Paint it Black

El profesor de astronomía hacía rato que no separaba la vista del escritorio.  Llevaba algo menos de una hora organizando y leyendo intensivamente al papeleo de las clases para la semana, asegurándose de que lo había estructurado todo bien y que seguía el temario al pie de la letra.  Reinaba un silencio sepulcral y el despacho parecía un retrato de la falta de movimiento que había.  
La habitación se había decorado a su manera claro, y estaba repleta de cosas.  Había calendarios de años anteriores y futuros por todas partes y por supuesto posters de diversas partes del universo; galaxias, nebulosas, soles, satélites...  En el suelo y los muebles había modelos a escala y cacharritos, todo esto sin contar los libros que le pertenecían que también se hallaban esparcidos por ahí.  Aunque de buenas  a primeras la sala pareciese un caos, todo estaba en su sitio.  Todo excepto el cubo de Rubik que le había prestado su compañero de trabajo (Kreiss, como no) para que se entretuviese…  Y su guitarra, que se podía localizar enfundada y apartada en un lateral de la sala.

Todo el retrato y silencio fue roto cuando Letze, que no esperaba visita, escuchó que pegaban a la puerta.  Alzó la vista y algo confuso respondió:

-¡P-Pase, pase!

Tras recibir la autorización del profesor para proseguir, von Gottlieb abrió la puerta con tranquilidad y cruzó el umbral con paso firme y seguro. Echó un vistazo alrededor de la estancia y evaluó el aspecto que ofrecía. Si bien había elementos que delataban la asignatura que aquel profesor impartía en el centro, el desorden y aquel cubo de colores ridículos que reposaba en la maciza mesa le llevó a una sola conclusión.

Mediocre.

-"Aunque no se puede esperar más de este tipo de gente." -Pensó el profesor de Transformaciones a la par que fijaba sus ojos en su tembloroso acompañante.

-Buenas tardes, Edelmut. Siento haberme presentado sin avisar pero me han sugerido que venga a notificarle una serie de cosas.

El rubio, sin esperar nada más, se sentó frente al escritorio de aquel hombre, dándole a entender sin palabras de que no iba a aceptar una negación por su parte.

Letze por unos momentos se pensó que debía estar equivocado, pero efectivamente aquel profesor estaba ahí.  Había evitado en lo posible mantener cualquier roce con él, pero nada más entrar ya había notado la tensión en el ambiente y si no le fallaba la vista, alguna que otra mirada despectiva.  Todos los recuerdos de la conversación que mantuvo con la subdirectora acudieron a él:

“El jefe de la sección masculina, el profesor de Transformaciones, Fiedrich von Gottlieb, es un hombre menos tolerante.”

Se removió incómodo en el asiento a la par que apartaba sus apuntes y papeles.  Se irguió algo más para no parecer poco profesional y habló procurando escoger sus palabras con cuidado.

-Buenas tardes… N-No se preocupe, lo dejaré para m-más tarde. “Joder.  Evitar tartamudear me está costando con lo nervioso que estoy.  Menuda mierda.”

El otro hombre, por su parte, no parecía darle más importancia al profesor y a lo que le rodeaba más de lo necesario. Desde lo acontecido en Halloween no estaba de humor para nada, así que quería terminar con aquel encargo cuanto antes.

-La subdirectora me ha pedido que le haga un pequeño cuestionario oral, básicamente. -Espetó sin ocultar el desprecio en su voz. En ocasiones, aquella mujer parecía tener un olfato supremo para detectar cuando se encontraba mal y así enviarle algún cometido en el peor de los momentos. -Primero, acláreme si sabe todo lo que concierne al tema de los castigos y las normas de la escuela. ¿Se ve incapacitado para llevar a cabo el sistema de castigo impuesto por el centro?

Clavó sus fríos ojos en los de su acompañante. Parecía muy nervioso y eso le provocaba un pequeño regocijo de poder en su interior. Un regocijo que, en esos momentos, no era capaz de disfrutar...

Otra frase borde.  Otra cara de asco.  Otra mirada despectiva.
No es que el más moreno estuviese de un humor excelente ese día, pero el rubio estaba consiguiendo chafárselo.  Se aguantó una mueca de disgusto e intentó soportarlo; si no estaba dispuesto a ser tolerante, Letze tendría que serlo por los dos.

-No…No estoy al tanto de todos los c-castigos… Pero…

Dejó muy claro que iba a seguir hablando antes de que con las prisas se le adelantase.  Evitó el contacto visual directo, acercándose como mucho a la zona de los hombros y su mandíbula alguna que otra vez.  Lo que más destacaba del profesor a primera vista era su altura, su cuerpo robusto y sus malas pulgas... Lo que más llamó la atención de Letze desde el primer momento que le vio no había sido su porte, sino su ropa.  Sospechosamente parecida a unas ropas militares que ambos siendo alemanes conocían bien.  Le daba escalofríos pensar que tipo de persona sería en el fondo, detrás de todo este falso parloteo.

-P-Pero no veo porque debería verme i-incapacitado.  ¿A q-qué se refiere con eso?

Von Gottlieb inspiró con lentitud para luego dejar salir el aire lentamente por la nariz.

-En otras palabras, queremos saber si tiene la mano demasiado blanda con los alumnos, si así comprende lo que le quiero decir. -Espetó con sequedad. -La subdirectora le habrá puesto al día con respecto a las normas pero no sé si ha profundizado en el tipo de castigos que se imponen y la jerarquía que se sigue en esta institución. -El hombre de tez pálida se inclinó levemente hacia delante y fijó su atención en su acompañante mientras cruzaba sus enguantadas manos en su regazo. -¿Entiende ya mi pregunta o debo llamar al guardabosques para que me haga de traductor?

-…¡!-Letze se quedó bloqueado ante semejante acusación.  Lo del guardabosques le había pillado con la guardia baja y causando una mueca de sorpresa y furia que permitía que le leyesen como un libro abierto.  Se retrajo en el asiento echándose hacia atrás, lejos del rostro de ese maldito hombre.

“Será hijo de puta…”

Se sentía ridiculizado y tachado de perro faldero; como un inútil incapaz de hacer las cosas ni defenderse por sí mismo.  Miró de reojo el cubo que le había prestado su compañero con ganas de lanzárselo a la cara.  Su rostro se teñía de un matiz rojizo y sentía la ira bullir en su interior.

-E-Entiendo perfectamente lo q-que dice, que yo sepa ambos hablamos alemán. “Qué me tengo que controlar con este imbécil, ¿no? Una mierda.”- Cruzó los brazos instintivamente evitando así en parte movimientos nerviosos de más.- Y le voy a ser sincero: n-no soy ni seré ca-capaz de castigar como lo haría usted.  Soy blando si p-prefiere denominarlo así.

-No sé por qué, pero no me sorprende. Y sinceramente, no crea que hago esto porque esté lleno de un ansia irrefrenable de hablar con usted. -Definitivamente estaba de muy mal humor. Tan pronto estaba en un estado de apatía absoluta que en medio segundo se sentía más irritado que Brom cuando tenía que hablar con algo que no fuese pequeño y arrugado como él. -Pero mi deber es explicarle los métodos que tenemos en esta escuela y recomendarle que los mantenga.

El hombre de cabellera platina aireó levemente su fusta y de la punta de esta comenzó a salir una fina tela vaporosa que fue adquiriendo forma encima de la mesa en la que ambos profesores hablaban. El humo grisáceo y sucio se arremolinó hasta tomar la forma de distintos objetos dignos de la edad media.

-Los castigos varían dependiendo de la falta, en eso no se diferencia de cualquier otra institución en la que haya estado. Normalmente, para casos leves, apenas se recurre al uso de cosas como "cepos para dedos", "cinturones de castidad", "bozales" y utensilios por el estilo. Normalmente se hace con el fin de limitar al alumno y exponerlo a la humillación pública. Así que en principio, no tiene por qué preocuparse de tener que calentar las posaderas de alguien con la mano, como vulgarmente suele hacerse. Los alumnos, por norma general, no suelen pasarse de hacer determinadas travesuras así que esto suele ser lo habitual.

Friedrich clavó sus fríos ojos en los de su acompañante para que captara el mensaje.

-A eso nos referimos sobre si ha tenido algún inconveniente a la hora de llevar a cabo algún castigo. Aquí somos mucho más severos que en otras partes del mundo y por eso nuestra media es superior. Sin embargo, cuando viene alguien de fuera como es su caso y el del profesor de Defensa y el de Pociones, es necesario hacerles saber de nuestros métodos y de pedirles que, en medida de lo posible, lo mantengan.

Silencio.

-¿Tiene alguna duda o continúo con la explicación, profesor Edelmut?

Aunque algo horrorizado por los instrumentos que le presentaba el rubio, tras la explicación se había calmado lo suficiente como para volver a pensar con claridad y con paciencia.  Usar algo así con alumnos… Jamás se le había pasado siquiera por la cabeza, ya que no los usaría ni contra una persona madura o adulta a la que quisiese ridiculizar.
Pero centrándose en el tema: debía lidiar con él de la manera más ordenada y con el mínimo de percances posibles, lo que requería de su fuerza de voluntad.  Una respuesta como la de antes sólo les traería problemas y Letze se maldijo internamente por haberse dejado llevar.  Suspiró.

-Ninguna duda.-Descruzó los brazos y los apoyó en el escritorio al lado de los cacharros.- Prosiga, por favor.

Sin más preámbulos, volvió a agitar levemente la varita y el humo comenzó a arremolinarse y a cambiar de forma a medida que el profesor hablaba, como si dirigiese la transformación de aquella sustancia vaporosa con su voz.

-Como bien le he dicho, los castigos dependen de la falta. Las "trastadas", por llamarlas de alguna manera, se clasifican en faltas "leves", "moderadas" y "graves", según las consecuencias que haya provocado el acto del alumno para él mismo y los de su alrededor. De todas formas, toda falta debe ser comunicada a la subdirectora y a mí, sean del calibre que sean. Nosotros somos los responsables de imponer el castigo al alumno excepto si son cosas nimias. Castigos como los "azotes", "el sumidero" y "el velatorio" pertenecen al segundo rango, y prácticas como "la dama de hierro", "el baúl" y "el olvidadero" son para penas mayores. -El profesor se percató del tenso silencio por parte de su acompañante así que prefirió callar durante unos segundos para que asimilara lo que le acababa de contar. -Rara vez se permite que alguien del claustro que no sea el subdirector al mando o el jefe de estudios del momento ejecute este tipo de castigos. Sin embargo, es nuestro deber que tengan conocimiento de estos para ahorrar estúpidos malentendidos con alumnos valientes para quebrantar las normas pero que corren a esconderse tras la espalda de un adulto cuando se trata de acarrear las consecuencias.

Lo que Letze entendió en otras palabras era que si le advierten es para que no se escandalice e intenté salir como defensor de los alumnos.  Desde el momento en el que entró a la escuela pensó que era muy cerrada y peculiar en otros muchos aspectos.  Esto rozaba la barrera del ‘demasiado’, pero…

“…Pero me tengo que joder y aguantarme. Por mucho que me duela, en esta escuela no soy nada y me tengo que regir por las normas. Joder.  Lo que sí que intentaré será evitar reportarles cuántos castigos me sea posible si los niños se comportan y no hacen nada serio…”

Echó una mirada fugaz, dirigida a los fríos ojos del más adulto.  Sabía dónde no debía meterse así que preguntó con cautela:

-T-Tengo unas cuantas preguntas respecto a l-lo que ha dicho…-Jugaba con las mangas de su camisa, intentando quitar la mayoría de pliegues y arrugas de ellas.- ¿Q-Qué considerarían ustedes que sería el d-determinante entre una trastada leve y una n-nimiedad? Y también, si no l-le importa me gustaría preguntarle sobre Ha-Halloween…

Acababa de sacar el tema tabú, pero incluso alguien como él sabía que era natural que aquel profesor le preguntara por lo acontecido teniendo en cuenta el tema que estaban tratando. Sin embargo, el problema residía en que cuando alguien mentaba aquella noche, eran otros sucesos indecorosos y húmedos los que inundaban su cabeza. El profesor de Transformaciones agradecía de corazón saber suficiente Oclumancia como para limitar aquellos recuerdos a la privacidad de su mente.

-Una nimiedad, como las llamamos, son comúnmente chiquillas. Por mucho que usted piense que somos una escuela primitiva y violenta, no vamos a castigar con cepos a alguien que le haya tirado una goma a la cabeza a su compañero de clase. Sin embargo, si que se castigaría a un individuo que practica activamente el grandioso deporte de moda en casi todas las escuelas: el bulling. Responder malamente a un profesor también se considera falta, pero no voy a castigar a alguien que le pregunte sobre por qué lleva semejante peinado a las aulas.

El robusto hombre se recostó en la silla con frialdad. Ahora tocaba sacar el tema del que menos ganas tenía de tratar.

-Si está preocupado por lo acontecido en Halloween, creo que la subdirectora y yo fuimos más que claros en el discurso que expusimos hace un par de semanas en el Comedor. Les hicimos sabes a esos indeseables de hormonas revueltas que si hacían ese tipo de festejos no era porque nosotros, el profesorado, fuéramos una pandilla de ineptos sino porque se lo permitimos. No vamos a castigarlos más de lo que ya hemos hecho excepto, claro está, a los causantes de que acabaran 15 alumnos en la enfermería por intoxicación.

En ese momento, von Gottlieb miró con violencia a su acompañante.

-¿Qué tipo de falta cree usted que merece, o merecen los que hayan causado este altercado, profesor Edelmut?

Desde luego Von Gottlieb le crispaba los nervios.  Aprovechaba la mínima para intentar ofenderle y le sacaba de quicio.  Se limitó a mirarle con expresión seria, un matiz de odio resplandeciendo en esos ojos bicolores.

-Un castigo s-severo.  La intoxicación no es ninguna t-tontería.- Optó por responder con evasivas ya que no quería entrar en su juego.- Si hay algo q-que no me ha quedado claro de Halloween que no e-expusieron en su charla en el comedor, es la limitación que tiene cada p-profesor para acompañar a los alumnos al pueblo.  ¿C-Cuántos pueden salir cada cuánto y para qué?

Nada más acabar de decirle aquello, sintió que una sensación de pesadez se le asentaba en el estómago y el pecho.  El más moreno conocía de sobra aquel sentimiento que le estaba reptando y dificultando la concentración.

“Joder… Yo que sé… ¿De verdad merezco que se me trate tan mal?”-Se miró de reojo una de las trenzas.- “¿Tan ridículo soy? Quizás… Quizás debería…”

El profesor de Transformaciones se tomó unos segundos antes de responder, como si estuviese rebuscando en su vocabulario las palabras adecuadas.

-Los alumnos no pueden bajo ningún concepto salir de la escuela. Eso solo se permite a aquellos que necesiten de usar el sistema telefónico del pueblo, por ejemplo. No pueden ser grupos de más de cinco personas por maestro, y este debe notificar el día y la hora a la que va a acompañar a los estudiantes así mismo que el sitio al que se dirigirán. Esas son las únicas excepciones, y se hacen más por respeto a los familiares del alumno que por el suyo propio.

Friedrich sentía el poder de la mirada de aquel hombre bajo aquella fachada de debilidad. Se veía que era una persona insegura y de pocas palabras, pero sus ojos denotaban una fuerza nada despreciable. El alemán tuvo que reconocer que, en ese sentido, casi podía entender por qué el Gran Director dejó a alguien así pertenecer al profesorado de aquella prestigiosa escuela.

-Si decide representar cualquier salida de un grupo de alumnos, pida un formulario a la bibliotecaria. "A la simian, vaya..." -Pensó el rubio para sus adentros con un deje de amarga burla. -Rellénelo y en menos de 24 horas tendrá una respuesta en su despacho. Todas las solicitudes deben hacerse con una semana de antelación y se ha de especificar quien es el maestro al mano, el lugar al que se dirigen, aproximadamente el tiempo que van a permanecer y quienes son los estudiantes que quedan a su cargo, además del día y la hora como he dicho antes. Creo que eso es todo lo que necesita saber.

“Esta jodida la cosa para los alumnos, eh.  Desde luego me llevaré los cinco y después de llamar a los familiares dejaré que se paseen un rato...”

Estaba maquinando, pero mantenía la fachada sin que un solo músculo de su cara denotase sus intenciones.  Sería peligroso si el mismísimo jefe de la sección masculina (que ya le despreciaba) supiese que se burla de él a sus espaldas aun sabiendo las normas y tras haber hablado en persona.

-Perfecto… Me alegra haberlo aclarado t-todo.

Seguía preocupado por lo que le había dicho y no se alegraba en absoluto.  Aun teniendo el malestar en el pecho, extrañamente no quería que la conversación acabase ahí.  Este hombre era ligeramente peligroso y quería aprender cuanto pudiese de él para conocerle mejor y evitar las sorpresas.

-G-Gracias por su tiempo y siento las m-molestias…  “Pero no te vas a librar de mí todavía.”…Pero tengo una última pregunta, por interés. ¿Q-Qué piensa hacer en l-la semana sin magia?

El rostro de Fiedrich descendió un par de centímetros sin apartar su mirada llena de intenso escepticismo por la pregunta. Con la de cosas que tenía por hacer y aquel memo haciéndole preguntas sobre la estúpida semana sin magia.

-Ab-so-lu-ta-men-te na-da. -Remarcó cada sílaba con lentitud. -No voy a perder mi escaso tiempo en realizar actividades con esa pandilla de primates incorregibles llamados alumnos, ¿entiende? Yo solo me ocuparé de la organización junto al señor Brom y la supervisión de la subdirectora. Ustedes pueden hacer lo que quieran, hasta darles un paseo por las mazmorras. Ya sabe, para que se vayan familiarizando. -Espetó con deleite el profesor tras esbozar una leve y cruel sonrisa.  -Así que, si me disculpa, tengo cosas más importantes que hacer.

El profesor de Transformaciones se levantó de su asiento y dio media vuelta con intención de marcharse cuando una silueta plasmada en la pared le hizo recordar algo.

-Una cosa más, Edelmut. -El alemán señaló hacia la pared que estaba hacia la derecha del profesor de tez morena. Sobre la sombra deformada en la pared posaba tranquilamente la forma de un cuervo. Quieto y silencioso, como si el mundo real fuese aquel en el que el ave vivía y el resto de los elementos que lo rodeaban no eran siquiera dignos de su atención.

-Le aconsejo que no viole las normas bajo ningún concepto. Los cuervos vigilan tanto a alumnos como profesores... -Friedrich tuvo un intenso escalofrío cuando la cara sudorosa y jadeante de Stephan se manifestó en su mente. -...No se aproveche de su puesto para hacerle favores a los alumnos. Cumpla las normas a rajatabla, ¿entendido?

La silueta del hombre más mayor desapareció por la puerta, cerrándola tras de sí.  Letze se había quedado embobado observando fijamente al cuervo… Esa pequeña mancha del demonio que parecía estar devolviéndole la mirada y riéndose de él.

“Si tanto saben los cuervecitos y tanto os dicen, ¿por qué coño no os han chivado ya quién ha sido el culpable de lo de Halloween? ¿No lo ven todo? ¿¡Eh!?”-Cabreado, se lanzó a por el cubo de Rubik en un intento de despejarse.  Intentaba que todos los cuadrados rojos acudiesen a una misma cara sin éxito.- “Esto de darles semejante escarmiento a los que no se lo merecen es una gilipollez...”

Aunque su plan fuese una locura, las normas no eran lo único que merecían respeto... Sin embargo ahí estaba el pellizco de miedo que le echaba hacia atrás.  Harto de sentir la punzante presencia del pájaro que parecía leerle el pensamiento, alcanzó la guitarra y se marchó donde pudiese respirar aire fresco.