudor y lágrimas.

Sonrisilla socarrona.

"Muchas lágrimas."

-De Suiza. Es un bonito sitio. Los Alpes son algo impresionante. Y soy un adicto total al chocolate suizo. -Stephan no pudo evitar lanzar una corta carcajada. Cuando se reía se tapaba instintivamente la boca en un rictus automático movido por su complejo. -En serio, no es coña, estoy enganchado, necesito una tableta a diario o me pongo de los nervios.

Stephan le dio un lametón bastante provocativo a su pluma. Jugueteaba con la punta de la lengua, dejando que su humedad se impregnara en las delicadas fibras del dulce para, posteriormente, metérsela en la boca hasta el fondo, y sacársela de nuevo para repetir. Le encantaba sacar todo el sabor de su golosina.
Sintió la mirada de su compañero de manera aguda y penetrante.

-Perdón. Se me ha ido del todo. Y tu hermano... -Gestos cargados de movimientos simples y contradictorios. Lengua que juega. Boca que se mueve al hablar. Piernas cruzadas que se balancean. Dedos que se entrelazan con la pluma. Pecho que sube y baja. Mano opuesta que gesticula, y se rasca, y se atusa el pelo, y se acaricia las piernas, y [...] Colapsante. - ... tu hermano es un hombre trabajador. Qué bien, al menos tienes una seguridad y además siempre aquí, eso mola, aunque...

Pequeña pausa que es precedida de un cambio radical a quietud casi absoluta y movimientos más fluidos. Contraste casi sobrecogedor. Se puso serio.

- ...Oye. ¿Tú te llevas bien con tu hermano?

Y clavó sus celestes ojos en los verdes del otro chico. No los posó: los clavó.
Y todo se quedó quieto. Muy quieto.

Silencio. Quietud.

Su sonrisa desapareció tan rápido como había venido. Cuerpo tenso. Aquella pregunta le escoció tanto como un latigazo en la espalda. Apretó los labios. Sostuvo la mirada de Stephan. Una señal de hostilidad.

Un montón de pensamientos, sospechas y dudas, se atropellaron en la cabeza de Heller: No lo entendía, ¿por qué le preguntaba eso, precisamente eso? No pudo interesarse por su nombre o su físico, para nada, sino por aquello. ¿Y por qué lo miraba así? Quizás sospechara algo, pero no, no podía ser, no abrió la boca más de lo necesario, era imposible que supiese algo. Tramaba algo, nada bueno, no podía ser bueno. Era hostil, hostil.

Heller agitó la cabeza, el pelo le molestaba; en aquel intanste, todo le molestaba. Se terminó de apartar el cabello con una mano, un gesto rápido para colocarse uno de los mechones tras la oreja.

-Claro que sí.

Cruzó las piernas, dejando a un lado la tarea que lo tuvo tan entretenido. Entrelazó los dedos y con ambas manos se sujetó una de sus rodillas. Gestos inquietos. Agitaba el pie que quedó suspendido en el aire. Estaba alerta.

-¿Por qué lo preguntas? -sonrió de nuevo. Una sonrisa, quizás, no tan natural como las anteriores.

Jugueteaba con sus pulgares. Se había confiado y ahora estaba nervioso, muy nervioso. Otra vez.

Stephan se percató de aquellos gestos cargados de tensión y nerviosismo. Parecía que aquella pregunta suya había abierto una brecha en el chico rubio, pero, ¿por qué?

-Claro que sí.

"¿<<Claro que sí>>? No me jodas. Me estás mintiendo y se te nota a la legua. ¿Qué problema tienes en decir que no?"

Y más gestos aparentemente elegantes que tapaban una y otra vez temblores involuntarios. Inquietud. A la defensiva.

"A lo mejor le pasa algo malo con el hermano. Puede que sea una víctima de él de alguna manera y por eso se tense tanto aunque..."

Recordó su sonrisa de hacía escasos minutos antes, cuando hablaba de él.

"... no, aquí hay algo que no cuaja."

-¿Por qué lo preguntas?

Salió de su ensimismamiento analítico.

-Pues porque vaya a ser que yo esté aquí en plan "que puto chollo tener un familiar aquí" y todo eso y resulta que para ti sea algo negativo. Hubiese quedado muy en plan mal, ¿no? Pero bueno, si os lleváis bien y eso, chachi.

Stephan continuó lamiendo con deleite su pluma de manzana. Una gotita de saliva, limpia y transparente, goteó desde el húmedo dulce.

-Y dime, tu hermano... -Se sentó cerca suya de nuevo, parpadeando con feminidad y mostrando sus largas pestañas pintadas. - ... ¿cómo consiguió el puesto? Porque habéis llegado con el curso empezado, y ese tipo de cosas no suceden de la noche a la mañana, ¿no?

"Si tanto te interesa ve a preguntarle a él, joder."

Cuando Stephan se sentó a su lado, una mirada de escepticismo fue a clavarse sobre el pelirrosa, sin embargo, Heller tuvo la suficiente lucidez de cambiar de expresión antes de que el alemán se diera cuenta y aquello pudiera desencadenar otra serie de acontecimientos desagradables. Como si no lo estuviese pasando lo suficientemente mal, tuvo que resistir la necesidad de alejarse de su compañero.

-Veamos... -continuó agitando el pie mientras meditaba sobre que datos aportar.- Como ya te dije... -una pausa. No le gustaba repetirse.- ...debido a problemas personales, requerimos un traslado, ¿ahá? -miró a Stephan y prosiguió con su "cuidadosa" explicación.- Bien, pues al poco de eso, recibim-... Perdón, mi hermano recibió una carta del director de este antr-... escuela, ofreciéndole el puesto... Fue así como raro porque no nos lo esperábamos. Pero bueno, -se encogió de hombros.- alguna que otra tontería para ver si daba la talla y, bueno, aquí está.

Dejó que su mirada vagase por el techo y sus pulgares continuaron jugando, superponiéndose el uno al otro.

-Fue un golpe de suerte, la verdad.

"Te he pillado. Me esquivas. Estás de los nervios. Se te escapan puntillitas. Ya veo..."

Es descubrir que su nuevo compañero no era tan cándido como se había pensado, hizo que Stephan se cerrarse en banda de golpe, poniéndose de nuevo su pokerface y colocándosela en su sitio perfectamente, inamovible.

Como un traje de fiesta.
Como un maquillaje.
Como un muro.
Como una barrera.

"Telas de araña."

Miró a su acompañante con una sonrisita teatral perfectamente dibujada. Estaba analizando. Esos gestos involuntarios. Ese nerviosismo. Todo en general.

-¿Sabes? Esta escuela no está nada mal. Habéis tenido suerte en que os hayan hecho un hueco, y suerte de verdad. -El pelirrosa observaba peligrosamente a Heller con un ligero aire de serpiente en sus gestos. Comenzó a acariciarse las mejillas con la pluma. -Yo también acabo de llegar, pero este sitio es interesante y tiene mucho nivel. Sus métodos son algo arcaicos y hay cierto führer reaccionario con el que ya me he buscado un lío, pero salvo eso se está muy bien.

Acercó su cara al cabello de Heller y le sopló con suavidad para ver la melena rubia y perfecta ondearse con el airecillo de aroma ácido.

-Bonito pelo.

Heller dio un pequeño brinco cuando sintió la suave brisilla agitar su cabello. Se giró en un acto reflejo para encontrarse de nuevo con el rostro de Stephan. Otra vez cerca. Desagradable.

-Muchas gracias -sonrió ante el cumplido. Una sonrisa de agradecimiento acompañada de una mirada de rechazo. De advertencia. De "eso no me gusta".

"No lo vuelvas a hacer."

Sin levantarse, se apartó con cuidado del pelirrosa para mantener una distancia prudente entre ellos, aunque no demasiada para no aparentar ser rudo ni maleducado. Inconscientemente se atusó el pelo y se recolocó parte de él tras la oreja.

Un suspiro agitado para expulsar inquietudes. Creyó encontrar algo con lo que distraerse. ¿Estaría bien preguntar?

Una breve pausa.

-¿Sabes? Me alegra saber que no soy el único recién llegado, me quitas un peso de encima -media sonrisa, complaciente. Más sincera.

Quizás hubiera más temas de los que hablar, banales, referidos la escuela e información de valía, pues era el chico nuevo y tendría dudas que requerirían atención. Pero... la curiosidad lo estaba matando.

"Qué cojones, tanto hablar de mí, mí, mí. Ya sabe mucho, le toca."

-Y, oye, Keehl... -se inclinó levemente hacia Stephan, salvando el espacio que hacía unos instantes había interpuesto entre ambos. Caviló un momento, agitó los hombros-. ¿Qué ocurrió con ese... führer?... Si no es mucho preguntar, claro.

Dedos entrelazados con curiosidad, expectante.

Durante un lapsus de segundo a Stephan se le borró la sonrisa y abrió bastante los ojos, pero enseguida recuperó su expresión estándar. Por dentro maldijo el pequeño sobresalto que le produjo recordar el incidente con el jefe de la sección masculina. Sabía muy bien que la causa de haber convertido en su fuero interno aquel tema en algo tabú tenía que ver con el desenlace de todo aquello. No. Más bien su reacción con todo aquello. Solo el recrear en su mente aquellos momentos tan intensos en los que se sentía en un estado entre la excitación y la humillación le pusieron el vello de punta.

-Ese tío es el profesor de Transformaciones y jefe de la sección masculina nada menos. -Respondió el pelirrosa con gesto despreocupado y haciendo uno de sus habituales aireos con la mano. -Digamos que al muy fascista le ponía de los nervios que yo llevase el pelo de colores, vistiese rarucho y me pusiese piercings. -Se señaló el adorno del labio con gesto triunfante. -Y bueno, pues el tío va y me dice una burrada y yo le pongo una queja. Poco después me llama a su despacho, me dice que se la quite y tal, y encima me putea cosa mala. Evidentemente, yo no voy a dejar de ser yo por un reaccionario como él, antes esto... -Stephan sacó el dedo del centro en señal de a dónde mandaba lo que su profesor le había dicho. -... ¿entiendes? Y bueno, en realidad solo es eso, aunque claro, esta guerra parece que no ha hecho más que comenzar. Y que se quite de la cabeza que me voy a callar como hacía en Durmstrang porque estoy hasta las narices de todo, ¿sabes?

Y de pronto sin palabras. Se había ido de la lengua. La mirada de interés de Heller le había sonsacado demasiado.

"Ay, Dios... Se me ha escapado..."

Apartó la vista de Heller con nerviosismo.

"No me lo estará notando... ¿no?"

Leve brecha en Pokerface.

-Ah, comprendo...

Heller escudriñó con la mirada al pelirrosa con una expresión de profundo interés en el rostro mientras que, sin darse cuenta, se inclinaba un poco más hacia él. ¿Qué había sido eso?

"Con que hasta las narices, ¿eh?"
"...yo no voy a dejar de ser yo por..."

Un tic fugaz. Ese no era momento para inquietarse por esas cosas. Parecía tener otra oportunidad para ganar terreno y dejarla escapar no era una opción. Fuera malas ideas, fuera.

"¡Bobadas!"

Rápidamente se reincorporó en su lugar, espalda recta y cabeza bien alta, y el espacio inicial que los separaba volvió a ser el mismo de antes.

-Vaya tío, ¿no? Debería limitarse a dar clases, que para eso le pagan -hizo una mueca de aborrecimiento que acompañó con un resuello de disgusto-. Pero en fin, Keehl, deberías tener cuidado... -miró fijamente a Stephan-. En las guerras hay muchas bajas -y le dedicó una sonrisa amable al alemán, aunque algo en sus palabras denotaba un tinte cínico.

Una aparente preocupación por su nuevo compañero.

-Y bueno... -mejor continuar interrogando al pelirrosa, ahora que, de nuevo, parecía pisar suelo seguro-. ¿Dices que vienes de Durmstrang si no he oído mal?

-Eeeeehhh... sí, vengo de Durmstrang...

Silencio incómodo. La mirada de Heller era afilada como una cuchilla. Esos ojazos verdes parecían decirle "¿a qué esperas? ¡Habla de una maldita vez!"

-Es una de las escuelas de magia con más prestigio de Europa. Mis padres quisieron que estudiase allí, así que fue allí donde empecé mis estudios.

-Qué suerte que hayas podido ir a tan prestigiosa escuela. -La voz de Heller detonaba un rintintín algo desagradable para el pelirrosa. Sin embargo, al no poder replicar por no tener pruebas de que aquello no fueran figuraciones suyas, siguió con la pantomima como si nada. -Pero entonces, ¿por qué te han trasladado?

Aquella maldita pregunta.

-He tenido unos problemas de salud y a mis padres no les hacía gracia que estuviera tan lejos.

-¿Ah, sí? ¿Y por qué no solicitaron un traslador para poder ir a verte cada vez que lo necesitases?

Stephan enmudeció. No había caído en eso. Era tan básico que ni se le había pasado por la cabeza. ¿Y qué iba a responderle ahora? "No, es que en realidad mis padres son squibs y claro, ellos no tienen magia por lo que no pueden acceder así como así a los lujos de los magos", ni de coña. ¿Y ahora qué? ¿Qué? ¿Y si decía algo que lo delatase? ¿Y si intentando arreglar lo que no tenía estudiado se hundía más aun? ¿Qué demonios podía hacer?

-En realidad... -Tragó saliva. El nerviosismo se le notaba a la legua.

"Aquí no puedes mentir, Stephy, porque la puedes cagar a base de bien. Admítelo, te ha cogido. Cuéntaselo, omite detalles y retuerce las cosas que es lo que mejor se te da hacer. ¡Y respirando bien!"

-Y-y-yo... -"¡y sin tartamudear!" -... en realidad... es que... -Risilla nerviosa. -Perdóname... es que me has pillado... y esto es embarazoso...

Stephan miró a Heller con la esperanza de que este le dijera un "no te preocupes" o "si te cuesta, no hace falta que me lo cuentes", pero sus labios estaban sellados. Aquel silencio terminó de darle el empujón.

"A la mierda todo."

- ... Bueno, es que me trasladaron porque sufrí aco-... esteeeee, bueno, porque tuve problemas con unos... eh... un chico de allí, y me empezaba a encontrar incómodo.

Se tocó el cuello nerviosamente, buscándose el pulso mientras se acariciaba por encima de la clavícula.

La ceja izquierda de Heller se alzó por si sola, dotándolo de una expresión de pura expectación. Sentía las imperiosas ganas de dar saltitos sobre la cama por su nuevo triunfo pero se limitó a apretar los labios para contener su entusiasmo.

"¿Unos? ¿Uno? ¡Uy, alguien no parece tan seguro como antes!"

-Vaaaaya, tuvo que ser muy duro... Para requerir un traslado... -Heller alzó su fino brazo con delicadeza y acarició con calma el hombro de Stephan. Un gesto tranquilizador, un roce casi etéreo que se desvaneció pronto-. Pero ahora estás aquí, ¿no? Así que todo debería estar bien -miró a Stephan a los ojos con la misma sonrisa bonita con la que se hubo presentado en aquella habitación. Porque, claro, estaba de su lado.

"No es agradable que te hagan hablar cuando no quieres, ¿eh?"

-También fue por... -Heller se señaló la cabeza y el labio, refiriéndose al cabello rosado del alemán y el adorno de la boca-. ...¿no?

La tentación de meter el dedo en la llaga era irresistible, pero tenía que hacerlo con cuidado si no quería más sobresaltos.

-¿Esto? Ah, no, para nada. Los piercings y el hechizo de cambio de color de pelo fue este verano. Yo en Durmstrang ni siquiera llevaba nada lo que se dice "fuera de lo normal".

Se peinó el cabello con los dedos graciosamente.

-Por eso este verano fue en plan de "mira, está visto que ser discreto no me libra de los líos, así que a partir de ahora voy a ser como quiero ser" y ya está. En mi casa no tiene problemas con los "estilismos alternativos", así que bueeeh, sin malos rollos.

-Ya veo...

-Pero los malos rollos sí que me han perseguido hasta aquí. -Risotada. -Porque el jefe de la sección masculina no tolera "que vaya provocando a los demás con mi aspecto". En fin, pero tampoco es tan grave, solo saber llevarlo y lo mejor posible. Pero...

Stephan se llevó una mano a la boca y le dio una palmada en el brazo al rubio.

-¡... Pero bueno! ¿Cuándo ha pasado a ser esta conversación un mogollón de quejas mías? Tienes que estar tremendamente aburrido con todo el rollo este. Además... -Cambio de tema de manera poco sutil. - ...dentro de poco se va a celebrar solo entre alumnos y de manera clandestina por llamarla así, una fiesta de Halloween!