El idilio espinoso en el mirador

¿Más perfecta que ella? ¿Más perfecta Anya que Eveline? ¿¡Acaso había alguien más perfecto que Eveline!? Toda su vida esforzándose por ser perfecta, para que viniese un cerdo sangrante cuyos ojos cambian de color a capricho para decirle que no lo era lo suficiente. Como si él se acercase siquiera al borde de la perfección. No merecía una mujer perfecta. ¿Por qué los habían prometido? Sólo era un desperdicio de la perfección de Eveline.

Aquella tecla había desafinado para sus oídos, y ahora el acompañamiento lo hacían los dientes de Eveline, mientras chirriaban. Cerró el libro de golpe. La cubierta estaba dañada por su manicura, pero no le importó. Dudaba entre levantarse y tirarlo al río de un empujón, usar su varita, o dejarlo pasar.

Debido a que no podía perder la compostura, lo dejó pasar. Se quedó sentada. Tragó saliva y respiró hondo una sola vez, para después mirar a Saionji con la mirada más cargada de odio que jamás le había dedicado a alguien.

-Preferiría ver a Anya muerta antes que verla en tus manos.

Esas palabras le dieron todo el asco del mundo y estaba por levantar otra vez su varita. Su piel estaba más lívida de lo usual, y su tensión no caía. Aumentaba y desgarraba. Un sudor frío le resbalaba por la cabeza mientras una brisa fría recorría el balconcito. Las luces temblaron, pero no llegaron a apagarse.

-Y el monstruo se dio a conocer. La señorita prefecta da tanto asco por dentro… Suerte que no soy tu hermano. Y más me horroriza pensar que voy a estar contigo toda la vida.

-¿Monstruo? -Rió, divertida con la expresión de asco que había causado en él. Estaba sufriendo esa terrible hemorragia, pero nada lo detenía, tenía que meterse con ella a toda costa- Tienes ideas muy raras en la cabeza. No sé qué parte de mi interior te da tanto asco, pero creo que has interpretado mal mis palabras. Lo que he querido decir, es que amo demasiado a mi hermana. Me das tanto asco que creo que sería mejor la muerte para ella que lo que me espera a mí a partir de un par de años. Es suficiente con que yo sufra las consecuencias de nacer en la familia Evans. Ella podrá buscar su propia felicidad mientras que yo estaré contigo para siempre. Y eso es todo lo que necesito.

-Un monstruo que se cree salvador. Igualito que mi hermano… crees que tu sacrificio es la solución, pero simplemente es otra forma de ocultar la verdad. Qué asco...- Lo que más le irritaba, y la razón de todo su odio. “Vivir su mentira…”. Empezó a tambalearse y flotó por uno momento en el aire. No sintió el golpe al caer sobre el frío suelo de piedra ya que su sangre lo desgarraba por cada parte de su anatomía. Se cernía sobre él un vaho negro y espeso, en el que se hundía, se hundía. Su razón comenzó a desvanecerse… y solo quedaba su razón de vivir. Él y su odio puro sobre él.- Vivir y no existir debido a su sacrificio. Qué asco me das Kyo.

Eveline suspiró. Recogió sus cosas y se levantó a regañadientes, no era tan insensible como para dejarlo allí tirado después de todo, aunque deseó serlo. Con paso perezoso se acercó a él, y con un movimiento de varita hizo levitar su cuerpo.

-Hablar de tí mismo en tercera persona es tan... -le faltaron palabras, no podía decidirse entre estúpido y patético. Estaba claro que lo que decía no tenía sentido. Se lo llevó hacia el castillo con cuidado. Deleitándose mentalmente con la cara que pondría Saionji cuando se despertase, cuando se diese cuenta de que le debía una.