You shall not enter without my permission...

El inglés estaba sentado ante su escritorio, repasando una y otra vez los papeles que tenía delante, intentando buscar el más mínimo error en la cantidad o la preparación de la poción que había usado para curar la herida de Keehl en la despensa. Había examinado la mezcla, había vuelto a prepararla con las mismas cantidades, modificándolas levemente en el caso de que, por algún descuido, hubiese añadido una pizca más de los ingredientes. Había vuelto a comprobar sus efectos, pero aquella reacción no había vuelto a repetirse y eso no le gustaba en absoluto.

"Tiene que haber sido culpa suya, tengo que dejar de darle tantas vueltas..." se dijo finalmente, guardando de nuevo los pergaminos. Había avisado a Keehl de su castigo por entrar a la despensa sin permiso y echar a perder material para las clases, por lo que estaría allí en cuestión de minutos.

Tardó un poco más de lo previsto ya que se entretuvo guardando sus nuevas adquisiciones de los invernaderos a hurtadillas de sus compañeros de cuarto. Había corrido como un loco por las escaleras y tenía la certeza de que su pelo tenía que lucir horrible. Y encima castigo con el cara-cuervo, que lo ponía verde.

"¿Verde? Totalmente verde." Antes de entrar en el despacho, se cambió el cabello a un verde pálido con su habitual toque apastelado de marshmallow y estiró el elástico de sus medias para evitar sorpresas como la de la última vez.

Abrió la puerta. Se acercó con paso seguro a su profesor y se quedó frente a él mirando aquellos ojos amarillos con total deleite, maldiciendo para sus adentros que fuera poseedor de ellos ese cuervo seco, y no alguien más accesible, como por ejemplo el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras (apodado "Palomo" cariñosamente por Stephan).

-Buenas tardes profesor Durkheim. -Sonrió con su habitual pokerface amplia y tratral.

- Llega tarde, Keehl. - contestó el inglés. - Espero no estuviera intentando "escaquearse"...

Con un pequeño movimiento de la varita, acercó un libro de la estantería. El alemán reconoció el tintineo de su agenda, que cayó en manos del Profesor de Pociones.
Aunque el asunto de la sangre le hubiese provocado algún que otro dolor de cabeza, la agenda estaba a un nivel completamente distinto.

- El castigo de hoy será por haber entrado en la despensa sin mi consentimiento. Tome asiento, por favor.

Había preparado de antemano un escritorio con todo lo necesario para cumplir el castigo. Había querido mostrar su libreta simplemente para que no olvidara que todavía la tenía en su mano y que conocía lo que había escrito en ella.

"Con esto ya estarías hablando con la subdirectora y las autoridades competentes por meter las narices donde no debes."

- Puede empezar a copiar: "No debo entrar en la despensa de Pociones sin el permiso del profesor Durkheim."

Stephan durante un momento se quedó atónito sin poder creérselo. ¿Eso iba en serio? ¿Ponerse a copiar como un puto crío muggle? ¿Pero qué coño se le pasaba a ese profesor por la cabeza?

-¿Y? -Preguntó desconcertado el muchacho de cabello antinatural.

-¿Es que no me ha oído? Creo que no se puede ser más específico.

-Sí, pero... ¿copiar? No se, me esperaba un castigo que le fuera más "útil"... ¿Qué utilidad tiene ver el cuaderno repleto de letras burdas de una frase que no tiene ningún sentido para el que la copia? -Al adolescente se le escapó una ligera risilla espontánea. -Además de que soy lento copiando...

- Si no le parece adecuado, Keehl, puedo hablar con la subdirectora para que le imponga un castigo de acuerdo a la infracción que ha cometido. - dijo el profesor, dejando la agenda sobre un fajo de papeles. - Si no tiene más comentarios que hacer, siéntese y empiece a copiar.

El alemán le sostuvo la mirada durante un instante antes de sentarse.

- ¿Necesita que le repita el enunciado?

-No, no. Era "no debes entrar sin mi permiso", ¿no? Pues bueno...

Stephan bajó la vista apretando los labios para tapar la sonrisa de su rostro.

- "No debo entrar en la despensa de Pociones sin el permiso del profesor Durkheim." - repitió secamente el inglés. - Y si este castigo le hace tanta gracia, no tendré problema alguno en hacerle venir aquí durante el resto de la semana.

¿Pero quién se creía que era ese crío? ¿Se estaba riendo de él o qué?
Había escogido un castigo bastante "suave", teniendo en cuenta hasta dónde le estaba permitido llegar en esa escuela, al contrario que en Hogwarts. Sin embargo, ya que el motivo oficial del castigo era tan solo haber entrado a hurtadillas en la despensa y haber roto un tarro.

- Creo haberle dicho varias veces que empiece a copiar, Keehl.

Stephan bajó la vista y comenzó a copiar. Sin levantar la vista del papel, le respondió al profesor.

-No me hace gracia el castigo ni pretendía reírme de usted. Estaba desconcertado, eso es todo.

Siguió copiando.

-Prefiero esto a los castigos pseudo-medievales que se gastan algunos aquí, la verdad. ¿Qué opina de eso?

La pluma hacía giros graciosos a medida que Stephan copiaba. Al ser un trabajo puramente mecánico, no tenía problemas en hablar mientras seguía con su tarea.

-Tengo entendido que viene de Hogwarts, ¿no? ¿Qué tal el ambiente allí después de lo que pasó?

- Tampoco le he dado permiso para hablar, Keehl. - espetó Damien. - ¿Acaso quiere añadir otra frase a su castigo?

Cogió unos pergaminos, trabajos de los alumnos de primero sobre las propiedades de determinadas sustancias, y comenzó a corregirlos, tratando de ignorar la presencia del alemán.

-I'm sorry. -Dijo Stephan con ligero rintintín bajando la vista y centrándose en su castigo.

"Mira que es seco el cara-cuervo este. Será un palo seco inglés. Aunque el profesor Triggs también es inglés y no se parece en nada a este, al menos en el carácter. Debería aprender más de su primo blanquito. Cuervo negro contra palomo blanco. Pues bien mirado sí que podrían ser primos. Se parecen como un cuervo a un palomino."

Carraspeó y levantó de nuevo la vista hacia el profesor.

-Siento si le vuelvo a molestar, pero me he estado preguntando si usted y el profesor Triggs sois familia... por los rasgos, ya sabe. Se parecen en algo.

Bajó la pluma, clavando la mirada en la de su alumno. ¿Qué era lo que acababa de decir?

- No sé cómo se le ha podido ocurrir hacer esa alocada suposición, pero puedo asegurarle que el profesor Triggs y yo no tenemos relación de parentesco alguna. - respondió tajantemente. ¿Que se parecían? ¿Pero qué se le pasaba por la cabeza a ese crío? - Y, para dejarlo del todo claro, ni puedo ver los "rasgos" de los que habla ni nadie ha comentado jamás algo así.

"¿Acaso no tiene ojos en la cara? Es más que evidente que no nos parecemos en absolutamente nada..."

-Es curioso. -Prosiguió Stephan. -Ustedes son como mi padre y mi tío pero al revés. El mundo tiene esas rarezas a veces. Personas que parecen hermanos y que no lo son y hermanos que parecen desconocidos.

Stephan clavó también su mirada en el profesor, intentando no fijarse demasiado en aquellos ojos que se le hacían tan llamativos.

-Es que os dais un aire... La caída del pelo, la forma de los ojos y de las manos y la boca, pero como vuestros colores de ojos y pelo son tan distintos no lo parece a simple vista.

- Déjeme decirle que tiene una imaginación portentosa, Keehl. - dijo cruzando las manos sobre el escritorio. - Ni siquiera después de tantos años de conocer al profesor Triggs he podido encontrar tantas "coincidencias" donde, evidentemente, no las hay.

Disparates. ¿La caída del pelo? ¿La forma de los ojos y de las manos? ¿La boca? Lo que sí estaba más claro que el agua era que estaba intentando hacerle perder el tiempo inútilmente con ideas absurdas. Y el castigo aun duraría mucho.

- Aunque sin duda esto me deja claro a lo que se dedica en clase en lugar de atender.

El alemán de, en aquel momento, cabello verde apastelado, sintió cómo un fuerte nudo de rabia le retorcía la boca del estómago obligándole a pronunciar en alto lo que en ese momento se le pasaba por la mente.

-¿Perdón? ¿Insinúa que no soy bueno en su clase o que lo hago peor que la mayoría, o qué pretende decir con eso?

- Piense lo que usted quiera, Keehl. No tengo por qué darle explicaciones, teniendo en cuenta además que se supone que está siendo castigado precisamente por su negligencia...

Desvió por un instante la mirada hacia la agenda. Sabía de sobra, por sus clases y por lo que había leído, que el alemán era uno de sus mejores alumnos. Tampoco veía del todo mal la investigación personal, pero había un límite, sobre todo para un chiquillo como él.

- ... y también por su poco respeto hacia las normas y las limitaciones de la escuela. - concluyó, volviendo de nuevo la vista a su alumno.

-"Negligencia" y "accidente" son cosas distintas. A cualquiera le puede pasar. Como si un político tuviese que dimitir por cagarse en su constitución en un arranque de ira. -Stephan se rió por lo bajo de su propia ocurrencia.

Terminó de copiar una frase que engrosó las líneas de su castigo y levantó la cabeza haciéndose cosquillas en los labios con la pluma.

-No creo que eso me haga ser irrespetuoso porque no voy insultando, haciendo daño o intimidando a nadie, ¿no? Aunque si usted es de la misma cuarta que el señor von Gottlieb, la cosa cambia para mí, por lo que veo...

- Le aconsejo que guarde para sí sus comentarios sobre el resto del profesorado, Keehl. - respondió el inglés tajantemente.

Ese parloteo continuo le estaba irritando. Había elegido ese tipo de castigo precisamente porque debía ser silencioso y eso le habría permitido dedicarse a otros asuntos, en lugar de mantener una charla sin sentido con un alumno.

- Por otro lado, usted entró en la despensa de Pociones sin el permiso del profesor correspondiente y echó a perder material valioso para las clases. - continuó, tratando de acabar con esa conversación. - Y si no hubiese violado ninguna norma, le aseguro que no estaría aquí castigado.

-Vale, lo he pillado. Lo he pillado. -Respondió el chico de cabello artificial volviendo a sus copias. Estaba un poco hasta las narices de todo aquello. No sabía ni por qué se había molestado en intentar entablar una conversación con aquel palo seco con cara de cuervo que tenía como profesor.

"Aunque no es que no sea agraciado. De hecho es atractivo. Tiene unas facciones perfectas para dibujarlas, con plumilla o para hacer un grabado. Aunque el de Defensa está mucho más... "más". Además de tener una cara más amable. Este se va a arrugar prematuramente con ese genio de vinagre que me trae. Pero..."

Stephan no se había percatado de que hacía rato que estaba observando al profesor clavándole sus ojos fríos casi sin pestañear.

"... esos ojos... Sus ojos me..."

Ese alumno le estaba haciendo perder los papeles. Primero su actitud, incapaz de cerrar el pìco aunque fuera por un segundo y cuestionando su castigo, luego sus insinuaciones absolutamente infundadas... ¿Qué era lo que pretendía? ¿Aliviar su castigo? Porque lo que estaba consiguiendo era precisamente lo contrario.

"Al fin se ha callado, no tendré que escuchar estupideces en los próximos diez minutos... A menos que empiece otra vez..."

Volvió al trabajo que había dejado a medias por culpa de la "conversación" con el alemán, hasta que empezó a tener la sensación de estar siendo observado. Dejó la pluma en el tintero y levantó de nuevo la mirada.

- ¿Acaso tiene algún problema, Keehl? - preguntó, clavando sus ojos amarillos en los celestes de su alumno. - Me gustaría poder aclarar cualquier duda que tenga de una vez por todas y así no tener más interrupciones.

-Solo le miraba los ojos. Aunque claro, con lo peculiares que son no debe serle extraño que se paren a mirárselos, ¿no?

Stephan no ocultó en absoluto su expresión mientras le miraba los ojos. No había miedo. Ni asco. Ni repelús. Por el contrario se notaba la ardiente curiosidad e incluso la admiración. Su mirada era diferente incluso de cuando trataba con el propio profesor, como si ojos y profesor mereciesen un trato diferente.

-¿Es genética? ¿O alguna maldición o malformación, tal vez?

No le gustaba la forma en que lo estaba mirando. No era el tipo de mirada a la que estaba acostumbrado, esa mezcla de curiosidad y miedo. Era como si estuviera mirando incluso más allá de sus ojos.
Rompió el contacto visual con el alemán, desviando la mirada a un lado.

"¿A qué viene tanto interés ahora?"

- Una malformación. - respondió rápidamente, haciendo lo posible para que ese nudo en la garganta no lo traicionase.

Esa mirada le había hecho imposible mentir.

-Ya veo...-Stephan no tenía mucho más que decir. Pensaba que le resultaba interesante que una malformación dotase de ojos de búho a alguien.

Bajó la vista y se concentró en el castigo, aunque antes de que pudiera meterse de lleno en él, sus pensamientos lo traicionaron de nuevo y comenzó a divagar.

"¿A qué me recuerdan esos ojos amarillos?" Antes de que pudiera percatarse estaba llenando la hoja de extraños dibujitos paganos en lugar de seguir con el castigo.

"Parece que por fin podré hacer mi trabajo sin interrupciones..."

Trató de volver a la lectura del ensayo que tenía delante, señalando los errores con tinta roja, sin embargo, al poco rato se vio releyendo la misma línea tres veces, incapaz de concentrarse.
Levantó la mirada para comprobar que su alumno siguiese con su castigo.

"¿Pero qué demonios está haciendo ahora...?"

Se levantó y rodeó su escritorio, arrancando el pergamino de las manos del alemán. Estaba cubierto de dibujos extraños. Su muy limitada paciencia ya se estaba agotando.

- Creía haber sido bastante claro al respecto. ¿O es que tal vez considera este castigo demasiado "aburrido" para su gusto, Keehl? Ya que tiene tiempo de llenar la hoja de estos garabatos, ¿preferiría algo más "entretenido"?

El adolescente, que se había dejado llevar por su distracción de nuevo, no pudo reprimir un sonrojo que ardía en todo su rostro de pura vergüenza.

-Lo... lo siento. -No hizo falta que lo repitiese: se le notaba a la legua que estaba cohibido. -Lo borro enseguida.

Stephan rebuscó su varita para hacer desaparecer aquellos sospechosos dibujillos que, pese a la simpleza y despreocupación del trazo, se reconocía claramente la escena de un aquelarre alrededor de un hombre-carnero, algo un poco siniestro...

Cuando Damien pudo mirar con más atención aquel garabato, un escalofrío le recorrió la espalda. Apartó la hoja antes de que el alemán pudiera borrar el dibujo.
Primero las preguntas invasivas, luego las miradas y por último, aquello... ¿Qué tenía que hacer para que su alumno simplemente cumpliera el castigo que le había mandado?

- ¿Se está burlando de mí, Keehl? - espetó, apretando el puño en el que sujetaba la hoja cubierta de frases.