Papeleo burocrático de profesores

En la sala, que se encuentra en la planta baja de la torre de astronomía, reinaba el silencio. Este año habían cambiado los tapices del suelo y también se podían apreciar nuevas adquisiciones de plantas mágicas que decoraban el centro de la mesa redonda.
Tras el verano, las estanterías circulares de las paredes habían acogido una fina capa de polvo y también se apreciaba que las arañas habían tejido finas hebras de hilos entre lod huecos más insospechados.
Por las ventanas se iba apagando poco a poco la luz que provenía desde fuera. Aunque no era muy tarde, dentro de unos veinte minutos se produciría el atardecer.

-¡Lumus cereus!

De repente las velas que estaban flotando en la sala se encendieron con una llama de color negro. Una figura emergió de entre las cortinas y calculó en silencio una nueva posición para situarse. Cuando consiguió su objetivo, se volvió a integrar de nuevo como si fuese parte del inmobiliario de la sala.
Inclinó la cabeza para mirar en su finísima muñeca, un extraño mecanismo con agujas y un pequeño reloj de arena inclinado. Levantó la cabeza, y como ella esperaba, se empezó a abrir la gran puerta de madera de la sala.

Por la puerta entró una mujer de edad avanzada tarareando alguna canción desconocida. Tenía más aspecto de ama de casa que de profesora. Distraída y sin notar la presencia de la otra persona, se acercó a la mesa del centro y colocó en generosa fuente de plata llena de pastas y galletitas. Seguía canturreando mientras arreglaba las flores del centro de la mesa, y seguiría sin notar la presencia de la otra mujer de no ser porque ésta se reacomodó la mantilla que llevaba sobre los hombros. Se sobresaltó soltando una breve exclamación.

-¡Izabela! -dijo con los ojos muy abiertos y una mano en el pecho, donde latía aceleradamente su corazón en protesta por el susto- No sabes el susto que me has dado. Deberías de dejar de hacer eso, una nunca sabe cuándo estás ahí... Pero bueno, ¿cómo te ha ido el verano? ¿Quieres una galleta? -dijo con una sonrisa ofreciéndole la bandeja. La profesora de Adivinación cogió una de las mencionadas pastas, pero no la llegó a morder. En realidad Henrieta sabía que lo hacía por compromiso, pero su prsonalidad le obligaba a intentar socializar con todo el mundo.

-Yo he ido a pasar el verano con mi hijo, el mayor, el que es medimago. ¿Sabías que ya soy abuela? Oh, por supuesto que lo sabías, qué tonta soy. No te imaginas lo adorable que es mi nieto, es el niño más rico del planeta -comenzó a parlotear rápidamente mientras seguía arreglando la sala. Limpiando el polvo y las telarañas de la estancia a base de toques de varita. Las llamas de las velas pasaron de ser de color negro a un azul eléctrico, dando aún más luminosidad. Su charla no cesó hasta que notó que alguien más entraba en la estancia.

La puerta se abrió de par en par a la vez que un pequeño gritito llegó hasta los oídos de los que ya estaban dentro de la estancia. Un hombre de cabellos oscuros estaba tirado en el suelo, dejando una fila de papeles esparcidas en línea recta justo en frente suya. Levantó la vista mientras se ajustaba las gafas y miraba con un leve sonrojo de la vergüenza a las dos mujeres que estaban allí.

-¡B-buenos días! Perdón, creo que no me acostumbro al desnivel entre el pasillo y la sala...- Comentó entre risillas nerviosas a la par que recogía sus pertenenecias.- Creía que llegaba tarde. Me alegro de que no sea así...

-Todos sabemos que los tontos siempre tienen suerte.- En el umbral de la puerta apareció un hombre alto, rubio y de ojos extraordinariamente claros. Vestía con un uniforme militar adaptado a su rol dentro de la escuela y, entre sus manos enguantadas de negro, sostenía una larga y flexible fusta que giraba constantemente entre sus gruesos dedos.- Supongo que en esa postura pretendes enseñarnos cómo vive un muggle: a rastras.

Ignorando la mirada de reproche de Boris, Friedrich entró en la estancia y se sentó en su sitio con frialdad, cruzando las piernas y con la vista fija en la bandeja de galletas que posaban en la mesa.

-Buenos días, señorita Izabela. Buenos días, Henrieta... ¿Era necesario convertir nuestra reunión en el té de las cinco? No estamos en Inglaterra...

Nada más decir aquello, la puerta se abrió de nuevo, dejando paso a dos hombres que no podían ser más diferentes el uno del otro. El primero, de cabello negro y unos penetrantes ojos amarillos que repasaron la sala por completo al entrar; el segundo, de rasgos albinos y visiblemente más alto que su acompañante.

- Buenos días a todos. - se introdujo el moreno. - Antes de empezar la reunión, quisiera presentarnos como es debido. Somos los nuevos profesores de Pociones y Defensa contra las Artes Oscuras, Damien Durkheim y Michael Triggs.
- Encantado de conoceros. - añadió Michael, inclinando levemente la cabeza.

Una vez hechas las presentaciones, se sentaron en sus respectivos lugares a la espera de los profesores restantes. En ese tiempo, Damien se dedicó a observar a todos y a cada uno de los presentes, a los que solo conocía por la asignatura que impartían.

Unos pasos comenzaron a resonar por la sala, con tanta imponencia que los presentes se vieron obligados a silenciarse durante unos instantes, sobrecogidos por la fuerza de la que hacía gala la subdirectora. Con movimientos duros pero sinuosos se situó frente al resto de la sala y echó una de sus miradas inquisidoras.

-Un placer veros a todos de nuevo. -Comenzó con su voz grave y melodiosa. Un curioso estremecimiento general recorrió a los varones de la sala. -Para comenzar, debo comentaros que, tristemente, nuestro muy querido compañero que imparte clase de Runas Antiguas se incorporará a su puesto algo más tarde por un ligero imprevisto. Parece que la puntualidad está entre sus asignaturas pendientes. No seamos exigentes. Todas las rosas tienen pulgones.

El chiste más serio y afilado que pudieron oír los de la sala. Tras una breve pausa cargada de tensión, Ludwika prosiguió.

-Otra triste noticia es que nuestro nuevo compañero y profesor de Astronomía aún no ha llegado y no hay señales de su paradero. -Un murmullo general recorrió la sala. La subdirectora carraspeó. -No lo creo un motivo como para preocuparse, ya que si mira las estrellas que tanto debería conocer, técnicamente encontrará el camino correcto para llegar. Hasta la flor más inútil acaba teniendo un propósito de existir. -La segunda puntilla de la reunión.

Se paseó por la sala disfrutando del efecto de sus palabras con deleite.

-Ustedes dos son los que nos enviaron desde Inglaterra. Damien Durkheim, en prácticas de Pociones, pero con un historial con respecto a la materia tan brillante que haría palidecer a muchos estudiosos que le triplican la edad. Por lo que sé le han llegado a llamar "genio" por algunos de sus trabajos. Y usted, Michael Triggs, que destaca en especial por su gran habilidad para lograr grandes puntuaciones académicas con un porcentaje de materia un doce por ciento más elevado que la media. Aquí se valoran mucho los altos niveles de estudio, por lo que ambos son sinceramente bienvenidos.


Se acercó a los presentes con un poco más de suavidad en sus gestos, indicando que ya podían relajar el ambiente.

-El señor Brom, el señor Turull y yo misma, siempre estaremos atentos a los asuntos de esta escuela, así como el Señor Director. A los que nos conocemos, ya sabéis cuál es el protocolo y espero que ayudéis a nuestros nuevos compañeros a adaptarse. Y ahora, ¿algo que queráis comentar?

Empezó a toser levemente para llamar la atención, pero su intento fue nulo. Tras aquel gesto  levantó ligeramente la cabeza, con lo que produjo un tenue tintineo. Con es señal de aprobación la subdirectora pregunto:

-¿Algo que inusualmente quiéra aclarar señora Castilla?

Por primera vez, algunos de los reunidos percataron por fin su presencia, o simplemente se sorprendían por el hecho de que tuviese vida. Con un movimiento rápido, dejó la galleta encima de la gran mesa de madera pulida. Su voz era como un susurro muy sensual, pero sin llegar a la indecencia:

-La luna en la octava sincronicidad, fluctuará de acuerdo con los menesteres de las cuerdas metafísicas del subconsciente colectivo.

Aquel revoltijo de palabras inoherente no produjo ningún cambio en la actitud de los profesores. Damien Durkheim miró con ecepticismo a la sombra de donde había salido los susuros. En cambio los profesores más acosntrumbrados esperaron a una nueva intervención.

-Nuestro actual compañero de Astronomía, no podrá incorporarse a nuestra plantilla hasta mediados del segundo trimestre. Por lo que subdirectora Jaruzelski , recibirá la confirmación de la nueva baja sobre la segunda semana de octubre.

Tambien debo aclararle, que el profesor de Runas Antiguas no llegará en todo el curso. Así que si quiere puede comenzar a preparar las solicitudes para candidatos de las dos materias.

También debo de comunicarles que habrá muchas bajas en navidades debido a una gran gripe que se va a contagiar en toda la institución. Así que señor Durkheim, si no le importa, puede ir ayudando  los preparativos de las pociones al señor Turull, si está conforme la señora subdirectora.

Para acabar quisiera pedir, si no es mucha molestia, que otorgaran este año a la torre de desarrollo potestativo, algunos encantamientos insonoros y detectores contra incendios, para proteger mi salud y mis dominios contra algunos incidentes que ocurrirán durante todo el año. Además quiero recordarle al señor Januitis que tenga un especial cuidado con las escaleras de esa misma torre. Mis jaquecas se lo agradecerán.
Por cierto la señora Maelstrom se incorporará en breves momentos.

Concluido aquel discurso se dispuso a integrarse como pudo entres las sombras para volver a pasar inadvertida. La subdirectora tomó unas cuantas notas.

-Muchas gracias señora Castilla. No se preocupe, erradicaremos el problema de raíz.

-¿No llegará en todo el curso? Merlín, ¿qué le habrá pasado a ese pobre hombre? -dijo Henrieta visiblemente preocupada. Aunque el estruendo de la puerta abriéndose una vez más, de manera precipitada y algo violenta, la hizo dar un brinco.

-¡Siento mucho llegar tarde! -dijo la profesora de Cuidado de Criaturas Mágicas. Joven, despreocupada, y hasta cierto punto irritante por ello- Aunque seguro que Izabela sabía que pasaría esto -dijo mirando a la susodicha con una sonrisa, mientras se dejaba caer en su silla-. ¡Galletitas! Por esto es por lo que te he echado tanto de menos, Henrieta -cogió una galleta y comenzó a comérsela. Repasó los asientos vacíos haciendo una lista mental de los ausentes, pero era imposible que llegasen más tarde que ella, por lo que dedujo que no iban a aparecer. Así que en lugar de preguntar, se dedicó a comer felizmente su galleta.

-Luego nos pondremos al día, querida -dijo Henrieta, sonriente, dándole una palmadita en el antebrazo-. Ahora sigamos con los temas que nos atañen. He oído que este año ha vuelto uno de nuestros antiguos alumnos, pero un tanto cambiado... ¿Es eso cierto?

-Exactamente. La mayoría le hemos dado clase antes de que interrumpiera sus estudios. Es Aaron Kotovski.

-¿Entonces es cierto lo que comentan? Pobre muchacho...- Espetó la profesora de Cuidado de Criaturas Mágicas mientras cogía una segunda galleta de la bandeja.- ¿Y cómo lleva su nuevo estado? ¿Creen que sabrá incorporarse?

-Esto... perdón por interrumpir.- Boris dio un paso al frente, acercándose más a la mesa mientras masticaba una de las galletas e ignorando las migas que tenía pegadas en la comisura de su boca.- Nuestros nuevos compañeros, y yo también, no estamos al tanto de lo que ocurre con ese alumno. ¿Podrían aclarárnoslo, por favor? ¿Qué clase de problema tiene?

-Que es un vampiro. Ese es el problema.- Espetó Friedrich sin disimular el desprecio en su voz.- Deberías dedicar tu tiempo libre en ponerte al día en lugar de comportarte como algo que no tiene más que azúcar en sus venas.- El moreno abrió la boca para replicar cuando la subdirectora golpeó la mesa con tanta fuerza que las galletas rebotaron en la bandeja y algunas se desperdigaron por ella, sobresaltando a todos los presentes. Una vez hecho el silencio, indicó con un leve gesto de cabeza a Friedrich que podía continuar.- Mis más sinceras disculpas, señora subdirectora.- Friedrich, ignorando que también debería disculparse con el profesor de Estudios Muggles, elevó la fusta e hizo un leve movimiento con ella. Varios papeles apilados delante suya volaron en distintas direcciones hasta situarse frente a todo el claustro.- La subdirectora y yo hemos propuesto unas cuantas modificaciones para facilitar la adaptación al centro a este tipo de alumnos y evitar que se produzcan altercados desagradables con el resto de los estudiantes. Estamos abiertos a sugerencias y modificaciones...

- Por lo que veo, tendré que encargarme de preparar las pociones para estos "alumnos", ¿no es así? - dijo Damien, tras echar una ojeada al papel que le acababan de pasar. Tener vampiros dando vueltas por los pasillos no le hacía demasiada gracia. - En tal caso, necesitaré información detallada sobre cada uno de ellos: peso, altura, sexo, edad a la que fueron convertidos, cuánto tiempo ha pasado desde entonces... Pero vampiros en una escuela, ¿qué clase de idea es esa?
- Tienen derecho a continuar sus estudios, al igual que los demás. Yo no veo problema alguno... - respondió Michael, mirando de soslayo al moreno.

Aquella escuela era sin duda peculiar, empezando por sus profesores. Algunos de ellos infundían respeto a primera vista, si no provocaban escalofríos. Aunque tal vez fuese simplemente una primera impresión general errónea, después de todo, ninguno de los dos había trabajado antes en compañía de otros.

- ¿Y hay algún asunto más del que deberíamos estar al tanto?

La subdirectora se ciñó los guantes a las manos como un médico que va a hacer una revisión y volvió a pasearse entre los presentes, observándolos con detenimiento, como un ave rapaz a sus presas. Los hombres reaccionaban involuntariamente ante ella, algunos con estímulos placerteros y otros con los contrarios, todos ellos ajenos a la naturaleza de la mujer que los envolvía con su imponente aura.

De imprevisto cogió una galletita y le hizo un gesto de satisfacción a Henrieta, que le esbozó una amplia sonrisa.

-Me alegro que te gusten, querida. -Cogió una para acompañar a Ludwika.

-Como siempre, todo eficiente, en su sitio y con un acabado exquisito, Henrieta. No me entretengo más y voy a mencionar algunos puntos que deberían saber los nuevos que se han unido a nuestras filas.

-Desapariciones inexplicables. Miedos colectivos. Presagios de tormenta en medio del sueño más aséptico...

-Luego Izabela, luego. Déjame explicarlo a mí. Lo primero que deben tener en cuenta es la existencia del Pasillo Desvanecedor. Aparece suplantando a cualquier pasillo y ubican en cualquier punto del castillo, muy contrario al que se suele ir generalmente. Se distingue porque no hay cuadros y por una suave neblina salina que lo cubre. Ya están advertidos.
En segundo lugar, en nuestro río poseemos un leviatán, así que nada de ataques de pánico ni de hechizos innecesarios contra nuestra criatura. Si se quieren dirigir a ella (sí, es una hembra), llámenla Dessie.

Un murmullo leve entre sorprendido y divertido recorrió la sala, sobre todo entre Damien y Riff, que no sabían si reir o llorar ante ese nombre para nada menos que un leviatán.

-Ya saben cómo funcionan los accesos y las residencias. El protocolo de castigos, como siempre, es libre de cada profesor...

Von Gottlieb hizo crujir su fusta como afirmación.

- ... y los castigos físicos están justificados, con sus motivos y límites. En caso de faltas graves, obligatoriamente deben ser informadas ante el jefe de cada sección de alumnos, que somos Von Gottlieb y yo misma. Un encubrimiento de una pena, falta o castigo, costará una sanción. No podemos tolerar las malas hierbas en el centro, y eso incluye al profesorado. Esta escuela se enorgullece de poseer las más exquisitas y refinadas costumbres del continente, por lo que echarlas a perder es sencillamente intolerable. Pasamos la mano en muchas ocasiones, de hecho no siempre apretar el tallo da los mejores resultados... Pero si con la liana suave el tallo no se endereza, nuestro deber es estrangularlo. Ese es y será por siempre nuestra norma más sagrada.

La subdirectora hizo reinar el silencio más sepulcral, únicamente interrumpido por el sutil suspiro de regocijo del profesor de Transformaciones, que pellizó la punta de la fusta con suavidad.

-Profesor Damien Durkheim, debo informarle de algo. Además de encargarse del asunto de los vampiros, hay un alumno que requiere su especial atención. Su nombre es Kyo Saionji y es prefecto de sexto curso. Como puede ver, le será fácil contactar con él. A partir de su siguiente clase deberá hacerle un preparado regular de una medicación que debe tomar debido a un trastorno sanguíneo. Le dejaré el preparado del que anteriormente se encargaba de su caso, y si puede investíguelo. La biblioteca de aquí es muy amplia y estamos abiertos a sugerencias. El que encuentre un remedio aún más eficaz para el problema de este alumno le supondría, llamémoslo, un "empujoncito" en sus prácticas... Usted me entiende.
Después de lo hablado, vienen preguntas, sugerencias y lo que necesitéis. Adelante. Soy toda oídos.

Algunos presentes empezaron a sugerir temas para hablar, que Izabela ya había previsto. Sacó de una manga oculta de su túnica negra una baraja alargada. Empezó a concentrarse mientras barajaba.

En su mente surgió una negrura densa y vaporea. Mientras que encontraba el camino hacia su tercer ojo, vislumbraba imágenes, ideas… palabras, caos. Evitaba mantener contacto con algunos de los resquicios o fragmentos de futuro aleatorios. Simplemente su cabeza ya estaba muy saturada…

-Las galletas le van a causar un gran malestar en la espalda, Señor Januitis.

Miró la primera carta: “confirmación”. Siguió barajando, mientras los presentes empezaban a elevar el tono de la conversación. Su mente siguió divagando, hasta que una imagen alarmante ocupó toda su mente… Abrió los ojos, y vislumbró entre su mantilla, al nuevo integrante de la plantilla: Michael Triggs. Destapó la primera carta de la baraja: “Relación”. Destapó la siguiente carta: “Enfermizo”.

Volvió a mirarlo por un segundo. Después cerró los ojos y siguió barajando. Sabía perfectamente que se había dado cuenta de esa mirada indiscreta. Aun así, simplente él siguió comtemplandola.

-Sí, yo creo que el tema de las clases para los alumnos vampiros es primordial -decía Henrieta a la subdirectora en ese momento-. No sólo las aulas en sí, todo el colegio deberá adaptarse a sus necesidades. Debemos recordar que no debe darles el sol en ningún momento.

-Por favor, Henrieta, no diga obviedades -suspiró Von Gottlieb.

En ese momento, la galleta que Boris se estaba comiendo se partió, y tratando de que el trozo no llegase al suelo, lo que consiguió fue hacer un raro aspaviento y terminar en el suelo él. Izabela se limitó a mirarlo con un gesto que podría interpretarse como un "ya lo había dicho". Michael, por su parte, se apresuró a ayudarle a incorporarse, mientras Von Gottlieb simplemente se limitó a echarle la mirada de superioridad más dura de su catálogo, mientras sus dedos jugueteaban con la funda de su fusta.

-Me da lástima por el pobre Aaron -dijo Sigrid en ese mismo instante, tratando de simular su divertida sonrisa comiéndose su quinta galleta, una de las que estaban sobre la mesa tras el manotazo de la subdirectora-. Ese chico amaba las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas, pero me temo que este año no podrá inscribirse en ellas. Demasiadas horas al aire libre, no creo que pueda adaptar el temario de este curso a animales que vivan únicamente en cuevas o de noche... Lo mismo pasa con Herbología... Supongo que tendrán sus propios horarios para "alimentarse", ¿no? Me gustaría asegurarme de que respetasen los animales que más me interesan para las clases.

-De ese tema ya hablé personalmente con la subdirectora y ambos acordamos marcar dos toques de queda. El estándar es a las nueve de la noche. Tras esa hora, ningún alumno tiene permitido deambular por los pasillos bajo ningún concepto. En el caso de los alumnos "especiales", su toque de queda será a las 11 de la noche, teniendo esas dos horas para alimentarse. Sigrid, aquí tu papel es importante.- Recalcó Friedrich dirigiendo su atención a su compañera quien le dedico una sonrisa cordial mientras lo escuchaba.- A lo largo de las semanas de sol, deberás dejar un conjunto de presas en una de las mazmorras libres dónde las alimentaremos y mantendremos con vida. Esas serán las reservas para los meses de lluvia no tan escasos por aquí. Con respecto a los animales a los que se les está permitido cazar, para ello necesitamos que nos haga una lista de aquellos a los que no se deben acercar. La subdirectora y yo se los haremos llegar personalmente.

-¿Haremos? ¿No era un solo alumno?- Preguntó Boris reponiéndose de la caída tras darle las gracias a su acompañante de cabellera albina.

-En realidad son dos: una chica que ha pedido el traslado por circunstancias personales llamada Zhen Zhuo y el joven del que estamos hablando ahora mismo, Aaron Kotovski.- Aclaró la subdirectora con solemnidad.

-Este curso promete ser movidito... -Le susurró Boris a Michael dejando escapar una risilla divertida e ignorando las malas caras del profesor de transformaciones.- Espero que puedan adaptarse bien.

- No creo que haya problemas con eso, estoy seguro de que todo irá bien... - respondió Michael con una sonrisa conciliadora. - Aunque sí, este año se presenta lleno de sorpresas...
-Dejar estudiar vampiros... Todavía no me lo creo... - murmuró para sí el profesor de Pociones, que recibió una ojeada de su compañero albino.

"Movidito" o no, el curso se presentaba bastante fuera de lo común, y ya desde el principio, parecían existir algunos roces entre determinados profesores, como Boris y Von Gottlieb, que debían de conocerse de antemano si ese también era el primer año del profesor de Estudios Muggles.

- Discúlpeme si esto no es adecuado, pero... - preguntó Michael entre susurros. - ¿Usted y el profesor von Gottlieb os conocéis? No he podido evitar notar cómo os dirigís el uno al otro...

-Ah... bueno, eso es porque... -La subdirectora interrumpió la frase con firmeza, como indicando que las charlas informales en medio de una reunión no estaban permitidas.

-... Eso es porque el profesor Januitis estudió aquí antes y nos tuvo a algunos de nosotros como profesores. Y no es el único de nuestro elenco que es un antiguo alumno. -Ludwika le lanzó una sutil mirada henchida de orgullo a su plantilla. -Aquí se goza de un ambiente más familiar de lo que pueda parecer en un principio. Espero que ustedes también se sientan tan integrados como se merecen.

La subdirectora lanzó una sonrisa a Michael, quien no pudo evitar sentir un golpe excitante e imprevisto durante un lapso de tiempo, provocado por la secreta ascendencia de la mujer.

-Si no tenemos más que tratar, ruego que hagan una rueda de preguntas. Por cierto, von Gottlieb...

El profesor de Transformaciones, con su porte erguido habitual, posó sus cristalinos ojos sobre la subdirectora aspirando con la nariz.

- ... Tengo entendido que hay alguien que quiere hacerle una queja...

Durante un corto paréntesis de tiempo se hizo un silencio de lo más incómodo. ¿Una queja para von Gottlieb? ¿Cómo podía ser eso? ¿Quién en el centro era lo suficientemente valiente como para hacer algo así...?

Arqueó la ceja con escepticismo, como si no se terminase de creer lo que estaba pasando. ¿Una queja? ¿A él?

-Reúnase con los prefectos e interrogue acerca de ello cuanto antes. No querrá tener una mancha en su historial por esto, ¿verdad? -El rubio alemán de aspecto imponente tragó saliva lanzando un casi inapreciable gemido mientras su garganta se tensaba. -Y no se hable más del tema de momento. Ninguna salida de tono más. ¿Quieren entonces realizar algunas preguntas o nos disolvemos ya?

-Si no le importa subdirectora Jaruzelski, ya no se aportará nada relativamente importante en esta convocatoria.

La subdirectora hizo una leve inclinación con la cabeza, a modo de aprobación. Se levantó y, sin ningún ruido, se dispuso a abandonar la sala.

-Izabela, puede pasarse por mi casita siempre que quiera tomar un poco de té por las tarde. No se olvide. Ya sabrá usted cuando ir.

Una vez salió de la sala, con rapidez guardó su baraja de cartas y dobló el primer pasillo que encontró. La verdad era que no quería abordar ningún tema de conversación con los próximos que iban a salir de la reunión.

Hoy simplemente se dispondría a hacer averiguaciones de los nuevos integrantes. Mas tarde, la subdirectora le pediriá reunirse con ella para completar un informe completo sobre cualquier tema escabroso que pueda perjudicar el buen nombre de la escuela. Como ya lo sabía de antemano, simplemente esperó en la sombra de aquel pasillo. Ella sabía que ese acto agradaría a su subdirectora.

-"Después de todo, tenemos que amar al gran director."

-Bueno, si Izabela lo ha dicho será verdad -Sigrid sólo se encogió de hombros, recogiendo de la mesa la galleta que la profesora de Adivinación había abandonado-. Así que asumiendo que no van a añadir nada, discúlpenme señores, pero tengo una larga lista de animales que elaborar.
Así como Sigrid vino la última, fue casi la primera en marcharse. La atmósfera de la sala se había relajado bastante, todos habían dado por finalizada la reunión, y algunos profesores incluso hacían comentarios irrelevantes entre sí.

-Bueno, entonces yo también me voy -dijo Henrieta recogiendo el plato de galletas, sobre el cual sólo quedaban unas cuantas migas solitarias-. Boris, querido, si quieres algunas más de éstas, tan sólo dímelo, ¿de acuerdo? -No era necesario mencionarlo, pero las manchas de chocolate en las comisuras de la boca del profesor de Estudios Muggles eran motivo de felicidad para ella. Nada la ponía más contenta que ver cómo la gente disfrutaba de sus postres, y no sería la primera vez que aquel profesor se llevase una de sus mejores hornadas- Si en algún momento necesitáis algo, lo que sea, podéis encontrarme en la casita que tiene las hortensias azules en la puerta -añadió dirigiéndose a los profesores nuevos de aquel año -. Hasta pronto, Ludwika. Caballeros -con esta escueta despedida y su habitual sonrisa, salió por la puerta.

-Hasta luego, Henrieta.- Boris le dedicó una sonrisa amable mientras la despedía con la mano, contento de volver a estar con sus compañeros del claustro. Su mirada se cruzó con la del profesor de transformaciones quien le dedicó un gesto lleno del más profundo y frío desprecio, logrando hacerle arquear una ceja de forma desconcertante. ¿Es que siempre iba a estar con esa cara de peras agrias cada vez que se encontraran?

-Subdirectora, ¿sabe algo más con respecto a esa queja de la que me habló?- Von Gottlieb ocultaba muy bien su enfado, pero un reflejo rojo en sus pupilas azules delataban su inestable estado de ánimo.

-No tengo mucha constancia sobre eso, pero si que recibí un mensaje del señor Brom sobre ello. Dijo que le esperaba en el aula de historia tras acabar nuestra reunión. Le sugiero que vaya a hablar con él cuanto antes para que le ponga en antecedentes y después pueda aclarar este problema con alguno de los prefectos.

-Gracias por el consejo, subdirectora. Si me disculpan...- Sin decir nada más, el profesor de transformaciones cogió sus pertenencias y abandonó la sala, ignorando al resto de sus ocupantes mientras maldecía para sus adentros ante la perspectiva de ir hablar nada más y nada menos que con el profesor de Historia de la Magia: la única persona capaz de hacerle callar.

-Bueno, supongo que yo también me iré. Todavía tengo que planificar mis clases. Gracias por todo, subdirectora...- Boris le intentó dedicar una sonrisa apacible a aquella mujer que tanto le imponía, pero cuanto más la miraba, más se le iban los ojos y más ideas inmorales invadían su mente con una insistencia típica de un adolescente con sus revueltas hormonas.- Ejem... Esto, profesor Triggs, ¿le importaría si luego paso por su despacho? Me gustaría hablar un poco más con usted, si no le importa...

- Por supuesto, venga cuando quiera, profesor Januitis. - le contestó Michael, estrechándole la mano. - Ha sido un placer conocerle a usted y a todos los demás profesores.

En ese momento, Damien se colocó justo detrás del albino, dirigiéndole una mirada de indiferencia al profesor de Estudios Muggles, que se encontró de lleno con los ojos amarillos del inglés.

- Sin duda... - continuó el moreno, sin la emoción que le había puesto su compañero. - Nosotros también nos marchamos, entonces. Vamos, Riff.

El hombre dio un respingo al ser llamado así, pero no dio más muestras de molestia. Se encaminó junto al profesor Durkheim hacia la puerta, no sin antes despedirse adecuadamente de la subdirectora.

- Y le agradecemos de nuevo el aceptarnos en la escuela, a pesar de nuestra inexperiencia en la enseñanza. - añadió Michael antes de salir de la estancia.

Una vez se quedó a solas, la subdirectora relajó el peso de los hombros e hizo un par de movimientos con el cuello para eliminar la rigidez. Cerró los ojos y permaneció durante escasos momentos sumida en sus pensamientos.

Algo le decía que ese curso iba a ser movidito. Nada más empezar ya tenían a una pareja de profesores ingleses con una neblina impura a su alrededor, una queja para nada menos que von Gottlieb y ausencias varias.

-Eso por no mencionar la última réplica de Veda Cecky... -Suspiró la mujer sujetándose la mano enguantada. -Espero que todo se esté ubicando como usted desea, mi Señor Director.

Un extraño silencio susurrante fue la respuesta. Ludwika sonrió.

-Evidentemente, mi Señor Director.

Todavía tenía un par de asuntos por tratar. La subdirectora se apretó la camisa y salió de la estancia. Dobló el pasillo y en un rincón oscuro se encontraba a quien quería ver en ese momento.

-Izabela. Ven conmigo.

Sin más palabras ambas mujeres emprendieron camino juntas.