Cruce de caminos

Faltaban tres minutos para la hora acordada, aunque ella ya llevaba allí otros siete. Había quedado con Aaron Kotovski (Aaron, debía llamarle Aaron, ¿por qué le resultaba tan raro?) para comprar las cosas necesarias para la fiesta de Halloween. Sólo quedaba una semana, y aquel chico parecía ser el único prefecto en el que se podía confiar como tal. Como la buena chica previsora que era, llevaba un pequeño bolso de mano, encantado mágicamente para poder meter cantidades ingentes de objetos en él. Y como buena chica con buen gusto que era, el bolsito pegaba perfectamente con sus botines, completando el conjunto de su vestido verde con vuelo.

De pie junto a la fuente (no iba a sentarse allí ni por todos los galeones del mundo), miró al cielo. Estaba nublado, posiblemente incluso lloviese, nada fuera de lo común en aquella región en otoño. Aquello podría venirles bien, debido a la condición de su compañero. Debía tener cuidado de no hacer preguntas extrañas sobre el vampirismo por mucho que le picase la curiosidad de vez en cuando, y también de no meter la pata. Aunque de todos modos, por muy extraña que fuese la situación, no podía ser más incómoda que una ronda de guardia con Saionji.

Finalmente vio como Aaron atravesaba el puente entre la escuela y la plaza, la saludó con la mano mientras se acercaba. Ella se limitó a dirigirle una sonrisa.

-¿Llevas mucho rato esperando? -preguntó cuando llegó a su lado. Incluso con un poco de apuro.

-En absoluto, siempre me adelanto, así me aseguro de no llegar tarde -respondió ella con una pequeña sonrisa.

-Es un alivio que seas tan previsora.- Dijo el ucraniano con naturalidad mientras repasaba velozmente el aspecto de su compañera sin poder evitar pensar en lo bonita que parecían aquellas piernas que se ocultaban de forma recatada bajo su amplia falda.-"Aaron, joder, compórtate ya, hombre." ¿Te parece si nos sentamos?

El ucraniano guió a la chica hasta uno de los bancos de piedra cercanos a la fuente. Si bien era cierto que agradecía aquel día nublado, el sol picaba más de lo que aparentaba por lo que le convenía estar cerca de lugares en los que pudiera resguardarse de sus devastadores efectos sobre él. Ambos se sentaron manteniendo una distancia prudencial que, en lugar de facilitar su acercamiento, hacía la situación más incómoda de lo que ya era. No era porque su acompañante le cayera mal (más bien todo lo contrario) sino porque ninguno estaba bajo su "rol" habitual. No estaban dentro de la escuela y ninguno llevaba sus uniformes por ser fin de semana. Aaron no pudo evitar comparar el atuendo de la joven, elegante y fino, con lo que era su ropa habitual: unos vaqueros algo desgastados, una camiseta con algunos imperdibles añadidos alrededor del logo de "The Pillows" y unas zapatillas desgastadas que él mismo se customizó cuando aún se preocupaba por ello.

-"Parecemos copy/paste" Bueno, Eva... Er, Eveline.- El moreno se sintió estúpido por la incomodidad que le produjo decir el nombre de la prefecta, como si aquello fuera tan obsceno como intentar mirarle las bragas.- ¿Has pensado en alguna cosa para la fiesta? La verdad es que me alegré de que nos reuniéramos. Al resto les gusta la idea de la fiesta, pero no parecen tener muchas ganas de organizar nada.

-No te equivocas en lo más mínimo -comentó la euroasiática mientras se alisaba los pliegues que se formaban en su falda. Se había levantado un poco de aire, por lo que puso las manos y el bolso sobre su regazo, de manera que la falda no se levantase -. Smirnov no es de las que más colaboran precisamente. Los prefectos de quinto... bueno, ya te dije que Hilda parece muy responsable, pero parece gastó todo su valor en dar la propuesta del baile de máscaras. Y Saionji es un tema aparte. Nunca estará en la misma habitación que yo por voluntad propia. El año pasado fue más o menos igual, los prefectos de séptimo estaban deseando dejar sus responsabilidades en manos de cualquier otra persona... Y me tocó a mí, claro -otra risa cortés acompañada por una mirada directa a los ojos grisáceos de su acompañante, que parecía mirarle con cierto interés. Por supuesto, eso a Eveline le encantaba.

-Eh... -por un momento pareció que a Aaron le costaba desprenderse de su ensimismamiento- Debe ser difícil tener que encargarse de todo uno mismo. No te preocupes, yo por lo menos no relegaré mis responsabilidades sobre ti -dijo con una media sonrisa, como si hubiese querido sonreír ampliamente y algo se lo impidiese.

-Es de agradecer tener un poco de ayuda de vez en cuando... Bueno. Creo que lo primero sería decidir qué parte de nuestro presupuesto nos gastaremos en cada cosa. He estado haciendo cuentas -sacó un trozo de peramino del bolso y se lo dió a Aaron para que le echase un vistazo-, y creo que lo más importante es la bebida sobre la comida y la decoración. El salón Olivino ya es lo suficientemente vistoso de por sí, y los alumnos ya habrán cenado antes de la fiesta.

Aaron cogió el pergamino que la muchacha le tendía con elegancia y examinó los cálculos que esta había realizado. Ya sabía de antemano que, al contrario que otros prefectos, Eveline cumplía con sus obligaciones, pero no solo las cumplía sino que, además, las llevaba a cabo con una eficacia más que digna. Una leve sonrisilla se le escapó.

-Está muy bien planteado. Aunque nuestro presupuesto haya sido bajo, has distribuido muy bien los gastos.- Durante un momento se le desvió la mirada a las piernas de su acompañante, pero se obligó a sí mismo a volver a prestar atención al tema que ambos iban a tratar. Aquel no era el mejor momento para esas cosas, por mucho que sus hormonas reaccionaran ante la euroasiática.- "Y yo que pensaba que siendo vampiro ya no tendría calentones". ¿No crees que deberíamos comprar más bebida y menos comida? La mayoría querrán beber más que comer... "Más bien beber alcohol como los camellos beben agua".

-Eso es lo que he dicho -no pudo sino alzar una ceja. Era raro que no se explicase correctamente. Lo que no era tan raro era que la gente no le escuchase correctamente. Parece ser que Kotovski estaba distraído de verdad -, dar prioridad a la bebida sobre la comida y la decoración. Siento mucho si no me he explicado bien, pero me alegro de que al menos estemos de acuerdo en eso -concluyó con una serena sonrisa, la sonrisa cordial ensayada que ya parecía tan natural en ella. Una nueva ráfaga de aire trató de levantar su falda, sin éxito. Sería un problema al caminar, pero nada que no se pudiese solucionar con un hechizo fijador... Si ella quería usarlo, claro.

-Será mejor que nos pongamos en camino cuanto antes, ¿no crees?

-Tienes razón. Cuanto antes empecemos, antes acabamos.- Añadió el ucraniano mientras se levantaba al lado de su acompañante. En aquel momento se percató de la diferencia de estatura de ambos y no pudo evitar pensar en que aquella altura no suponía un defecto con aquellos rasgos que la chica poseía y que a él tanto le gustaban.

Ambos caminaron uno al lado del otro mientras abandonaban el centro de la plaza y se acercaban a los diversos puestos que allí había. De improvisto, el joven comenzó a sentir un extraño pellizco en la boca del estómago que no tenía nada que ver con sus hormonas y las hermosas piernas de la euroasiática. Tardó unos segundos en percatarse de que era exactamente aquel sentimiento: nostalgia.

-"Es verdad... La última vez que paseé por aquí fue cuando estaba con Erika."- Reconoció con tristeza mientras recordaba a su antigua novia. No la culpaba de nada, pero todavía le molestaba el hecho de haberlo perdido todo por aquel "accidente". Meneó la cabeza levemente y volvió a dirigir su atención a su acompañante.- "Debería estar penalizado acordarse de las ex-novias cuando tienes una chica tan buena al lado". Bueno, Eveline. ¿Has escogido el tipo de bebidas? Lo digo por si compramos primero las asequibles en tiendas o prefieres que vayamos al "otro lugar".

Eveline medio sonrió  con cierto aire de misterio mientras miraba a Aaron. Estaba claro que sabía cómo hacer aquel trabajo, y eso a ella le gustaba, pues no era una persona que le gustase estar explicando cada minucia continuamente.

-Creo que será mejor que primero vayamos a por las cosas más normales, nunca es tarde para ir a ese lugar, pero las tiendas normales cierran poco después de que anochezca. Y eso no nos da demasiada cobertura, ya sabes...

-Claro, tiene sentido. Entonces mejor vamos primero a la tienda que está junto a la tetería.

Cuando volvió a mirar a Aaron le pareció ver una pequeña mota de amargura en su habitual sonrisa, mientras paseaba la mirada distraídamente por los artículos de los puestos callejeros. No era propio de una señorita preguntar, así que no lo hizo, e intentó buscar algún tema de conversación lo suficientemente interesante para entretenerle, y a la vez lo suficientemente trivial como para no caer en conversaciones demasiado personales.

-¿Cómo ha ido la charla con Von Gottlieb? Ya sabes, por el tema de Stephan Keehl.

Aaron dejó escapar un suspiro mezclado con una risilla amarga antes de responder.

-No tiene mucho misterio, ¿no? El profesor von Gottlieb solo escucha lo que quiere oír.- El prefecto siempre procuraba no hablar mal de los profesores o de algún alumno influyente, pero su acompañante demostraba no ser una chica del montón y amante de los cotilleos así que se permitió el lujo de relajarse un poco.- Cuando le expliqué los detalles de lo que pasaba me echó una mirada digna de un basilisco.- Añadió mientras se reía. Inconscientemente, se tapó la boca y recuperó la compostura antes de seguir hablando mientras caminaban.- Bueno, lo mismo él mataba al basilisco más bien. Pero me quedé bastante preocupado por el chico ya que parecía que el profesor se había ensañado con él. ¡Ah! Y ni me preguntes por Oddrey, que ya le vale dejarme a mi con semejante marr... er, lío.

No pudo evitar soltar una discreta risilla. Los comentarios de Aaron eran bastante originales, al menos no se limitaba a insultar y decir palabras malsonantes como el resto de los alumnos de su edad... Bueno, en realidad no estaba segura de la edad que tenía, pero no encontraría metáforas tan ocurrentes en la sala común de la escuela.
-Aprenderás a lidiar con Smirnov, ella no es tan mala chica, pero no le gustan nada las responsabilidades. Es otro caso en el que no entiendo cómo pudo aceptar el cargo de prefecta, al igual que Saionji. Pero si se lo dieron por algo será, ¿no? ... Ah, ese es el primer sitio donde tenemos que parar -dijo señalando una tienda de chucherías mágicas con la mirada, antes de que Aaron pudiese añadir nada, le dio la impresión de que le preguntaría por Kyo, y después de la conversación con Anya no tenía ganas de hablar de aquel tema, simplemente se le habían escapado las palabras antes de pensarlas-. Suelen tener dulces especiales para cada festividad del año...

No se le había pasado por alto aquello. Había cambiado de tema con bastante agudeza, pero de una forma aún así forzada. ¿Acaso mantenía algún tipo de relación con Saijonji? Aaron tomó nota mental de aquello mientras procuraba que no se notase su interés. No tuvo la oportunidad de conocer bien al otro prefecto de la promoción de su acompañante, pero recordando como se marchó, enfurecido, tras lo que él había dicho, le había dejado bastante mal sabor de boca.

-"Y bien que mirabas su yugular, so cerdo."-Dijo aquella vocecita dentro de su cabeza mientras le sonreía a la euroasiática con naturalidad.- Estás muy puesta. ¿Crees que venderán cosas de Halloween? Como no es una fiesta nacional, seguramente tendremos que comprar cosas parecidas y transformarla nosotros para que tengan forma de calabazas y esas cosas. ¿Se te dan bien las transformaciones?- Le preguntó mientras le abría la puerta del establecimiento para que ella pasara primero. En aquel momento, un golpe de viento levantó de más la falda de su compañera, mostrando levemente aquellos muslos blancos y lisos ocultos tras la tela.- "Madre mía, que pedazo de piernas..."

Por extraño que pudiese parecer a ojos ajenos, Eveline se preocupó más de reordenar su cabello que la falda, a la que atendió en segundo lugar tan pronto como se aseguró de que su flequillo estuviese intacto.
-Sí, se me dan bastante bien, pero mi verdadero fuerte son los encantamientos -dijo entrando en la tienda un poco apresurada, para evitar más ráfagas de viento indeseadas-. Por lo menos la calabaza es un fruto muy típico de esta época, así que con que tengan el sabor, la forma no será ningún problema. Además hay algún buen alumno de transformaciones en el grupo de prefectos. Aunque no me agrade, podemos pedirle ayuda a él si no queda más remedio.

-Oh, bienvenida señorita Evans, me alegro de volver a verla en mi pequeño local -saludó un hombre mayor desde el mostrador, el dueño de la tienda, al que se le iluminó la cara con una sonrisa ante la presencia de la joven-. Vaya, sólo ha pasado un verano y ya me parece toda una mujer... - Siempre que Eveline entraba en aquella tienda, significaba que iba a ganar unos cuantos galeones, y nunca había perdido la esperanza de ganarse algún que otro más por un par de cumplidos.

-Buenas tardes, señor Alabaster -contestó la chica con una gran sonrisa y una leve inclinación de cabeza, como todos los orientales, sus ojos se entrecerraban con la sonrisa, de manera que pareciese que brillaban aún más. Desde pequeña sabía cómo hacer negocios, si el hombre iba a halagarla, ella también sabía cómo jugar a aquel juego-. Espero que haya disfrutado del verano. Supongo que ya sabe a qué vengo, Halloween se acerca, y estoy segura de que nadie en todo el pueblo me hará una oferta tan deliciosa como la suya.

-Claro, claro. Por favor, eche un vistazo por aquel rincón, allí he puesto los nuevos productos de esta temporada. Mientras tanto revisaré si tengo algo interesante que ofrecerle en el almacén, ya sabe que siempre reservo las mejores exquisiteces para ocasiones especiales.

-Se lo agradezco mucho -dijo con otra sonrisa mientras el anciano desaparecía por la puerta de la trastienda. Por un momento le pareció que Aaron se había quedado descolocado, así que volteó a mirarle-. ¿Ocurre algo Kotov...? Perdona, ¿ocurre algo, Aaron?

-¿Eh? ¡Ah! No, no. Perdona, me he quedado en mi mundo.- Dijo para salir del apuro. Lo cierto era que el ucraniano no se esperaba estar con una persona tan influyente. Sabía que el dueño de la tienda era un poco pervertido que se limitaba a piropear jovencitas y, como mucho, hacerle alguna rebaja para que ellas le sonrieran melosamente al darle las gracias, pero ver como se desenvolvía su acompañante nada más entrar le había dejado bastante impresionado.- "Bueno, mientras no sea como el cabrón de Levrans, supongo que no tengo que temer por mi culo." ¿Que tal si echamos un ojo a la mercancia?

Ambos jóvenes fueron hasta el rincón que el dueño de la tienda les había indicado y evaluaron cada uno de los elementos que pensaban comprar, analizando la calidad con respecto al precio y la cantidad a llevar de cada cosa.

-Ey, Eveline. ¿Qué te parece esta calabaza?- Aaron cogió una de las más grandes y se la acercó a la muchacha quien la miró meticulosamente con el fin de decidir si era lo que buscaban o no. De imprevisto, aquella hortaliza dejó escapar una sonora carcajada, abriendo una boca que inapreciable a primera vista para luego volver a la normalidad. El ucraniano se echó a reír.- ¡Mira, creo que era lo que buscábamos!

Eveline se había sobresaltado, no esperaba aquella reacción por parte de una calabaza. Logró recomponerse lo suficientemente a tiempo como para que no se le cayese de las manos, pero el rubor de la vergüenza por su estúpida reacción ya cubría sus mejillas. Y encima Aaron se reía de ella, qué vergüenza. Le devolvió la calabaza con cuidado, como si fuese a volver a asustarla o se fuese a romper, mientras el vampiro mantenía su sonrisa alegre, inconsciente de que se podían apreciar perfectamente sus afilados colmillos. Aunque aquello le daba un atractivo especial, no podía negarse. La vista de Eveline no subió de ahí, su vergüenza le impedía verle a los ojos. Observó el precio de las calabazas... Y luego mentalmente le aplicó el descuento que sabía que le harían al comprar varias.

-Supongo que con una docena de éstas, repartida por todo el Salón Olivino deberían ser suficientes... -musitó con la cabeza un tanto gacha, al contrario de su actitud habitual, altiva y orgullosa. De todos modos siempre podía fingir que estaba viendo el resto de los productos.

El ucraniano, aún con la risa floja, dejó la calabaza dónde estaba y saco un trozo arrugado de pergamino del bolsillo de su pantalón junto a una pequeña pluma de bolsillo. La agitó un par de veces y luego apuntó la cantidad de calabazas que iban a pedir después en el mostrador.

-¡No te lo tomes tan a la tremenda! Creo que estas gustarán mucho...- Añadió el a modo de disculpa ya que parecía que su arrebato adolescente había puesto en evidencia a su acompañante, aunque no lo tenía demasiado claro ya que parecía que estuviera concentrada en los demás artículos.- Bueno... ¿echamos un vistazo a los murciélagos de caramelo voladores? Aunque no sé si los alumnos de la fiesta querrán perder el tiempo cazándolos para comérselos...- Aaron intentaba aparentar madurez y frialdad para no quedar como un crío al lado de la euroasiática quien hacía gala de sus buenos modales y de su madurez. Sin embargo, el placer que le provocaba verse preparando aquella fiesta le hacía estar más eufórico de lo que alguien de su edad tendría socialmente permitido.

-Tienes razón -que Aaron siguiese con la conversación le calmó los nervios y bajó su rubor. No entendía por qué aquel chico estaba tan contento aquel día, pero no sentaba mal estar con alguien de buen humor para variar, así que simplemente lo agradeció en silencio. Podía ser que incluso tuviese una tarde normal con conversaciones normales-. Seguro que los alumnos piensan en hacer otras cosas más que corretear tras los murciélagos. Aún así podríamos encantar murciélagos de origami para que revoloteen por el Salón creando un poco más de ambiente... Oh, creo que eso está mucho mejor -dijo mirando a la esquina del techo, de donde colgaban arañas hechas con chocolate negro, hilando telarañas de azúcar, justo encima de los escorpiones picantes con sabor a marisco-. Aunque con lo grande que es el Salón necesitaremos veinte o treinta...

Vio cómo Aaron tomó un pequeño apunte sobre las arañas por el rabillo del ojo, pero más importante era que el dueño de la tienda volvía a aparecer tras el mostrador, con un par de cosas en la mano.

-Siento haberles hecho esperar. No tenía la gran cosa ahí dentro, pero creo que esto puede interesarle, señorita -dijo dejando en el mostrador una caja de grageas Bertie Bott, y una manzana vieja, arrugada, como si estuviese a punto de ser pasto del moho. Eveline no pudo ocultar la mirada de desagrado-. Ésta es una selección de Halloween de las grageas Bertie Bott de todos los sabores, no creo que necesite más explicación. Y esta manzana... Según la persona que la muerda cambiará de sabor. A cada uno le adopta su sabor favorito, a pesar de su aspecto, son ciertamente deliciosas -. Le tendió la manzana a Eveline, insistiendo en que la cogiese, ya fuese para probarla o sólo para examinarla más de cerca.

-No sé si esto es lo que estamos buscando...-ninguno de los dos muchachos parecía muy convencido ante aquella idea.

-Verán, en mis tiempos, niños humildes como lo era yo, jugábamos a un juego popular llamado "morder la manzana". Era simple de entender, consistía en intentar comerse una manzana sin tocarla con las manos ni utilizar magia en ella, mientras se mantenía suspendida en el aire.

Aquello le dio una buena idea a Eveline. Sabía perfectamente qué era lo que buscaban la mayoría de los alumnos en aquella fiesta. Morder una deliciosa manzana, que sabe a lo que más te gusta del mundo, mientras tu actual pareja de la fiesta la muerde por el otro lado, era una idea tentadora.

-Nos llevamos dos cajas de manzanas y tres de grageas. Veinte arañas de chocolate, diez escorpiones picantes y quince calabazas encantadas -dijo del tirón tras hacer un cálculo mental del precio, con el descuento incluido-. ¿Quieres añadir algo más, Aaron? -preguntó cortésmente mirándolo con una sonrisa cordial.

-Mmm...- EL ucraniano echó un vistazo a su alrededor, repasando todos los artículos que aquella tienda exhibía de una forma tan ostentosa que los objetos parecían estar gritándole "cómprameeeeee" con voz melosa.- Creo que lo tenemos todo. Además...- Se acercó cuidadosamente al oído de la chica aprovechando una breve distracción del dependiente que miraba a uno de los compradores como si temiera que este fuera a marcharse sin pagar.- ...todavía tenemos que comprar lo "otro" y eso sí que nos va a llevar tiempo, teniendo como tenemos que buscar a la "hilandera".

-Tienes razón... -susurró Eveline mirándolo de reojo. En cuanto el dependiente volvió a verlos con su conveniente sonrisa, ella le miró del mismo modo-. Eso es todo, señor Alabaster. Espero que me haga un buen precio.

-Claro, claro... -no es que a aquel hombre le gustase hacer descuentos a nadie, pero ¿qué otro remedio le quedaba si aquella chica era sin duda su mejor clienta?- Aplicando un descuento del diez por ciento, serán treinta y dos sickles y cinco knuts.

Eveline metió la mano en su discreto bolso, sacó un fino monedero, que parecía mucho más pequeño de lo que debería ser para llevar tal cantidad de dinero encima, y sacó el precio acordado con el tendero, tras guardarlo convenientemente en su caja registradora, se acercó a las arañas y escorpiones para coger las cantidades que le habían pedido.

-Todavía nos quedan otros treinta y nueve sickles y catorce knuts. Creo que será suficiente. ¿Por dónde deberíamos empezar a buscar? Bajo el puente me resulta bastante obvio... Aún no es de noche, así que no sé donde estará.

Aaron le abrió la puerta para que su acompañante pasara primero. Una vez que ambos salieron de la tienda pudieron hablar a un volumen más normal, pero sin excederse ya que aunque comprarle cosas a aquella anciana fuera algo habitual entre los estudiantes, aquello seguían estando prohibido y no debían arriesgarse a que alguien del pueblo se acabara chivando a un profesor.

-La verdad es que me pillas con los pantalones bajados.- Espetó el ucraniano con tanta naturalidad que luego se arrepintió de haber soltado un comentario semejante estando con quien estaba. Un rubor pálido afloró a sus blancas mejillas mientras reía con algo de nerviosismo.- Perdón, quería decir que no lo tengo muy claro...- El moreno se rascó detrás de la oreja, pensativo, mientras repasaba la plaza con la mirada.- Bueno, la "hilandera" tiene fama de...- El muchacho hizo un gesto de beber con la mano.- ...así que deberíamos echar un ojo tras los bares. A lo mejor está por ahí buscando botellas de Spirytus caducadas...

Agradeció el gesto del vampiro con una leve inclinación de su cabeza, pero nada más salir de la tienda tuvo que volver a enfrentarse al viento otoñal. El cielo empezaba a ponerse de color púrpura y morado, así que tenían más bien poco tiempo.

No pudo reprimir una mueca de disgusto, o bien podría ser asco. No le hacía especial ilusión meterse en tales lugares, por no hablar de que la viesen pululando por ahí.

-Qué remedio... -Contestó mientras se acomodaba la falda y el cabello por tercera o cuarta vez aquella tarde- Comencemos por los típicos antros de mala muerte, al menos habrá menos posibilidades de encontrarnos con algún profesor por allí.

Aaron le sonrió con algo de condescendencia a su acompañante. No se le había pasado por alto el gesto de desagrado al comentar el tipo de sitios en el que tendrían que meterse para encontrar a la anciana, pero lo único que podía hacer él era cumplir con su papel de prefecto y no dejarle semejante carga a ella sola.

-Si nos encontramos con algún profesor en esos sitios creo que él se asustaría más de nosotros que nosotros de él.- El vampiro rió entre dientes mientras caminaba al lado de la joven quien, a pesar de haber expresado de forma sencilla su desagrado ante lo que iban a hacer, mantenía la compostura hasta un punto admirable que provocó un pensamiento contradictorio en la cabeza del ucraniano.- "¿Siempre es tan... minuciosa? Parece que no le sorprende nada..."

Llegaron hasta la calle trasera que comunicaba con las licorerías. Del interior rezumaban olores poco apetitosos y que incetivaban a uno a salir corriendo más que a cruzar aquellas pequeñas calles. Ambos jóvenes se quedaron estáticos ante la entrada de la callejuela, mirándola con algo de aprensión.

-¿No preferirías quedarte aquí y esperarme? Si te da mucho reparo, quiero decir...- Comentó Aaron intentando no demostrar que a él tampoco le hacía mucha ilusión caminar entre cubos de basura, bichos y a saber qué más. Sin embargo tenía en cuenta que, con lo excesivamente refinada que parecía la euroasiática, meterse en semejante lugar podía provocarle hasta pesadillas.

-Tranquilo, si fuese tan fácil de asustar no estaría aquí -dijo tras soltar un suave sonido que bien podría haberse interpretado como una risilla sarcástica, mientras sacaba un pequeño pañuelo de seda y puntillas de su bolso, oportunamente perfumado, para poder taparse la nariz y distraerla del hedor de los deshechos de a saber qué cosas que se estaban descomponiendo allí-. No es que sea de mi agrado, pero cuanto antes empecemos antes acabaremos -dijo dando el primer paso al frente, mientras que Aaron no se separaba de su lado-. Aún siendo prefecta, no me gusta nada llegar a la escuela después del toque de... ¡Iih! -soltó un pequeño alarido cuando una rata que le pareció del tamaño de un Kneazle salió corriendo de entre la mugre pasando a su lado e incluso rozándole el zapato derecho. Su preciado botín de de piel de ante.

Ahora mismo lo que ella quería era dar estúpidos saltitos mientras gritaba de puro asco. Pero como señorita que era, simplemente inspiró y espiró lenta y entrecortadamente, lamentándose, una vez más, de que Aaron hubiese visto aquella reacción. Incluso podía ver cómo intentaba reprimir una risilla tras el susto inicial. Aquel día estaba resultando ser nefasto...

-Jejeje... Oh venga, cambia esa cara, Eveline.- Dijo Aaron intentando contener la risa mientras posaba las manos sobre los hombros de su compañera para animarla a continuar.- No te preocupes. Si das más gritos como ese, igual se largan todas las ratas. "Eso es una broma cruel, Aaron. La acabas de cagar." Bueno, retiro lo dicho. Bastante asqueroso tiene que estar siendo esto para ti como para que encima me cachondee.

Aaron se adelantó a la muchacha y fue apartando las cajas y diversas bolsas usando tanto la varita como los pies. Al cabo de unos minutos, ya asqueados de aquel hedor y los fluidos que pisaban con asco, visualizaron una figura encorvada dentro de un cubo de basura con una larga cabellera canosa llena de nudos.

-Mira, creo que es ella...- Le susurró Aaron a su compañera mientras la cogía del brazo para ayudarla a saltar por encima de un charco de contenido dudoso.- ¿Quieres que esta vez sea yo el que hable con ella? A ver si va a ser cierto que envenena a las chicas guapas como la bruja de Blancanieves.- El ucraniano no estaba muy seguro de si su compañera conocía dicho cuento así que se apuntó mentalmente ofrecerle de forma "desinteresada" una cita "amistosa" para hacer un intercambio cultural.

Eveline saltó el charco con la misma elegancia que una gacela, cayendo inicialmente sobre las puntas de los pies, fruto de sus sufridas clases de diferentes estilos de danza.
-¿Blancanieves? Eso era un cuento muggle, ¿verdad? -Aaron sólo asintió con la cabeza, antes de que se diesen cuenta, ya estaban ambos hablando en susurros, y por un momento a Eveline le pareció que aquella persona en el cubo de basura les miraba atentamente. Un escalofrío le recorrió todo el espinazo-. No sé de qué trata, pero aceptaré tu oferta igualmente, la única vez que hablé con ella durante el curso pasado se me quedó grabado el hedor en las fosas nasales. Es difícil de olvidar -rebuscó un momento en el interior del bolsito, hasta que sacó un pedazo de pergamino doblado en cuatro partes y el pequeño monedero en el que guardaba la recaudación para la fiesta-. Aquí tienes, estos son más o menos los cálculos que hice sobre la bebida que necesitaremos, pero obviamente es modificable así que si quieres pedir otra cosa, tan sólo hazlo, siempre que salgan las cuentas.

Aaron le dedicó una sonrisa conciliadora a su compañera a pesar de tener tan pocas ganas de ir con esa bruja como la euroasiática. Agarró fuertemente todo lo que le dio, lo apretó contra su pecho se acercó sigilosamente a la mujer que ya lo esperaba estática al lado del cubo de basura con una botella en la mano.

-¿Es usted la hilandera?

-No sé por qué preguntas si ya lo sabes, jovenzuelo.- Espetó aquella mujer con una voz desagradable pero, sorprendentemente, sin una tonalidad maleducada.- Os habéis quedado cuchicheando delante de mis narices, pero tranquilo, estoy acostumbrada a que los alumnos de la escuela os quedéis fascinados por mi belleza.- La bruja dejó escapar una risa aguda enseñando sus dientes desiguales pero la gran mayoría de oro.

-Sí, bueno... Me gustaría comprarle algunas cosas.- Dijo el ucraniano algo incómodo. Su compañera tenía razón. El hedor que desprendía aquella mujer no podía ser descrito con palabras. Intentó respirar lo menos posible.

-Sí. Sí. Ya sé que buscáis los chicos como vosotros.- Sin esperar ninguna petición del muchacho, la Hilandera rebuscó debajo de su vieja y sucia túnica para sacar una caja impecable de muchos colores con un estampado de corazones que palpitaban graciosamente por la superficie.- "Globitos" que cambian de sabor, algunos de forma y este encima tiene un muestrario de los que contienen música actual. Menos mal que quitaron "El lago de los Cisnes".

No pudo evitarlo. Comenzó a reírse a carcajada limpia delante de la anciana quien lo miró con reproche ya que creía que el joven se estaba riendo de ella. Con la cara encendida, el prefecto recuperó la compostura y volvió a dirigirse a su acompañante con más educación que antes. No quería acabar convertido en un sapo horrible con una verruga gorda y asquerosa en el trasero.

-¡No! Ella y yo no somos... "Aunque no te importaría, ¿eh, listillo? A lo mejor se animaba con los condones musicales si tienen algo de enka" ¿Le importaría buscarme... unas bebidas dignas de una fiesta de disfraces?

La mueca de disgusto de Eveline fue tapada por el pañuelo, pero si se fijasen, a nadie se le habría pasado por alto su ya famosa mirada altiva, que no podía desprender más desprecio hacia aquella chillona cajita de corazones. No podía creer que ella se encontrase en el mismo escalon de la evolución humana que las criaturas que usaban esas horribles... cosas... con canciones...

No quiso decir nada, pues en aquel momento pareció mucho más sabio morderse la lengua, y después de todo estaba allí por cierta obligación, así que se limitó a taparse la nariz y mirar )si bien a la Hilandera no se le había escapado aquella mirada, e incluso se la devolvía), esperando a que Aaron acabase lo más pronto posible. Para que las negociaciones fuesen más fáciles, los liberó de su mirada dándose media vuelta.