My Fair Ladies

Eliza estaba aburrido.
Estaba leyendo una por una las normas del enorme tomo del reglamento de Kurowski como bien le había mandado su queridísimo señor Brom.
No solía ser una persona muy dispersa, pero ese día se encontraba inquieto y todo pasaba a cámara lenta.  Rememoraba las palabras que compartió con Izabela antes del verano; su pequeña charla sobre cómo salirse con la suya sin ser expulsado.  El plan había ido tal y cómo habían acordado… A excepción del dineral que tiene que pagar.

“Ya se lo diré.  Bah, no creo que le importe.  Es rica, todo hay que decirlo... Vaya porquería de libro.  Me pesan tanto los ojos… Oy, oy, oy…”

El despacho normalmente bien organizado no tenía buena pinta con tantos papeles por todas partes y con el propio profesor despatarrado echado encima de la mesa con desgana.
Se estiró sin ganas, bostezando sonoramente.  Alzó una buena cantidad de papeles con un hechizo y los recolocó, mientras con la mano libre se ajustaba las gafas.
Fue entonces cuando escuchó a lo lejos un sonido poco familiar, que era similar a un cántico.  Provenía del pasillo y de una voz suave, muy femenina que no conocía.

-… where does it RAIN?! On the PLAIN! On the PLAIN! And where's that soggy PLAIN?! In SPAIN! In SPAIN!...

De repente Coco apareció  bailando y dando vueltas sobre si misma desde el techo. Se había pasado todo su trayecto cantando la misma canción hasta que descendió en aquél despacho por casualidad.

-…The rain in Spain stays mainly in the plain! BRAVO! The rain in Spain stays mainly in the plain!

Siguió cantando hasta que se dio cuenta de que no estaba sola. Dio la vuelta y empezó a animar al profesor para que se levantara.

-¡Venga amor! ¡No vas a dejar que baile una dama sola!- Movió sus hombros con soltura al compás de la música que interpretaba- The rain in Spain stays mainly in the plain! OLE!

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OFF: https://youtu.be/uVmU3iANbgk

-¡Ay nena, si eres tú!- Eliza se puso de pie de golpe y zapateó un poco poniendo poses junto con Coco.  Por fin alguien le distraía de su aburridísima tarea.- Chica, hacía un montón que no nos veíamos las caras.

El profesor sólo había visto unas cuantas veces al fantasma, pero la conocía bastante bien: Aún recordaba esa fabulosa tarde de marujeo que tuvieron particularmente sobre los profesores más mayores donde congeniaron.  Desde entonces no se habían visto mucho más, pero... Sabían tratarse.

-Pues ¿sabes? es curioso porque el otro día me leí un libro sobre cómo cantar ópera y musicales.  Ya sabes, para aprender y hacer algo con mi vida y esas cosas.  ¡Oy! Que bella coincidencia, ni que te hubiese invocado, ¿eh?

- Mi vida estoy muerta, ¡puede que me hayas invocado y todo! ¡Ho ho ho ho!

Cerró los ojos y siguió moviendo los hombres y dando vueltas. Su risa aguda inundó el pequeño despacho.

-Qué romántico suena todo. Es como una pequeña cita imprevista al atardecer: tenemos velas, tenemos pasión y somos super fabulosas.

Sacó de su manga una pipa larga de la que ya salía humo y empezó a fumar. El humo que salía era de color traslúcido y brillante. Aunque poco a poco empezó a envolverse en su propio humo por las vueltas que daba, no dejaba ningún rastro de olor.

Eliza la veía dar esas vueltas y no entendía como podría tener tanta marcha y vitalidad con la cantidad de años que llevaba viviendo.  Aunque fuese así antes de morir, después de tantos años uno habría acabado harto.

-Oy hija, a mí me sigue sin quedar claro cómo puedes fumar siendo fantasma.  Y que salga humo y todo.  ¿Sabe siquiera a tabaco?-Apuntaba a la pipa con el índice estirado y con el meñique algo alzado.- Que cosas más raras; uno nunca se acostumbra del todo al mundo mágico.  Y...

Miró a sus alrededores, observando cada rincón del despacho.  Parecía que buscase algo en particular.

-...¿Qué velas? Ay, da igual porque ¿sabes qué? Me tienes que poner al día de los nuevos profes.  No les conozco.

Paró en seco y se llevó la mano en el pecho mientras hacía un gesto de desaprobación con la cabeza. De forma natural se sentó en la silla más próxima que quedaba delante del profesor. Aunque se había sentado, su cuerpo levitaba en el aire.

-¡Oyoyoyoi! Cariño la de cosas que te has perdido. Si es la comidilla de todos los alumnos… ¡Ho ho ho ho ho!- Se llevó su menique a la boca mientras se reía descaradamente- Y la verdad es que las nuevas incorporaciones no tienen desperdicio ninguno… tú ya me entiendes…

Empezó a levantar las cejas de modo muy pícaro y soltó otra risilla menos escandalosa. Se llevó a la boca su pipa y le dio una gran calada.

-¡Pero dímelo ya!- Le urgió con el brazo a la par que se levantaba, cogía unos papeles grapados a modo de abanico y se sentaba encima del escritorio.- Anda cuenta, empecemos con pociones por ejemplo… Bueno no… Hagamos un juego.

Eliza se cruzó de piernas en una pose bastante provocativa mientras le sonreía.  Se aclaró la garganta mientras se abanicaba golpeándose ligeramente el pecho alguna que otra vez.

-Dime por orden quien crees que me gustaría más y quien menos.  Y ya charlaremos sobre los demás que estoy algo…-Miró el libro de reojo disimuladamente- …liado.

-¡Ho ho ho ho! ¡Pero qué bandida estás hecha, querida mía!

Empezó a cavilar a todos los profesores nuevos y llegar a una conclusión. Agitó la pipa para a modo de tic.

-El “top ten” de profesores de este año han cambiado para nuestro disfrute… ummm… En el puesto número dos de profesores más buenorros está el nuevo de Defensas contra las Artes Oscuras… Un metro noventa de hombre inglés que quita el hipo con esa espalda tan ancha…- Se deleitó en sus palabras e hizo un breve parón.- Las alumnas están que chorrean las bragas por él, y no me extraña… pero creo que es un profesor un poco soso ¡HO HO HO HO!

El profesor se llevó las manos al pecho por la inesperada respuesta del fantasma.  Jamás habría esperado que tuviese la boca tan sucia ni ese buen sentido del humor que a él le gustaba.  Comenzó a reírse a carcajadas con ella.

-¡Ay! Nena, que estilo para contar las cosas.- Estaba casi llorando.  Se apretó los ojos para contenérselas.- ¡Ni yo las cuento así eh, ni yo!

Soltó su "abanico" y se acercó más a Coco simulando darle un codazo a su incorpóreo cuerpo.

- Y si hacen eso con el puesto 2, ¿Quién tiene el primer puesto y que se supone que hacen las chiquillas? Oy, oy, oy…

-¡Oins, amor! ¡Para no saberlo! En el puesto número uno está nuestro uno ochenta y ocho Keller con ese torso y brazos tan viriles que dan orgasmos solo de pensar en ellos…. Tan guapo y sin novia que se sepa…

Coco dio un gran suspiro. Sin duda se moría de ganas por saber si el profesor tenía algún tipo de idilio, ya que era al único que tenía menos controlado por su poca estancia en la escuela.

De repente paró la conversación y se empezó a fijar en el profesor.

-¡Oins! De verdad Eliza, recuerdo que de pequeña eras bastante tímida y estabas bastante flaquita…-Se levantó y empezó a tocar el brazo del profesor.- .- Y ahora de mayor has sacado unos brazos tan, tan viriles. Pero dime, ¿tienes todo tan viril ahora? ¡HO HO HO!

-Cariño… Deja de tratarme de mujer porque soy mucho más...- Hizo una pausa para añadir drama.-…hombre que muchos.

Alzó las cejas con picardía mientras chasqueaba los dedos y movía la cabeza con sincronización.  Sin ninguna duda era una gran maruja: la clase de persona que haría temblar a los que no supiesen ocultar sus secretos.

-Pero bueno, te lo dejaré a tu imaginación, ¡Oy oy oy! Qué cosas me haces decir…-Se apartó el pelo a un lado y lo acaricio sensualmente, hundiendo y enredando los dedos.- Y el resto de mozos o mozas… Los quiero conocer a todos, ¿sabes? Así que habla por esa hermosa boca.  Que sea breve, cari.

-Oins, que te gusta a ti que sea duro y breve cariño… ¡Ho Ho Ho!

Se volvió a recostar en la silla, que la traspasó, y se quedó allí suspendida en el aire. Volvió a agitar su pipa, le dio unos cuantos goles del cual salieron una gran humareda que se evaporó en el techo.

-En el tercer puesto encontramos a uno de los nuevos muy diferente de los demás… Casi uno noventa moreno, con brazos y torso marcados de piel y pelo moreno. Es el exótico de todos los profesores. Y aunque está para comerse al nuevo de astronomía no es muy popular, todo hay que decirlo. Según lo que he oído parece un excéntrico y a mi gusto parece un poco lerdo… qué hombre tan mal desperdiciado…

-¡NENA!- Eliza alzó demasiado la voz- ¿¡Qué hay un morenazo?! Yo me pegaría de hostias por alguien así con tanto de lo mismo aquí.

Se rio escandalosamente.  Esto sí que era algo a lo que aspirar este año donde meter las narices.  Aunque el profesor no fuese de enrollarse con hombres ya que prefería infinitamente más las curvas y el cuerpo de una mujer, había personas que le tentaban.  Sin embargo si había algo que tenía claro, era que como su preciosa Izabela, nadie en el mundo.

-Aquí lo que veo es mucha subjetividad ¿eh? Aseguro que a las niñas (y lo que no son las niñas) se les cae la baba por este macho.  Especialmente si es exótico, que eso gusta. – Alzó las cejas y gruñó por lo bajo de broma.  Observó el reloj que colgaba de la pared de su despacho.- Per…¿? ¡Mira qué hora es, leches! Nena, del puesto cuatro al que sean ya, ya, ya, ¡que tengo curro!

Al decirlo acarició la cubierta del maldito libro.

-Amor, a estas horas ni trabajo ni lech…

Coco se paró en seco y miró fijamente el libro que tenía en la mano. Dejó caer su pipa que se desintegró en humo mucho antes de tocar el suelo. Su cara cambió completamente y lo miró fijamente mientras se llevaba la mano al pecho.
Apretaba con fuerza.

-¿Cómo ha podido llegar el volumen de la agonía a las manos sucias de un mago?

Se abalanzó sobre el profesor y con su mano traspasó su pecho intentando agarrar su corazón. El contacto frío del fantasma y el susto hicieron que el profesor se quedara sin respiración por unos segundos…

Cuando sus pulmones volvieron a recoger aire después de que esa mano intrusa se alejase de él, respondió furioso y confuso.

-¿¡P-Pero que narices, nena!?- Y justo al acabar de decir la frase cayó en la cuenta de que quizás ya no era Coco con la que estaba hablando, sino la señorita Miller.  Sin embargo había algo en su voz… ¿Por qué era tan aguda? Miller tenía una voz bastante más grave: muy distinta. ¿Y esa manera de actuar tan inusual?- “…Tú no eres la otra pesada.”

Se quedó observando con cautela a la ‘nueva’ para ver si (con suerte) podía proceder a tratar con ella.  No entendía el cambio de humor tan brusco en relación al libro.  El puñetero libro.

-…Perdona guapa pero ¿yo a ti te conozco?- Alzó las cejas al plantearle la pregunta.  Seguía con la mano en el libro, guardándolo.

Volvió a sujetarse el pecho con fuerza y se fijó de nuevo como acariciaba el libro. Volvió a mirarlo fijamente a los ojos.

-Obviamente no me conoces- Respondió de un modo muy serio.- No lo volveré a preguntar, ¿Cómo ha llegado hasta aquí?

El libro empezó a agitarse al igual que algunos objetos repartidos por la sala, en respuesta a un magnetismo que producía el malhumor de ella. La temperatura empezó a bajar.

Su estampa allí de pie y rígida daba escalofríos.

-¿Tú que imaginas? De Brom, cariño.-Apartó las yemas de sus dedos del libro para cruzarse de brazos.- De Brom.  Que yo sepa no hay nadie más en todo el colegio que me haya podido dar otro libro así de… Pesado, ¿sabes?

Sentó sus posaderas encima del escritorio que temblaba ligeramente.  Se frotó los brazos debido al mínimo pero remarcable descenso de la temperatura.

“Uno que me quiere quemar, otra que me quiere helar.  El caso es que por culpa de cuatro tonterías me tengo que resfriar, porque como no me resfrió con facilidad… Menudo día, jolines.”

-Mira.- Bajó la voz algo más de lo normal y ladeó la cabeza en dirección al respetuoso libro.- Ya está. Ya he dejado el libro. ¿Contentos? Nena, deberías calmarte porque me hace falta y como me hace falta, por supuestísimo que no pienso permitir que le pase nada malo, ¿eh?

-Brom… mi querido Brom…

La temperatura volvió otra vez a la normalidad al igual que el temperamento del fantasma. Está vez miró por encima y con altanería al profesor y se puso a investigarlo con esa mirada.

Empezó a dar vueltas sobre él sin dejar de observarlo.

-La última persona que tocó “ese libro” fue despellejada viva. ¿Por qué crees que pesa tanto el volumen? Porque sus páginas están hechas de piel de cadáveres de magos.

Eliza no pudo reprimir un asombro y alejarse unos centímetros hacia atrás. En ese instante el fantasma se colocó detrás del profesor, se acercó y empezó a susurrarle.

-Y dime… ¿qué te hace ser tan especial para que Brom se tome tantas molestias en un mago?

Le envolvió con sus brazos y con una de sus manos empezó a acariciar su pecho.

-¿Y a mí que me cuentas, cariño?- Se zafó de sus etéreas manos con expresión de asco.- No es que sea especial, es que alguien me ve especial ¡ohoho!  Tengo muy buenos amigos ¿sabes?

Sonrió con sarna y se alejó para pasearse por la habitación, dando taconazos.

-Y dime…-Se apoyó contra una de las paredes, bien lejos del libro con las manos en las caderas.- ¿Tu querido Brom? ¿Sois íntimos? Vamos, yo no sabía que tenía siquiera amigos…

-Pretendes que te cuente… si ni siquiera eres especial…

Se acercó al escritorio se tumbó y pegó su cabeza al libro. Empezó a acariciarlo y pudo escuchar el susurro de los alaridos. Miró por un momento la cara del profesor, el cual alzaba las cejas a modo ofendido por el comentario.

-Algunas estrellas nunca llegan a brillar con tanta intensidad como otras… que decepción.

-¿Brillar? ¿Cómo Brom? Que dices cariño, si es una de las piedras menos pulidas que he visto en mi vida, ¡jojojo!- No se había ofendido antes por el hecho de que no fuese especial, más bien porque no le había contado nada.  Seguía apoyado contra la pared y estando tan cómodo se aventuró a intentar congeniar con la nueva.

-Yo no seré especial, pero mi glamour deslumbra hasta a los cuervos de las paredes.  Brillo como…-Se lo pensó un poco antes de decir nada.- Iba a decir como un jaspe rojo que es mi piedra según mi horóscopo ¿sabes? No es que yo crea en esas cosas… Aunque bueno, por ese profesor (ese morenazo) creería en las estrellas y más allá del universo.

Había entrado en una de esas fases de charlatanería que tanto le gustaban.  Ni siquiera esperaba las respuestas de su acompañante, simplemente se dedicó a hablar con esa voz estridente y con egocentrismo, aprovechando que el ambiente se había relajado y que parecía no tener que temer por su vida.

-Si hubiese sido una moza ya habría acosado su despacho, pero con los hombres como que me cuesta más ¿sabes? Perdona, a veces hablo y hablo y… Oye, ¿cómo te llamas?

Miró de nuevo al profesor pero ya no le resultaba interesante. Volvió a ser normal.

La irritaba.

El profesor ya había soltado toda la información importante, aunque esta vez tenía que contrastarla con Brom.

La extasiaba.

Se sentó en la mesa apenada por dejar aquel libro en ese lugar, en esas manos. Se tocó de nuevo el pecho y palpó un pequeño bultito que ocultaba detrás del ropaje. Lo acarició.

-Pienso que tu piel quedaría muy bien con el resto de las páginas… - Se levantó y fue levitando hacia la puerta. Se detuvo un momento y giró la cabeza en un ángulo casi inhumano.- … Cuida muy bien a ese amigo tan especial…

"Ohoho, mi piel es demasiado para ese sucio libro. Sería como introducir un petalo de rosa entre tallos y espinas..."

Se acariciaba la cara con el dorso de la mano mientras pensaba.  Cuando se percató de que su amiga se marchaba, cayó en la cuenta de que la conversación no le había aportado nada de información.  Tenía que hacer un último esfuerzo por sacar tajada pero la suerte no estaba de su lado; parecía totalmente reacia a dirigirle la palabra de nuevo.

"Pedazo de antipática... Con lo cortés que estoy siendo. A ver si esto sirve..."

-Oy, nena... ¿Pero te vas ya? ¿No te quedas a cantar conmigo?- Nada más plantar la pregunta, alzó la voz y cantó lo que recordaba de la canción con la que se presentó Coco.- The rain in Spain stays mainly in the plain! The rain in Spain stays mainly in the plain!

El fantasma al escuchar la melodía paró en seco.  Durante unos instantes Eliza contuvo la respiración y habría jurado que su disparatada idea dio resultado... Sin embargo la incorpórea silueta le propinó una sonrisa y se esfumo sin media palabra más.  El de cabello castaño aguardó unos momentos por si acaso, pero al asegurarse de que le había dejado colgado, se sentó en su escritorio.

"¡Leches! ¡Y yo que pensé que funcionaría como en aquella historia! Bueno, qué se le va a hacer..."

Miró de reojo el libro y lo insultó en voz alta.  No tenía ninguna gana, pero era hora de trabajar: ya se había dispersado lo suficiente.