Respira y aprende

Mientras subía las escaleras de la enfermería, Eveline tuvo la tentación de dejar que la cabeza de Kyo se golpease accidentalmente con ellas. Lástima que no era tan mala persona. La puerta de la enfermería no era especialmente amplia, pero siempre estaba abierta para quien fuera que lo necesitase. La abrió, y sus fosas nasales disfrutaron del aroma del incienso.
Se descalzó y dejó los botines a un lado. El suelo de la enfermería siempre estaba cubierto de plumas. Eveline incluso se quitaba los calcetines, para disfrutar del tacto en la planta de los pies. Era suave, reconfortante, relajante, le daban ganas de echarse allí. Pero no era eso lo que había venido a hacer. Dejó a Kyo en una de las camas libres, distinguibles porque las cortinas de estilo hindú no las ocultaban, y se fue a avisar a Turull.

En la fuente que ocupaba el centro de la estancia, se encontraba Veda Cecky. Eveline siempre había encontrado a aquella chica intrigante, pero no se atrevía a acercarse personalmente a ella. Estaba sentada jugando con las carpas de la fuente.
-Buenas noches, Cecky -dijo al pasar a su lado. Veda apenas musitó un "hola" distraído y casi inaudible. Eveline siguió su camino hacia el fondo de la sala, donde Turull esperaba sentado en su particular alfombra, que hacía las veces de mesa de oficina. A pesar de su invidencia, Eveline estaba segura de que Turull sabía quién había venido a verle-. Buenas noches, Turull. Te he traído a Saionji, ha tenido un pequeño percance en la guardia de esta noche.

El encargado de la enfermería hizo un gesto silencioso para que la chica tomase asiento a su lado en la confortable alfombra con olor a naturaleza viva. Una vez Eveline tomó asiento, él se levantó, se acercó a la cama donde se encontraba Kyo y le hizo un reconocimiento rápido. La chica pudo observar cómo Turull sacaba un puñado de agujas largas y afiladas. Iba a hacerle un remedio de acupuntura.
En el lapsus de tiempo en el que Turull se ocupaba del japonés, Veda se aproximó a la alfombra donde se encontraba Eveline y se agachó cerca de la chica, rebuscando entre los orificios de la pared de piedra que servían para guardar los utensilios de la enfermería. Eveline miró interesada.

-Cecky... ¿Puedo ayudarte...? -Preguntó la prefecta con precaución. Sabía perfectamente que debía tener todo el tacto del mundo con aquella chica. Veda la miró y clavó sus oscuros ojos en ella.

-No. -La chica de las vendas negó con la cabeza mientras mostraba un tarrito de barro. -Lo encontré.

Veda también hizo un repaso visual a Eveline. Respiración agitada. Músculos de las manos tensas. Cabello descolocado. Miradas furtivas a la cama ocupada. Rabia. Irritabilidad. Preocupación. Desconcierto. Intenso. La joven de ojos negros sacó una bolita negra con olor a regaliz y la depositó en la mano de Eveline sin articular palabra y se alejó de ella volviendo de nuevo hacia la fuente.

-Cómaselo, señorita. Le gustará. -Resonó la apacible voz de Turull. Parecía que había terminado con Kyo, ya que corrió la cortina y se dirigió de nuevo a la alfombra donde antes se encontraba meditando, no sin antes posar su mano sobre la cabeza de Veda que jugaba con las carpas. -Los oídos son tan importantes como la sangre, y mis oídos ahora son para usted.

No le gustaba molestar a Turull con sus problemas, pero aquella invitación a hablar era difícil de rechazar. Por un momento sus ojos se distrajeron con los pequeños espejitos cosidos en las cortinas de las camas. Con los danzarines reflejos que les arrancaban las luces de las velas. No sabía qué decir, porque tampoco sabía a ciencia cierta qué sentía en aquel momento. Miró la pequeña bolita negra que Veda le había dado, la olió y sonrió ante el aroma. Después se la metió en la boca y comenzó a masticar la empalagosa golosina.

Turull seguía esperando, y ella seguía sin saber qué decir. Se encogió abrazándose las rodillas, mirándose los dedos de los pies. Al final supo qué era eso que quería decir, pero que nunca se había atrevido, ni siquiera lo había admitido ante sí misma.

-Saionji... -tragó saliva, la voz se le había entumecido tras el silencio y el dulce- Saionji me da miedo...

-Miedo. -Dijo Turull en su habitual voz tenue y equilibrada. -Hay muchos tipos de miedo, señorita. Aunque por el tono de su voz el suyo parece un miedo intenso pero no puro, sino una fusión de muchos de diversa naturaleza.

-¿Qué quiere decir? -Preguntó Eveline con los sentidos ligeramente empañados por los vapores olorosos y los sonidos relajantes de la peculiar y acogedora enfermería. Saboreó el caramelo concentrándose en cómo lentamente se derretía en su boca estimulándola positivamente con su dulzor.

-Su miedo es una quimera de muchos miedos. Quizás debería analizar esos pequeños miedos por separado y su origen antes de seguir cerrándose los ojos y oídos a sí misma, porque con el tiempo ese miedo adquirirá unas dimensiones intratables. -Turull preparó una pipa de agua con un líquido de color marrón caramelo. La zona se llenó de un aroma dulce y selvático cuando Turull dio la primera calada y dejó salir un humo nada corrosivo con aspecto de neblina fresca.

-Una quimera...

-Miedo a lo desconocido. Miedo a los recuerdos desagradables. Miedo al cambio. Miedo a la pérdida.

-Miedo a sí misma... -Susurró Veda pasando junto a ella tan silenciosamente que parecía una aparición fantasmal.

La voz de Veda la sobresaltó por un momento. No se esperaba que hablase. Si fuese cualquier otra persona, Eveline se levantaría y se iría sin más, pero por extraño que le pareciese, no le molestó en absoluto que la frágil chica de las vendas estuviese al tanto de sus secretos. Después de todo, no tardó ni dos minutos en darse cuenta de que había dado justo en el clavo. Todos aquellos miedos que habían mencionado se manifestaban en ella.

Miedo a los misteriosos cambios de humor de Kyo, así como los de sus ojos. Miedo a las decisiones de su familia. Miedo a crecer y aceptar lo que le esperaba al terminar la escuela. Miedo a perder todo lo que hasta ahora la había tenido en pie.

Miedo a la agresividad que fluía en su interior tan sólo cuando estaba con su prometido. Nunca en su vida se había comportado así. Nunca había tenido la necesidad de atacar a alguien como lo hacía con él. ¿Kyo la hacía cambiar, o le sacaba su verdadero yo? ¿Era ella así de retorcida de verdad, o simplemente se dejaba llevar por la ira? Su mirada se volvió a desviar hacia los espejillos de la cortina tras la que estaba Saionji... ¿Le había juzgado correctamente desde el principio?

No quiso pensar en ello. No podía equivocarse. "Oh, no..." También le daba miedo equivocarse.

Mientras ella divagaba en sus pensamientos, Turull no interrumpió el silencio, y Eveline supo que sólo esperaba, que sabía perfectamente lo que estaba pensando mientras fumaba tranquilamente de su pipa de agua. Parecía como si nada en el mundo pudiese turbarle. Ojalá ella también fuera así. El caramelo se le había acabado hacía un rato, pero no se había dado cuenta. Empezaba a sentir cierta somnolencia, y sin embargo no quería irse de allí, lo que realmente deseaba era apoyar la cabeza en uno de los cojines que estaban junto a la fuente, mientras sentía el tacto de las suaves plumas en los dedos de los pies y oía el sonido del agua cayendo de los pequeños tubos de bambú. Así se despertaría rodeada de las mismas maravillas con las que habría caído dormida, mientras que en su cuarto sus compañeras gritarían por la ventana a los chicos de enfrente, y por una vez no le molestaría que lo hiciesen.

Pero eso no podía ser. Bostezó de manera casi insonora, y aunque Turull no podía verla, sus modales la obligaron a taparse la boca mientras lo hacía.
-Gracias, Turull. Hablar contigo siempre es productivo –se levantó despacio, con pereza. Después dirigió su vista a la chica de las vendas, acompañada de una pequeña sonrisa- Y gracias a ti también, Cecky, has sido de gran ayuda.

-Cuando quieras, señorita. -Se despidió con amabilidad el chamán. Por su parte Veda miró hacia Eveline con su porte fantasmal de siempre dejando salir de sus labios su casi inaudible vocecita.

-De nada...

La prefecta salió de la enfermería dejando en silencio la estancia, solamente interrumpido por los tenues y melodiosos tintineos de los fuurin y el relajante rumor del estanque. Veda se aproximó lentamente a la cama ocupada y tocó la cortina sin descorrerla.

-¿Y bien, Veda?

-Se mueve... -Susurró refiriéndose al chico que allí se encontraba.

Escuchó como el agua fluía lentamente. Aquella estancia estaba parada en el tiempo, pues solo podía respirar tranquilidad.

Kyo sabía perfectamente dónde se encontraba. Desde hacía dos años había pasado gran parte de su tiempo en aquella estancia y ninguno de sus compañeros de clase se había percatado de esa situación. Salvo los profesores…

… Recordaba levemente su primer “síncope”. Por lo visto fue el mismísimo von Gottlieb quien lo llevó a la enfermería alarmado. Montó tal revuelo e impresión que hasta creía recordar haber visto al huraño de Brom.

Desde ese día su enfermedad empezó a ser más manejable. Pasó muchos tratamientos de Turull...

-Se mueve…

Aquel susurro lamentable le sacó de su ensimismación. Abrió los ojos y miró la silueta que se encontraba tocando la cortina. La reconoció. Siempre se encontraba allí.

-Cecky el corazón se mueve.-Elevó un poco la voz.- ¿Turull? ¿Dónde te encuentras?

Veda descorrió con lentitud la cortina dejando entrever su fantasmal rostro entre la cálida gama cromática que ofrecían las cortinas de la enfermería. A su lado, la figura de Turull se mostraba tan serena como siempre.

-Joven de oro, hoy te encuentro más deslucido de lo normal. Una crisis se ha adueñado de nuevo de tu cuerpo.

-Tilo rosa. -Apuntilló la extraña chica con su voz fantasmagórica mirando a Kyo desde su posición.

-¿Te apetece la infusión que te recomienda Veda o quieres otra cosa? Si quieres puedes tomar algo en cama o venirte con nosotros a la alfombra... -Veda se alejaba en silencio para preparar las tazas.

-Veda hoy mejor un tilo negro. No estoy de buen humor Turull.- Se levantó de la cama y se desprendió del chaleco. Tocó el suelo con los pies desnudos y se dirigió a la alfombra. Veda se aproximó con una bolsita de té hacia Turull, y se quedó mirando la cara de Kyo.- ¿Ha sido grave esta recaida? Porque mi cabeza es como esa tetera.

-Negro… igual que sus ojos…

Turull tomó de la mano a chica. La incorporó para que se sentara en la conversación. Tomó la pequeña bolsita que traía. Al lado de él había un pequeño trípode en dónde reposaba una tetera en la cual el agua estaba calentándose manualmente. Turull dispuso tres cuencos muy rudos en el pequeño taburete que hacía de mesita. Kyo no recordaba ninguna ocasión en la que el chamán hubiera hecho magia para hacer esos quehaceres de la enfermería.

Con su mano un poco temblorosa, Kyo removió la infusión mientras soplaba. Intentó sorber el líquido con el cuidado de no quemarse.

-Ha sido importante, joven de oro. -Dijo Turull mientras removía con parsimonia su infusión. -Vas a tener que someterte a un reconocimiento más a fondo. El nuevo profesor de Pociones deberá estar también al tanto.

Veda tuvo un tic en el ojo izquierdo durante un instante y el bulto tras las vendas pareció moverse ligeramente. Nada importante, ya que con la misma suavidad sorbió su infusión.

-Así que reconocimiento... -Kyo dio un trago largo a su infusión que parecía más dulce de lo que solía ser.

-Mi color de este año es el rosa. ¿Te gusta el rosa? -Preguntó Veda con su voz sombría habitual.

Era realmente extraño que la chica hablase tanto. Turull sonrió.

-Hacía mucho que no pensaba en el color rosa… Puede que tangas razón Veda, y sea también mi color de este año.- Cerró los ojos y le dio otro sorbo al cuenco por lo que sus temblores iban desapareciendo.- El nuevo profesor de pociones me cae como un Expulso en el estómago Turull. Así que te pido que lo mantengas lejos, vaya a ser que le vomite en su estupendo traje inglés.

Dejó el cuenco casi vacío en el taburete. Y contempló a Turull, que seguía con la misma tranquilidad de siempre. Veda en cambio entretenida dando vueltas a su cuenco.

-Turull está ultima poción me ralentiza el tiempo de coagulación de mi sangre... ¿Es un efecto positivo?

-En parte positivo. En parte negativo. -Respondió con serenidad el imponente anciano. -Nos dirigimos hacia un equilibrio que llevamos mucho deseando. Sin embargo corremos el riesgo de que se sobrepase y volvamos al principio pero atacados por el otro extremo.

-¿Puede ser un poco más preciso, Turull?

El chamán posó su mano sobre el hombro de Veda.

-¿Por qué le has puesto tilo rosa al joven de oro cuando él te pidió tilo negro?

-Porque su sangre se hubiera vuelto a coagular deprisa si hubiese entrado negro. -Dio un largo trago silencioso a su infusión.

-Parece, joven de oro, que el rosa no te ha sentado nada mal hoy...

Suspiró y dio con gran deleite el último sorbo a su cuenco. Miró a Veda y reclamó su atención.

-Veda he aprendido nuevas teorías en transformaciones. ¿Quieres que cambie el color de las plumas de Turull por unas de color rosa?

Veda siguió removiendo con tranquilidad su infusión, sin tomar en cuenta las palabras. Kyo cerró los ojos y suspiró largamente.

-Turull creo que debes presuponer perfectamente que la última vez el rosa no me sentó tan bien. Por lo que unas plumas en color rosa deben de quedar estupendas. – Turull sonrió y acarició el pequeño hombro de Veda- En fin Turull, que me examine un petardo egocéntrico, y que tengamos que probar con el rosa para compensar… Bueno, ¿puedes decirme otra noticia para alegrarme lo que me queda de noche?

-Puede que te guste saber, joven de oro, que el tiempo está cambiando. El aire huele más cálido y húmedo de lo habitual. Creo, precisamente, que deberías darle una oportunidad a lo que no es habitual. Lo "no habitual" puede ser la opción más correcta a partir de ahora...

-¿Lo "no habitual"?

Veda levantó el rostro de golpe clavando sus ojos negros como cuevas en los de Kyo.

-Me gusta el negro.

-Lo sé, Veda.

-Pero este año me gusta el rosa. Y por eso lo odio.

-... Te entiendo perfectamente...

Turull se rió abiertamente.

-"Congeniando" es lo "no habitual". ¿Sigues pensando, joven de oro, que todo son malas noticias?

-No Turull, siempre me das muy buenas noticias, muy buenos consejos… Pero sabes que coacciono todo lo que me rodea. Una manía mía, como sacarse los mocos o tener un tic nervioso.

Sacó su varita del bolsillo. Miró el cuenco vacio y pensó en transformarlo. Era magia de segundo curso. Realizó el movimiento y el cuenco pasó a ser una pequeña esfera de madera. Miró a Veda mientras por su mente iba rondando las palabras acertadas…

-Tardioris transformare.

La esfera cambió su color por una gris nauseabundo. Kyo empujó con la varita la esfera, que rodó hasta Veda.

-Si lo tocas con la mano izquierda se volverá negra y si por el contrario lo tocas con tu mano derecha se volverá de color rosa. Ahora podrás odiar a esa huevo Veda, porque no sabe a que color cambiar. Su estado reside en tus manos.

Turull estaba igual de tranquilizador, aunque dirigía su atención hacia Kyo. Parecía que lo estaba examinarlo con esa mirada ciega que tenía. Kyo en cambio bajó la cabeza por pudor.

-Soy como esa esfera. Nadie sabe mirar el color verdadero que tiene, por lo que al final se queda con el color negro, para que a la gente le de asco tocarla.

Veda simplemente la tocó con ambas manos, de manera que se produjo un extraño efecto de cambio permanenete de color de negro a rosa y viceversa.

-Soy ambidiestra.

-...

-Y las personas tienen dos brazos. Ese es tu agujero: el mundo no es unilateral ni monocromático. -Sentenció la chica apartando las manos de la esfera con tranquilidad.

Siempre tenía una frase para todo.

-Lo que Veda quiere decir es que tu visión es muy limitada, joven de oro. En realidad todos tenemos una visión muy limitada y nos asustamos cuando se nos saca de nuestro pequeño ángulo.

-Dirá "tenéis", porque precisamente la "visión limitada" no es algo que se le pueda adjudicar a usted, Turull.

-Todos podemos caer. Y dime... ¿qué más fantasmas rondan por tu cabeza en estos momentos?

Notó como aquella infusión empezaba a relajarle la tensión acumulada. Sus ojos poco a poco empezaron a ponerse de un dorado ambarino. Para él ese estado casi siempre lo podía sentir en aquel lugar, junto con Turull, y en otra medida con Veda. Seguridad y felicidad.

-Ayer  me castigaron por hacer cosas indecentes en la sala común. Castigado sin haber disfrutado…

Veda seguía con esa esfera en la mano, la cual cambiaba de color a intervalos. Kyo empezó a cavilar sus pensamientos… a recapacitar lo que le reconcomía, el tema que no quería afrontar.

-El problema no es el castigo… el problema es cómo afrontar a von Gottlieb.

-El problema es saber enfrentarse a uno mismo, joven de oro.

-…

Se quedó sin palabras. Justo dónde más le dolía. Echó una ojeada y notó que ya empezaba a estar cansado. La vista le pesaba. Seguramente eran los efectos de la nueva infusión. Miró a Turull a la cara. El chamán en respuesta, le indicaba que se fuese a descansar. Como siempre se adelantaba a los acontecimientos.

Kyo se levantó y fue hasta la cortina. Miró hacia atrás un segundo.

-Veda, quédate la esfera hasta que veas oportuno dársela a otra persona.

Desplegó la cortina dejando a Turull y a Veda detrás del velo. Se tumbó y a los pocos minutos el abominable sueño lo devoró.

Turull simplemente se preparó su pipa y comenzó a fumar formando hermosas figuras de humo en el aire. La chica, sin embargo continuó mirando la esfera en silencio.

-¿Te gusta el regalo que te ha hecho, Veda?

-Sí. Es negro.

-Y rosa.

-Y negro. No me gusta el rosa.

-Pensaba que sí. Por lo menos antes me sorprendiste con eso.

-Ironizaba.

-Imagino. -Turull exhaló un pájaro de humo en dirección a donde Kyo dormía. -Él está agotado.

-Él es como ella. -Veda se refería a Eveline. -Se atascan.

-Una respiración mal hecha conlleva muchas malas respiraciones posteriores. Hay muchos así aquí. Respira y aprende, Veda. Esa es la única verdad absoluta del mundo. La única verdad que no implica muerte, Veda, que te veo venir.

Una respiración larga y pausada.

-Él respira como ella.