Un, dos, tres. Escondite inglés.

-Soy una experta jugando al escondite... En cambio, me pregunto si tú sabrás buscar mejor de lo que te escondes –comentó acariciando con la yema del dedo (si bien estaba enguantado) la superficie de la media máscara del vampiro, y después siguiendo por sus labios, hasta terminar en su barbilla. Todo ello aderezado con una intensa mirada, que normalmente no se habría atrevido a mostrar. Sin duda Aaron era la primera persona en ver sus auténticos ojos de aquel modo.

Sonrió con picardía y diversión, dejando entrever sus afilados colmillos. Cogió la mano de la chica y, con lentitud y sin dejar de mirarla, le besó la palma de la mano con suavidad, aspirando levemente su aroma... ¿Por qué se le venía la imagen de una castaña a la cabeza? A saber...

-Hasta diez...- El ucraniano cerró los ojos y aflojó el agarre para que su compañera fuera a esconderse en el lapsus de tiempo que el contaba.- Uno, dos, tres...

Aquello iba a ser un juego sencillo en el que se iba a probar su aquella muchacha iba a ser más aguda que sus desarrollados sentidos de vampiro...

No era justo, Aaron tenía mucha más ventaja en ese juego, y ella lo sabía. Para poder confundirse con los ruidos de la fiesta, sin que él pudiese seguir un patrón tan fácilmente, se quitó los tacones y los colocó con cuidado encima de la mesa, justo delante de él, yéndose descalza, intentando al menos que no supiese en qué dirección se iba, aunque seguramente lo sabría igual. Al menos le dejaba un espacio de tiempo generoso entre cada número que contaba.

Pero no sabía dónde esconderse. Si iba directamente a los "cubículos del amor" (como ella los llamaba para sí) sería demasiado obvio, y no sabría decidir su siguiente escondite. En realidad tenía que admitir, que aquello le estaba resultando divertido. Su ingenio contra los dones de vampiro de Aaron… Si bien él no sabía que se trataba de un duelo de dicho calibre.

La gente de la sala empezaba a tener diferentes síntomas. Unos parecían mareados, otros simplemente salidos, y algunos estaban incluso durmiendo la mona. Entonces recordó aquella variante del escondite, el “escondite inglés”, en la que lo importante era no moverse y quedarse muy quieto. Se echó sobre un sofá, donde estaban otras dos chicas durmiendo (una de ellas incluso babeaba sobre el muslo de la otra, usándola de almohada), y se acurrucó como si estuviese dormida, tapándose media cara con el brazo y vigilando los movimientos de Aaron con el rabillo del ojo. Aunque en realidad sabía que no le costaría encontrarla.

-...nueve, y diez.- El vampiro abrió los ojos y oteó su alrededor con curiosidad, solo para asegurarse de que la muchacha no se había escondido bajo la mesa o algo por el estilo con la mentalidad de que cuanto más cerca suya estuviese, más difícil le iba a ser dar con ella.- Bueno, allá voy. Espero que te hayas escondido bien..."La verdad es que es más divertido que cazar..."

El ucraniano meneó la cabeza para apartar aquella voz llena de pensamientos parásitos que tendía a soltarle perlas cuando menos las necesitaba. Primero dio un par de vueltas por la sala, intentando dar con la chica entre las cortinas, las parejas que se besuqueaban y los grupos que mejor era omitir lo que hacían. Quiso intentar omitir sus sentidos vampíricos, más por alargar el duelo que otra cosa, pero estos parecían haberse activado ante aquel aparentemente juego inocente.

Los sonidos se distorsionaron, centrándose en si captaba el frufrú del vestido al deslizarse acompasado de unos pasos ataviados con tacones. El olor, cargado de alcohol y azucarado por los murciélagos voladores que pululaban por allí quedaron reducidos al mínimo y, en cuestión de minutos, creyó percibirlo. Era un aroma extraño y peculiar, así que le resultaba sencillo dar con él.

-"Ni siquiera sabía que las castañas pudieran oler..."- Pensó para sus adentros mientras una sonrisa divertida se dibujaba en su rostro, formando pequeños hoyuelos en sus mejillas.- "Pero nunca es bueno atacar de frente..."- Dio un par de vueltas cerca de las cortinas de dónde provenía aquel aroma para, después, desviarse y perderse entre la multitud.

Ocultar su presencia era, en su situación, un juego de niños...

¿Le estaba tomando el pelo?

Había visto cómo se desviaba de donde ella estaba. Le parecía imposible pensar que Aaron no la encontrase enseguida, teniendo en cuenta lo que sabía sobre vampiros, así que le dio la impresión de que lo hacía aposta. Aunque por otro lado, parecía no haberse percatado del "regalo" que Eveline le había dejado encima de la mesa... Era posible que la estuviese buscando por el sonido de sus zapatos. Oh, bueno. Una diminuta ventaja a su favor.

Levantó la cabeza: lo había perdido de vista cuando se metió entre la gente de la pista de baile. Y no sabía por qué, se enfurruñó. Por alguna extraña razón, quería que Aaron la encontrase... Aunque eso significaba perder el juego, y normalmente a Eveline no le gustaba perder. Chasqueó la lengua y se dio la vuelta, quedándose acurrucada de frente al respaldo del sofá. Quería soltarse el pelo... En realidad odiaba tener el pelo recogido, le resultaba incómodo, y a menudo le daba dolor de cabeza. Pero por mucho que se lo hubiese ondulado y que llevase el antifaz, si se lo soltaba seguro que sería mucho más reconocible. Quizás quería que la encontrase para salir de ese sofá, compartido con dos extrañas. Seguro que si las echaba a patadas ni se enterarían.

"Vamos, encuéntrame ya... Seguro que no es tan difícil para tí, no seas tan benevolente conmigo aunque se suponga que no sepa 'qué' eres..."

Ya, pero cuando la encontrase... ¿qué?

Sigiloso como nunca lo había sido, se deslizó entre un grupo de cinco personas que parecían estar metiéndole mano a una muchacha de pechos enormes bastante ligera de ropa sin ser detectado. En otra situación les habría llamado la atención, pero era una fiesta... no, era LA FIESTA de Halloween, y él más de una vez también infringió las normas para verse a escondidas en algún baño cerrado con la que antes era su novia.

Agazapado, llegó hasta la parte trasera del sofá de dónde venía aquel aroma. Inspiró profundamente, llenando sus pulmones de aquel olor, casi sentía en su boca el roce de uno de aquellos cabellos...

-"Estoy más salido que el pico de una mesa, joder..."- Se dijo a sí mismo para calmarse, pero sus ansias no hacían más que crecer. ¿Qué le estaba pasando? Era un juego, un juego estúpido de adolescentes...

Aaron se irguió en silencio y se aproximó a su víctima con tal lentitud que esta no se percató de su presencia. En un gesto terriblemente veloz, posó una de sus manos en la boca de la chica a la vez que hundía su rostro en su cuello. Aspiró su aroma y, en un gesto inconsciente, lamió aquella blanca piel, notando como a la misteriosa chica se le ponía la piel de gallina.

-Has perdido... Ahora elige: ¿verdad o castigo?- Le susurró al oído mientras dejaba la carnosa boca de ella libre, pero con sus dedos firmemente sujetos a la mandíbula inferior.

Dio un respingo cuando notó como le tapaba la boca, mudo, por supuesto, por el gesto del vampiro. Pero lo peor vino cuando hundió la cabeza en su cuello, y Eveline, impotente, apretó los ojos. Había conseguido asustarla, casi aterrorizarla, y su cuerpo se había tensado hasta estar duro como la roca.

La lamida le encantó y le repugnó a la vez. Toda la piel de su cuello, y en especial la de su nuca, se había erizado. Pero incluso se notaba la piel de gallina en la piel desnuda de su escote. Sin duda, y pensándolo todo lo racionalmente que podía en ese momento, era mucho mejor que un buen mordisco. Pero no esperaba que algo así le provocase tal escalofrío, un escalofrío extrañamente placentero, como el que se tiene cuando se escucha cierta pieza musical, o cuando se huele cierto aroma. Esos escalofríos que te hacen aguantar la respiración un momento en el que el mundo se para, y no eres consciente de lo que sucede a tu alrededor.

Tardó un par de segundos en darse cuenta de que le preguntaba algo y en procesar la información, y en ese mismo instante se recordó a sí misma que tenía que respirar para seguir viviendo.

Las dos opciones que le daba eran terribles, no podía decir que hubiese una que le gustase, porque las dos parecían peligrosas. Suponía que Aaron no le preguntaría directamente quién era, pero eso no significaba que no supiese cómo averiguarlo. Y "castigo" era una palabra muy fuerte. Podría ser cualquier cosa, y esperaba que del mismo modo, no le pidiese que se quitase el antifaz... Pero, ¿cómo estar segura?

- Verdad -musitó finalmente.

Una breve risilla divertida escapó de sus labios. Su aliento, en aquel momento ardiendo, dio contra la nuca de ella, impregnando aquella piel con el aire que salía de sus pulmones. Aaron tuvo, durante una escasas milésimas de segundo, una visión fugaz de él comiendo castañas cuando era un niño. Un gusano en el corazón de esta le provocó una extraña sensación de desasosiego en su interior.

-¿Los tienes en punta?- Su otra mano se deslizó desde su hombro hasta el escote, delineando el límite del vestido que llevaba, como si dibujara una línea con la yema de su dedo.- Si no me respondes rápido, tendré que comprobarlo por mí mismo...

No. No-no-no-no-no-no-no. Aaron, no puedes hacerme esto. No. No, no, ¡NO!

Claro que Aaron nunca le haría eso si supiese quién demonios era ella en realidad. El calor que había sentido hacía un momento se tornó sudor frío, manteniendo la piel de gallina por todo su cuerpo. Además, se había sonrojado violentamente.

Pero no podía quedarse callada, tenía que decir algo… Ya que se le notaba en la cara lo atónita que se había quedado. Necesitaba recomponerse, y necesitaba desviar la conversación, pero no podía evitar darle una respuesta si no quería que él cumpliese su amenaza. Ni siquiera estaba segura de entender la pregunta… No, más bien preferiría no haberla entendido.

-Eres un descarado Aaron Kotovski… Y eso que tenías cara de niño bueno –dijo entre risas nerviosas. ¿Cómo podía preguntarle algo como eso? Debería haber escogido castigo…

-¿Y bien? –Inquirió el vampiro amenazando con pasar los dedos por debajo de su escote...
Dios mío, Aaron le estaba acariciando el busto… ¿En qué demonios estaba pensando cuando se puso semejante escote?

-… ¿Qué más da? –dijo finalmente. En realidad le daba la impresión de que dijese lo que dijese, el plan del chico era el mismo. Esperaba que no se notase que la opción verdadera sería un “sí”. Pues de hecho, el escalofrío le había provocado esa reacción, y ya bastante le estaba costando aguantar su mirada. Lo único que necesitaba era distraerle y hacer que se abstuviese de hacer preguntas tan… Bueno, preguntas como esa. Ya no quería jugar a ese juego, que se había vuelto contra ella. Necesitaba distraerle del juego, y no sabía cómo.

Necesitaba distraerle… Así que le besó.

Una breve sonrisa cruzó sus finos labios hacia arriba mientras respondía al gesto de aquella desconocida. Si bien era algo de esperar que la situación derivase hasta ahí teniendo en cuenta el tipo de fiesta en el que se encontraba, lo cierto era que le había sorprendido que ella fuera la que diera el primer paso. Y su diversión aumentó cuando notó como aquella chica estaba intentando dárselas de mujer fatal porque, para ser sincero consigo mismo, lo único fatal en ella era su forma de besar.


-"Voy a enseñarte cómo se hace..."- Abrió la boca con suavidad y jugueteó con la lengua sobre los labios de ella, notando el amargo sabor de su pintalabios. Con una mano rodeó su nuca y la atrajo hacia él, profundizando el beso y deleitándose con el olor que desprendía su cabello.

Aaron rodeó el sofá e ignorando a las dos chicas que dormían al lado de ellos, apoyó una de las piernas en aquel mueble, arrinconando a la chica contra este. Como un cazador con su presa. Jugando con ella antes de sentenciarla. Un dedo rozó los voluptuosos senos, luego dos... La piel de la chica ardía en contacto con la suya. Parecía que ella quería que parase.


-¿Qué? ¿Suficiente juego?- Clavó su mirada en ella, observándola a través de aquel antifaz.-
¿Pasamos a mayores ya?

Justo en el instante en el que su mano comenzaba a infiltrarse bajos las telas, unos gritos procedentes de la sala de baile le distrajeron completamente de sus quehaceres. El ucraniano tuvo el primer impulso de pasar de todo porque, para qué negarlo, aquello le estaba gustando demasiado, pero su sentido del deber acabó por hacerle desechar la idea. Le dedicó una última mirada, queriendo decirle mil cosas antes de irse que se vieron resumidas en un...


-...mierda.

Ahora entendía la expresión “sentir mariposas en el estómago”. Siempre le había parecido estúpida, pero ahora que lo sentía en sus propias carnes no se le ocurría un símil mejor. El beso la estaba dejando completamente desarmada, y eso era inaceptable… Inaceptable, pero cierto.
 
Y de hecho dio un notorio respingo cuando Aaron se aventuró a jugar con su lengua. Resultaba repugnantemente placentero, sobretodo en el momento en el que notó el roce de uno de sus comillos, y ella no pudo evitar agarrar la tela de su traje con fuerza. Y eso era del todo inaceptable.
 
Eveline Elaine Evans estaba dejando de existir. Se había reducido a una voz en su cabeza que repetía una y otra vez “paraparaparapara”, pero se oía demasiado lejana como para hacerle caso, la voz que decía “si paras te mato” era mucho más seductora en aquel momento. En realidad ni siquiera sabía si lo estaba pensando o si había dejado de pensar mucho atrás, sólo estaba aprendiendo cómo hacer que a él le gustase tanto como a ella. Sólo tenía espacio en su cabeza para pensar en Aaron, y le daba la sensación de que se encontraban ellos dos solos en mitad de ninguna parte, y que sólo se oían sus respiraciones y el ruido que provocaban sus labios. 
 
Y cuando el chico propuso ir a mayores, ella se quedó sin palabras, sumida en un trance en el que jamás se hubiese imaginado que estaría, y por su cabeza pasaban miles de pensamientos: Por supuesto que quería ir a más. Deberían quitarse las dichosas máscaras, que no hacían más que estorbar. No, ni hablar, no debían ir más lejos. ¿Dónde estaban sus zapatos? Ojalá ahora mismo supiera quién era ella y le susurrase su nombre al oído. Sí, debían quitarse las máscaras y…
 
Un grito.
 
Las cosas se estaban complicando, y ella apenas se daba cuenta de ello. Cuando se miraron, Aaron parecía sumamente frustrado, y se preguntó si ella también lo parecería, porque en realidad lo estaba.
 
-...mierda.
 
Cuando soltó el ahora arrugado traje de Aaron con un suspiro, Eveline Elaine Evans se despertó. Y se puso enormemente colorada de la vergüenza.