Merrier the more!

El profesor de astronomía se apresuraba andando rápido por el pasillo, ansioso por en su rato libre salir al bosque y respirar algo de bendito y puro aire fresco. Con su fiel guitarra acústica a espaldas no tenía otra idea que no fuese perderse por ahí a tocar y a cantar en solitario ya que era temprano y el tiempo apremiaba.

“Ya falta menos…¡¡Todos los días la misma historia!! Alumnos que se giran y susurran entre ellos ‘Y ese profesor tan joven y con ese peinado y con ese tono de piel y…’ y…” Tomó aire y suspiró agarrándose el pecho, “Y estoy hasta las narices ya, joder… Necesito… Necesito respirar, necesito aire y necesito tocar y estar solo, solo, solo y SOLO un ratito. Demasiada gente…Demasiada puta gente.”

Al borde de un ataque de pánico, abriéndose paso entre curiosas ojeadas y algún que otro piropo y miradilla indiscreta de las jóvenes estudiantes llegó a trompicones a su vía de escape (también conocido como el bosque) donde una vez dentro aminoró el paso y contempló por unos instantes qué se hallaba a sus alrededores; vida más allá de aquella escuela y sus múltiples frías torres de piedra, flora como la que no había visto en su vida, silencio por fin y…¡Oh!

“…Como no, cuervos.”

Hasta mucho más lejos de las sólidas construcciones llegaba la supervisión del Gran Director. Los profesores como él, muy al tanto de el propósito y motivo de tanto cuervo no podían evitar sentirse incómodos cuando le miraban tan fijamente con esos profundos ojos negros tan hipnotizantes que parecían ver a través de su alma.

“Bueno, yo a mi bola, los cuervos a la suya y todos felices. A ver si adentrándome más…”

Un poco más hondo en el follaje perdió de vista a los cuervos. Miró a su espalda, a un lado, a otro y de nuevo volvió a mirar repetidas veces en todas las direcciones con desconfianza. Una vez comprobó que lo único que se movía con vida eran él y las hojas se sentó y tras tocar varios acordes (comprobando que su mejor amiga estuviese afinada) interpretó una de sus canciones favoritas de uno de sus grandes ídolos: Lenny Kravitz.

El ambiente por aquellos lares era siempre tranquilo, y el silencio susurraba suavemente, acompasado al ruido de las hojas y el canto de los pájaros. Era una de las muchas ventajas de tener un trabajo como el suyo y, con suerte, esa calma era interrumpida con escasa frecuencia. Quizás un niño petulante o una lechuza diabólica aparecían como salvajes y destruían aquella atmósfera idílica... Pero en general era tranquilo.

Aquel día sin embargo, algo distinto se movía por el aire pero por raro que fuese no se cargaba la paz que siempre rodeaba la casita del guardabosques. Un sonido melódico y familiar acariciaba las orejas a Eugen y, por mucho que le jodiese abandonar el calor de su cueva y que el frío le azotara la nariz, tenía que, por obligación y también por una curiosidad inmesa, averiguar qué se estaba cociendo por allí cerca.

Anduvo con el oído puesto en esas notas y con el paso ligero. Intentaba no hacer mucho ruido para pillar a quien fuese quien estuviera por ahí con los pantalones bajados y recurrir al instante al "interrogatorio de seguridad profe-alumno" para asegurarse de que no hacían nada raro. Se sentía como un cazador. Era una técnica infalible.

Un corto paseo dio con el origen de aquella actividad desconocida, una figura conocida que pareció alarmarse ante la aparición repentina del guardabosque, que surgió de entre la hierba alta y tras árboles. Qué decir que la sorpresa fue igual para Eugen, que fue acechando con sospecha para encontrar algun chaval descarriado y se topó nada menos que con tipo hecho y derecho y con una plaza en el profesorado.

Y es que pareció que hasta los pajarillos se callaron.

-Eh... Hola.

En un esperanzador intento de que las cosas no resultasen tan incómodas (aunque se quedó solo en un intento), el profesor de astronomía miró a los ojos al guardabosques, abriendo la boca intentando darle una respuesta que para su desgracia nunca llegó. Tras el pequeño duelo de miradas desorbitadas el de piel oscura removió sus posaderas torpemente echándose hacia atrás mientras el otro, no teniendo claro qué hacer, se quedó plantado paralizado.

“Q-Q… Q-Que vergüenza… ¿¡Qué hace el guardabosques aquí!? Bueno es… Es su trabajo… Tiene sentido…” Clavó las uñas del brazo que tenía libre en la hierba fresca, sintiendo su dulce humedad, “Ay dios mío que alguien me pegue un tiro que me ha escuchado cantar.”

Mientras ambos se hayaban encerrados en sus mundos, un pequeño cuervo (ninja) ajeno a toda la inexistente conversación, voló silenciosamente hacia una rama a poco más de un metro de altura por encima de la densa cabellera de Letze. Cuando la tensión llegó a un punto crítico, el cuervo decidió cobrar protagonismo en la historia y casi sonriendo soltó un característico gruñido carrasposo que les pilló por sorpresa a ambos. La única GRAN diferencia fue que Eugen no hizo más que mirar al inocente pajarraco con cara de malas pulgas, mientras que a Letze del repullo lanzó su guitarra por los aires... y esta cayó estrepitosamente sobre su rodilla, propinándole un buen golpe.

-¡AH! Jod- “Me cago en la madre que me PARIÓ,” Sus mejillas comenzaron a encenderse y se sintió humillado, “Así jamás voy a hacer amigos…”

No fue el graznido del cuervo granuja, sino más bien el estruendo acústico y hueco de la guitarra al estrellarse contra la maciza rodilla del nuevo profesor lo que le dio un buen repullo al guardabosques. Aquella exhibición inesperada de (falta de) concentración y coordinación lo dejó momentáneamente muerto. Y, lo peor de todo, es que al segundo de reaccionar le invadió un ataque de risa que a duras pena pudo contener.

Es decir, se parten un rodilla delante de tus narices y por poco te partes la caja delante del herido. Una cosa digna del más filántropo.

A pesar de que la comisura de la boca se le curvase con temblorcillos, se aproximó al profesor llevado por la preocupación de alguien con un mínimo de sentido común que ve a alguien darse un topetazo en directo. Recogió la guitarra blanca con el cuidado de quien mece a un animalillo y se agachó hasta encontrarse a la altura del profesor, a ver si no había daños colaterales.

-Oye, eh... ¿Estás bien?... -le dijo con un tembleque en la voz. Como si no pasara vergüenza el pobre como para reírse en su cara. Le acercó la guitarra-. Ya veo que tocas la guitarra, ¿no?...

-…G-G-Gracias “y por reírte también... Já y já.”– Suspiró abatido.

“No debería pagarlo con él… La gente normal se ríe si te caes o te metes una torta.”

Estiró el brazo hasta que alcanzó su guitarra y tras darle un par de vueltas y comprobar que estuviese entera, le sacudió el polvo.  Tuvo que apartar la mirada de su (apuesto ahora que se fijaba) acompañante para centrarse de nuevo en su silenciosa amiga; se frotó el cuello con inseguridad pero reunió el valor que necesitaba y tocó un par de acordes de una canción cualquiera llamada Layla esperando a que eso contestase su pregunta.

Viendo que la expresión del guardabosques no variaba, se empezó a preocupar; no se había parado a pensar si lo que le dijo iba con ironía (por lo cual le lanzaría la guitarra por los aires y se burlaría de él) o si de veras estaba interesado y se reía sin maldad.  En un intento de aclarar las cosas, pero sin querer sonar desconfiado, habló de nuevo:

-Esto… Sí. Toco la gu-guitarra…-Intentó ser simpático ya que el rubio le parecía buena persona y no quería sonar borde- Y… Puedes reírte… Es-Estoy acostumbrado “Por mucho que quisiera que nadie se burlase más…”Y… Y si te molesto aquí dímelo… Al llegar parecías…Uh…No sé…¿Molesto?

"Ese sonidillo a mí me suena..."

-Ah, bueno, no, lo siento, quiero decir... -tan rápido como recapacitó en eso de "molesto" se le encendieron las mejillas como un par de fogosos candiles. En palabras más suyas "molesto" equivalía a algo como "orco iracundo"-... Siento si he aparecido con esta pinta, estoy habituado a toparme con algún mocoso haciendo, eh... cosas raras y rondando algún sitio que no debe, ya sabes como funciona esto, um... -se retorció los fríos dedillos-. Quiero decir, que no molestas en absoluto mientras no hagas nada sospechoso, así que puedes quedarte por donde quieras sin pasarte de los límites.

Eugen le sonrió al profesor con naturalidad mientras el frío le rozaba la cara ruborosa. Cierto cariz de bochorno le teñía la expresión, ¿qué se creía? ¿Un Pokemon? Dios sabe dónde se habría metido el cuervo de antes, pero lo que estaba claro es que este había fomentado ese ambiente tan absurdo que inundaba la vegetación que los rodeaba.

Se aventuró a lanzar una pregunta para romper el hielo. Se estaba hartando de quedar como un idiota ante todo el profesorado.

-...Por cierto, eso que acabas de toc-

¡PWING!

-¡¡¡Ay, Dios!!! ¿¿¿Estás bien???

-Creo…-Sus gruesos labios comenzaron a sangrarle por el afilado corte-…Creo que no… “¿¡M-Me acabo de quedar sin tocar hasta volver a casa!?”

Se tocó el labio manchándose un par de dedos, total, no le importaba en absoluto; Se había sumido en otro de sus trances y lo único que recurría a esa trenzada cabeza suya era la humillación por la que estaba pasando.

“Esto es de cuento. Absurdo. ¿Es que no puedo presentarme sin ser un inútil y que todo se caiga y se destroce? ¿Mi rodilla? PAM. ¿Mi guitarra? KA-BOOM. Por favor, que caiga un meteorito que es lo que falta ya.”

Sin ánimo preguntó retóricamente;

-¿No tendrás… A-Alguna… Cuerda de sobra, verdad?

Eugen hizo una mueca y sin pensárselo dos veces le respondió alto y claro.

-Pues sí…Uhm... También toco la guitarra- Gesticulaba mientras hablaba- Tengo una en mi cabaña si tanta falta te hace.

-¿Q-Qué? “Pero bueno este tío es la leche… Joder… Ojala pudiese conocerle más a fondo; parece majete” Quiero decir, que… Uh… Y-Yo… ¿¿Me harías el favor??

Estaba en pie de la ilusión. ¡Alguien más tocaba la guitarra! ¡Cómo no lo había pensado antes! ¡¡Sólo hacía falta verle las pintas!! No pudo contener su alegría mientras circulaban por el bosque ya de camino al hogar de lo que, quien sabe, podría acabar siendo su primer amigo. O no. El meteorito podría estar al llegar.

Un caminito diferente al anterior, con un ritmo rápido y directo en vez de esquivo y acechante, pero con el cuidado de que su acompañante no se matase por el trayecto. Por suerte la cabaña no se encontraba lejos, pero la situación se había torcido de forma tal que requería un auxilio inmediato, aunque quizás no fuese para tanto.

Eugen abrió la puerta de su pequeño hogar tan rápido como el frío de sus manos le permitió y, en el instante en el que estuvo abierta, se empecinó en que el profesor entrara primero, casi hostigándolo a darse prisa. Probablemente lo estaba poniendo nervioso, pero la cosa era que Eugen estaba bastante nervioso también. Entró justo después y cerró la puerta tras él, separando el frío mundo exterior del calor de su reducido hogar.

-Siéntate donde pilles, siento si está un poco desordenado -dijo señalando un pequeño sofá y un sillóncito más bien sencillos que ocupaban el flanco derecho de la estancia. Normalmente le hubiese dado más importancia al tema del desorden, pero en aquel momento tenía otra prioridad.

Sin medir más palabra que esa, salió disparado hacia un lugar incierto al fondo de la casita, desapareciendo de la vista del profesor y dejándolo como un pasmarote en mitad de aquella estancia desconocida, reticente a sentarse. En el instante en que decidió sentarse, Eugen regresó del lugar incierto con botellita en mano y una pequeña toalla. Las soltó con un golpe brusco sobre la baja mesita que acompañaba a los asientos y, por fin, tras tanto meneo, posó su trasero sobre el sillón vacío.

-Deberías curarte eso antes de preocuparte por la guitarra... -dijo con un deje más relajado aunque preocupado, como si reprochara a un niño. Niño, adulto, mujer u hombre, no dejaría que cualquier percance que le ocurriesen se le pasara por alto.

"Ayyy, ojalá tuviese algo de hielo..."

-Bah, no es nada- Musitó mientras la sangre le chorreaba por el cuello.

Agarró el botecito y la toalla, curioseando la estancia. Era una cabaña bastante acogedora y aunque poco amueblada y desordenada, tenía un aire a familiaridad que hipnotizaba e invitaba al descanso y confort.

“Es una cabaña bastante bonita. No se parece tanto como yo esperaba a las casitas del pueblo… Uy, me está mirando… Debería curarme esto antes de que me asesine con la mirada.”

Sin un espejo y sin acordarse siquiera de preguntar por uno, Letze comenzó por limpiarse como pudo la sangre que se notaba cerca de la nuez. Tras esto se curó la herida del labio intentando manchar el mínimo de la toalla usando movimientos apurados que invitaban un poco al masoquismo. Cualquiera que le viese daría por sentado que intentaba hacerse daño.
Al finalizar su tratamiento, dejó los obsequios donde los recogió.

-Gracias de nuevo… Tu casita… Me refiero, la cabaña está muy bien, ¿no?

-No te quites eso del labio -ordenó con tono imperativo y un dedo acusatorio, refiriéndose con "eso" a la toalla manchurreada que acababa de dejar sobre la mesa-. Se te puede abrir otra vez si hablas.

Le echó una mirada fulminante, de estas que podrían llegar a matar si su duración fuese mayor. Por suerte, el profesor le obedeció ipso facto y pudo relajar tanto la cara de mala uva como el resto del cuerpo sobre el mullidito asiento. Eso si, el ojo no se lo quitaba de encima en ningún momento. ¿Y si debería llevarlo a la enfermería?

-Ehh, sí, está bastante bien... -dijo rememorando los inicios de su bella e íntima relación cabaña-hombre-. Aunque no te creas, esto estaba patas arriba cuando llegué... -paseó su mirada hasta el techo en particular.

Cuervos. Nidos de cuervos. Malditos demonios emplumados, hijos de Belcebú.

-Por cierto, lo siento, mmm... Siento todo esto, no me he presentado en condiciones. Eug-

POM, POM, POM.

Unos porrazos en la puerta que parecían lanzados por el mismísimo Zeus en persona, pillaron a Eugen con el culillo al aire, justo cuando iba a tenderle la mano al profesor maltrecho y al fin poner algo de orden a ese tejemaneje de accidentes y desdichas.

"OH POR DIOS, ¿AHORA QUÉ?"

La puerta se abrió. El rostro sonriente del Celador, con un cigarro en la boca y la ceja arqueada los pilló claramente por sorpresa.

-Me autoinvito, tíos. Pero no pongáis esa cara, que traigo ofrenda. -El Celador mostró lo que era claramente un barril de cerveza.

Se tomó la libertad de pasar, depositar la "ofrenda" ante ellos, junto con tres jarras de metal. 

-Antes que nada, por si no lo sabéis ya, soy el lobito feroz de la escuela. Soy el Celador. He venido a conocer a mis nuevos camaradas, guardabosques y profe de Astronomía, ¿no? -Dicho esto los señaló respectivamente, en el orden correcto.

“Dios mio. ¿Pero dónde va con ese barril?”
 
El profesor de astronomía oscilaba la mirada entre el dedo que le señaló y la cara del recién llegado.  Por fin tenía el gusto de conocer al Celador; con eso de que no acudía a las cenas no había tenido el placer de verle aún.
 
“¿Y cómo sabía que éramos tres? ¿Y espera que en horas de trabajo me ponga a beberme junto con ellos toda esa birra? De eso nada.”
 
Siguió limpiándose el labio, haciéndose el despistado de manera que no tuviese que dar una respuesta, esperando que Eugen contestase primero.

-Esto...

Efectivamente, atónitos ante la "autoinvitación" del Celador. Una intrusión como esa hubiese sido remediada con una consecuente patada en el culo, pero ocurrió tan rápido que Eugen no puedo reaccionar. Eso sí, lo ojos le hicieron chiribitas ante el la suntuosa forma del barril.

Tras haber cerrado la puerta, se quedó en pie al lado de su querido sillón.

-Em, sí, Eugen Kreiss -dijo refiriéndose a sí mismo, por supuesto-. Y él es... Um...

-Él es el nuevo del claustro, ya lo sé. Reconocible como pocos. -Guiñó un ojo con mirada de complicidad.

Depositó el barril y le tendió una jarra a cada uno y se sentó en el suelo al lado, para irles sirviendo.

-Esta cerveza es un alucine, ya veréis, os va a encantar. No nos la vamos a beber toda, obviamente, pero el barril te lo dejo a ti como regalito. -Dijo mirando a Eugen. -Como yo siempre estoy rondando por el bosque cuando no ando atendiendo cosas de dentro del castillo, me vas a ver la jeta más de lo que te gustaría. -Se rió despreocupadamente. -Y con respecto a ti... -Se dirigió a Letze a continuación. -Eres un novato poco estirado, así que quería saludarte...

-Letze, me llamo Letze Edelmut… Y g-gracias…-Se pellizcó los nudillos bastante cortado mientras se sentía enrojecer- “¿De verdad destaco tanto? Jo.”

Eugen también agradeció las palabras del celador sin quitarle el ojo de encima a la reluciente jarra que le habían tendido.  El más moreno de piel cogió la suya (sería feo despreciar la ofrenda) mientras prometía hacia sus adentros no beber más de una.  Observaba con curiosidad, a la par que le pegaba un sorbo, la cara de complacencia de Eugen que parecía estar en el séptimo cielo… ¡Y con razón!

“Por favor… ¡Pero qué buena está!” Aunque el escozor que le siguió después le quitaba las ganas de seguir bebiendo. Hizo una mueca de disgusto y se toqueteó la herida con la punta de los dedos.

¡No te toques, hombre! -exclamó Eugen de sopetón mientras se inclinaba sobre su asiento al intentar darle un sopapo a la mano inquieta del profesor, aunque no la alcanzase. Eso sí, el otro recogió la mano al instante.

Se recompuso en el asiento con una cara en la que se leía "gruñidos". Su atención fue dirigida de nuevo al espontáneo. Vale, la cerveza estaba de muerte y, aunque intentó ocultarlo, a Eugen se le vio en la cara que pensaba lo mismo, no obstante eso podría tacharse de intrusión por muy conciliador que fuese el tono.

Que lo era, y mucho. Miró las burbujitas doradas de la jarra mientras le daba algunas vueltas.

-Y bueno... ¿Esta visita se debe a algo más o...?-dijo con una ceja alzaba y algo parecido a una mezcla de desconfianza y cortesía.

-¿Algo más? ¿Tendría que haber algún motivo? -Arqueó la ceja el Celador. -Es por motivos personales, pero...

Risotadilla. Se le estaban viendo las orejas al lobo. Literal.

-... la verdad es que sí. Para empezar, tú, Guardabosques... -Señaló con la cabeza a Eugen. -... estás en mi territorio, y por tanto hay un par de cosillas que tienes que tener en cuenta. Y tú, profesor de Astronomía, como tal tienes que saber algo, ya que controlas los ciclos lunares como tus ganas de mear. Voy a ser clarito y conciso.

Su semblante se volvió algo más grave. No serio particulamente, sino centrándose en los que les atañía en ese momento.

-Soy un licántropo.

Las expresiones de los otros dos hombres en la sala se volvieron dos tonos más pálidos.  Eugen y Letze intercambiaron unas miradas cortadas y el silencio se expandía sin piedad.  Alguno de los dos tendría que responder en algún momento y su compañero no parecía que fuese a hacerlo.  Esa mirada con los brazos cruzados como diciendo “te toca a ti”…
 
-…Vaya.

"Jo-der. ¿No se me podría haber ocurrido algo más inteligente que decir? Parezco tonto.  A ver si se va a pensar que le voy a tener miedo para siempre o que tengo algo en contra suya... Ay"
 
A la par que cubría sus mejillas con las palmas de sus manos debido a que las notaba enrrojecer, el celador no pudo evitar una carcajada ante aquella seca respuesta y esas caras descompuestas.
 
-¿Sorprendidos?

La sorpresa había sido gorda y de verdad. No es que quisiera ofender al auto-invitado pero...

Manda narices.

-Em... -balbuceó al intentar encontrar las palabras adecuadas para una noticia tan... peliaguda-. La verdad es que sí -vocalizó finalmentre entre una risilla nerviosa y una mirada inquieta-. No estoy habituado a que un compañero de trabajo sea un... licántropo.

Y para qué engañarse, se había acojonado un poquito. Sobre todo si él mismo era el guardabosques, que, por si no os suena, es un guardia del bosque. En un bosque. Con un licántropo.

Aunque empleando el sentido común, si formaba parte del personal, sería con razón. Además, él no era quien para juzgar a alguien por su condición.

-... Pero supongo que ese "par de cosillas a tener en cuenta" tendrán relación, ¿no?

-Totalmente. -Rió el licántropo. -Este es mi territorio, señor guardabosques, y por tanto es probable que en las noches de luna llena me veas rondar por aquí cerca, ¿sabes? Lo que quiero decir que cuando eso pase, como que no se te ocurra salir...

Hizo una breve pausa para echar un trago de cerveza.

-... a darte un garbeíto, porque te puedes arrepentir. No suelo atacar a nadie, porque yo lo que prefiero son las zonas amplias y las lobas, peeeeeero mira, si podemos evitar que te pegues un susto, como que mejor, ¿no?

El Celador no podía evitar echarse unas risillas internas con la cara intento-de-que-no-se-note-pero-joder-si-se-nota de sus nuevos compañeros. Estaba acostumbrado a las malas impresiones, a las caras despectivas, al desprecio y al miedo, en general, excepto por parte de algunos de la plantilla de la escuela, con la que había crecido. Sin embargo aquellos dos novatos tenían un punto de frescura que le hacía mucha gracia.

-Por otra parte... -Miró a Letze. -... mis ciclos lunares son complicados. Quiero decir que hay veces que me duran las transformaciones solo durante la luna llena, pero otras veces puedo tirarme hasta cinco días. A veces vienen despacito y me voy dando cuenta, y otras es así de sopetón, una cagada monumental, vaya. -Esta vez sí se puso serio. -Lo que quiere decir que es vital que cada mes me pases un calendario lunar completo, hasta el más mínimo detalle, porque viendo las condiciones, puedo prever mejor cómo me va a ser el mes y por tanto puedo evitar el tener que quedarme confinado en lo profundo del bosque "por si acaso", cosa que tampoco puedo hacer libremente por Veda.

Otro trago. Se le estaba secando la boca de tanto hablar.

-Y entre vosotros, os recomiendo que haya también una relación bien cool, porque el señor guardabosques necesita saber con precisión qué días no debe asomar su jeta, a qué horas y por dónde, para no jugarse el culo. ¿Alguna preguntilla, novatos?

Al final, Letze iba a ser de vital importancia respecto al "caso" del Celador.  No pudo evitar pensar que la tarea de ser guardabosques era una que él no querría realizar después de haber escuchado semejante cosa… Pobre Eugen: seguía pálido.

-N-No.  Ninguna por mi parte, al menos…- Musitó.  Aún estaba un poco (bastante) nervioso.  Se giró hacia Eugen y le dedicó una sonrisilla inquieta y unas palabras- Haré una cosa… Cada mes haré dos calendarios… Uno te lo quedarás tú, ¿vale?

Señaló al guardabosques con un dedo.  Estaba teniendo cuidado escogiendo sus palabras ya que no quería sonar como si estuviese dándole órdenes.  Luego se dedicó a jugar con su  jarra de cerveza y a seguir hablándole sin mirarle a los ojos.

-De todas maneras por si no sabes interpretarlo bien o al cien por cien, me pasaré (con tu permiso por supuesto) por tu cabañita y te daré una… Uhh… Bueno, ya sabes... Te lo explicaré “No quiero decirle –te daré una lección.- No quiero que se piense que tengo los humos subidos… Quiero llevarme bien con él.”

No sabía si lo estaba llamando tonto o lo decía con más buena fe que un santo, aunque se inclinaba más por lo segundo. Dudaba que alguien que no deja una jarra quieta, tartamudea y no es capaz de mirar a alguien a la cara por más de dos segundos tuviese las narices.

Pero en serio, ¿por qué no lo miraba a la cara? ¿Tan feo era? ¿Sería por el diente? ¿Un moco? Eugen no era el rey del mambo en cuanto a relaciones sociales pero eso le estaba empezando a inquietar un poco. Y se estaba empezando a plantear si debería sacar el valor de ir a un dentista de una vez...

Le dio un buche a la cerveza.

-Ummm... Hombre, tengo nociones básicas del tema, ya sabes... Por mi trabajo -puntualizó. Le pareció ver cierta sombra de incomodidad en el semblante del profesor- ...Pero tú eres el experto en la materia así que no vendrá de más algunas aclaraciones. Por algo eres el profe -añadió intentando enmendar esa cara de pena.

-Y hay una cosa -dijo volviéndose al Celador-. Y es que lo único que no quiero es encontrarte arañándome la puerta -bromeó intentando quitarle hierro al asunto. Aunque aún andase un pelín así asá.

El Celador no pudo más de empezar a partirse de la risa delante de los otros dos, que no pudieron evitar miradas de estar completamente anonadados con todo aquello.

-Ni arañándote la puerta ni meándome para marcar el territorio, chaval. No te preocupes, que mis arranques antihigiénicos suele ser en soledad o como mucho en compañía de lobas bien peludas.

Dejó caer la bomba de humor verde. Después de todo le parecían buenos tíos.

"Sí señor... Estos chavales son la monda."

-Hace mogollón que no rajo tanto por esta boca con nadie que no sea el profe gafapasta o para marcarme mis solos de yo mismo y mi música a las y tantas de la noche. Se agradece que seáis tan majetes.

Lo que dijo el Celador dio que pensar a Letze. ¿Cuanto hacía que él tampoco hablaba así con alguien?  No estaba acostumbrado a las reuniones entre "amigos" donde lo único que se hacía era charlar y echar unas risas (aunque esta velada hubiese sido agradable a ratos).  Casi se le había olvidado el motivo por el que se encontraba en la cabaña del guardabosques en esos instantes.

-¡Ah! Perdón por interrumpir...-Alzó la mano como si estuviese pidiéndoles permiso- K-Kreiss..."Que raro se me hace llamarle por su apellido" ¿Me p-podrías dar la cuerda de guitarra? Si no te importa claro... Si quieres y no te has arrepentido...

Tras esto buscó con la mirada su guitarra que había dejado apartada desde que el más rubio le obligó a curarse el labio.  Tenía miedo a cogerla por si acaso el otro le intentaba meter otra torta y esta vez acertaba.

-¿Eh?, ah, ¡claro!

Eugen se levantó dejando la jarra sobre la mesita y se dirigió a un mueble bajo en la pared de enfrente, donde rebuscó en uno de los cajones hasta dar con una amplia cajita de madera rebosante de pequeños sobres. La verdad es que estaba bastante contento con la situación a pesar de las circunstancias, era cierto que él tampoco solía tener la oportunidad de parlotear así de bien. Nunca había tenido ni suerte ni habilidad para ello. Esta vez estaba sonriendo, aunque ambos les pareciese un poco raros. Quizás fuese por eso.

Le echó un vistazo a la pálida guitarra del profesor para asegurarse cuál de las seis criaturillas le faltaba y hasta ese preciso momento no se había dado cuenta del tremendo, catastrófico y tontísimo error.

-Ah...

Se giró hacia el profesor, aún con la caja en las manos y con cara de "cómo te digo esto sin que te derrumbes".

-Sólo tengo cuerdas de clásica... -y entonces Eugen vio como la cara de Letze parecía hacerse pedacitos pequeños, cada uno de ellos diciendo "no puede ser verdad". Le daba la impresión de que en cualquier momento se le iba a echar a llorar-. ¡Pero bueno, no me pongas esa cara de descompuesto! -le salió desde lo más profundo de su alma por puro nerviosismo, a esos ojos sandía de cachorrito-. Al fin y al cabo parece que somos tres a los que nos gusta esto -añadió mirando de reojo al "lobito", dejando claro que no había pasado su comentario por alto e intentando que al profesor no le diese un ataque al corazón.